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sábado, 1 de octubre de 2011

Envolviendo gominolas en azúcar. (En Hoy por Hoy León, 30 de septiembre de 2011)

Cuando veo los estandartes medievales decorando el cielo del entorno de San Isidoro y los Jardines del Cid porque se acerca San Froilán, me viene a la memoria el sabor de unas gominolas que en cierta ocasión me había comprado una de mis hijas en el Mercado Medieval. Venían las gominolas manoseadas y estrujadas, habían perdido el azúcar y tenían un aspecto imposible, pero, como yo no había podido ir a la fiesta porque tenía que trabajar, ella quiso traerme un pequeño regalo. No tuve más remedio que comérmelas.

         Hoy he recordado aquel episodio porque ya están las banderolas ondeando, ya se abre mañana el mercado y ya está la ciudad entrando en el aire de la fiesta, quizá la fiesta más genuina de las que se celebran, por estar enraizada en las tradiciones más puramente leonesas, pero sobre todo me he acordado de las gominolas porque ayer por la tarde, hablando por teléfono con una compañera, me dijo que estaba recuperando gominolas para sus niñas. Unas gominolas que se habían quedado olvidadas en una bolsa, estaban siendo recompuestas con un baño de azúcar. Es una imagen de lo que nos toca vivir. Hay que cuidar todos los recursos, hasta el más nimio y pensar en todas sus posibilidades. Viejas gominolas olvidadas, se recuperan con un toque de imaginación.

         Parece envuelto en azúcar el programa de las fiestas que recuerda los típicos programas de las fiestas de los pueblos, repletos de publicidad. Nunca había visto tantos anuncios, y tan variados, en el programa oficial de fiestas. Ahí estaba la gominola, que en principio parecía difícil de masticar por la falta de recursos del ayuntamiento, reconvertida en una apetecible golosina. También por dentro el azúcar envuelve los eventos, la feria de la cerámica, el mercado, la fiesta de la morcilla, los tradicionales festejos del domingo, una vieja gominola que debe ser envuelta en mucha azúcar, quizá por eso se incluyan en el programa como si fueran eventos programados para estas fiestas los conciertos del Festival de Órgano, la programación de Suena el Templete o la del Auditorio. Como novedad, unos golpes de angostura: el primer campeonato de coctelería “San Froilán”.

         Hace falta mucha azúcar para tragarse este duro otoño que enfrentamos, cierto, aunque peor es al revés. Peor es para quienes tuvieron azúcar en los labios y ahora se ven obligados a masticar la parte más amarga de la vida. Pienso en el caso concreto de Fátima, una muchacha que vino de Marruecos hace unos años para conocer una forma de vivir con la que nunca había soñado, una vida nueva en la que tuvo oportunidades para desarrollarse libremente como una persona igual a todas las demás. Ahora, una vez que ha cumplido cierta edad, su familia la ha entregado a un matrimonio convenido, una decisión que escapa a su voluntad y que la ha devuelto a una realidad imposible de masticar. Me produce una tristeza enorme esta historia y no creo que haya azúcar bastante en el mundo para envolverla.

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