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viernes, 13 de enero de 2012

Por el Olor. (En Hoy por Hoy León, 13 de enero de 2012)

         Lo bueno de este catarrazo, que no me quito ni a bofetadas, es que el asunto de la peste me está afectando poco. Lo traigo a la cabecera del comentario no porque me haya molestado a mí, que tal y como estoy no crean que me da mucho para sufrir los olores, sino porque creo que es indicativo de cómo los problemas reales e inmediatos unifican la opinión pública. Lo hemos visto en muchas otras ocasiones con acontecimientos desgraciadamente más dramáticos -un terremoto, un asesinato, un accidente- en los que la gravedad del hecho obliga a que no se hable de otra cosa. También pasa con los grandes acontecimientos deportivos o los grandes “culebrones” de la vida política, aunque ahí el seguimiento es más dispar.

         Me encanta que esto del hedor sea trending topic en la peluquería, que sea el tema recurrente de las tertulias del café, que esté en los medios de comunicación a todas horas y que la gente lo comente con cualquiera antes incluso de acudir al asunto del tiempo como tema salvador para romper el silencio del ascensor. “Pues ayer olía como a abono de cerdos”, dice uno. “Qué va, qué va, lo que huele es a nitrato”, le contesta el vecino con el que coincide todas las mañanas y con el que nunca había cruzado más que un obligado “buenos días”. Y aquí ya entramos en la discusión eterna de los distintos paladares, que parece que hay algunos que tienen un olfato más fino que el mejor sommelier importado de la Francia y cuando se ponen a oler, aunque sea esa peste que se huele, son capaces de distinguir el aroma de la pestilencia con la precisión de un sabueso cazador.

         Que algo huele a podrido ya lo habíamos dicho. Lo que no sabíamos es que las metáforas se pudieran materializar de un modo tan nauseabundo y que la noticia del hedor hubiera corrido tan rápido por medio mundo. De todos modos es un alivio que ya se haya encontrado el origen del mal, porque hubiera sido una broma de muy mal gusto que efectivamente se tratase de un ataque en plan Anonymous, porque ya se encarga el gobierno de que sea la clase media la que pague por narices la factura de la crisis, de manera que no necesitamos que nadie venga a hacernos sufrir por las narices, y cito creo que textual, “la podredumbre de la clase política que nos gobierna”. De verdad que es un chiste demasiado obvio y de dudoso gusto.

         Antes de que se hubieran localizado las cincuenta toneladas de boñigas causantes del faltal aroma, me dio por pensar en las causas del olor, y descartada la idea de que fuera un ataque antisistema, me atreví a aventurar una hipótesis al margen de las que sesudamente algún medio de comunicación aportó en su día como posibles causas del hedor, a saber, la descomposición, la falta de lluvias y de viento y el contraste de temperaturas. Pensaba yo que lo que había ocurrido es que, como este año han caído tanto las ventas por navidad, se han quedado sin vender litros y litros de colonias y perfumes y lo que pasa es que siempre hemos olido así y como no hemos tenido colonias para disfrazarlo, nos da más en la nariz. En cualquier caso,  pasará en cuanto llueva. Que llueva pronto y que a los causantes de este pequeño desastre, si es que han cometido alguna irregularidad, que no lo parece, les hagan pasar seis horas al día en la sección de perfumes de unos grandes almacenes. Peste con peste se paga.

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