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viernes, 24 de febrero de 2012

Paidos. (En Hoy por Hoy León, 24 de febrero de 2012)

         La policía no tiene sentimientos, solo aplica la ley. Es algo que dijo en una charla con adolescentes el responsable del Grupo de Menores de la Policía Local. Los chicos no registraron todas las implicaciones que tiene semejante afirmación, pero comprendieron con claridad el mensaje: con la policía no valen excusas, no funcionan los chantajes emocionales que tantas veces hemos utilizado para escabullirnos de nuestra responsabilidad en circunstancias que así lo permiten. La afirmación tajante, “con nosotros no vale acudir a los sentimientos”, sonó extraña en un auditorio tan acostumbrado a manejarse en el proceloso mar de la manipulación de las emociones.

         Desde muy pequeños nuestros hijos han ido aprendiendo que siempre hay un lado que flaquea a la hora de sostener un castigo, que siempre hay un modo de vadear una negativa, de conseguir el juego que les ha sido negado, las deportivas exageradamente caras, el monopatín de moda, la última edición de la consola de videojuegos. Siempre hay una tía, un abuelo, un recurso al que acudir para conseguir lo que el adolescente quiere. Y el hecho es que lo tienen todo. Todo, menos el trato sentimental de la policía. ¡Menos mal! 
       
         Es verdad que a nadie le piden el carné de padre para tener hijos, salvo si lo que pretende es adoptarlos. También es verdad que los hijos no vienen con manual de instrucciones, no traen indicaciones de montaje a la sueca, esas que, si las sigues al pie de la letra, estás seguro de que has montado bien el mueble. Aquí no hay nada de eso, con la complicación añadida de que se mezclan los sentimientos. Educar, conducir llevando de la mano, acompañar en el camino, deviene una tarea extraña que cada vez le resulta más ajena a las familias envueltas en un mundo disparatado de aparatos electrónicos, marcas, modas, exigencias de toda suerte y condición, la música, el idioma, el ballet, las competiciones deportivas.

Nuestros hijos se convierten en pequeños tiranos que utilizan los sentimientos para alcanzar sus pequeños objetivos, una pelea que podría muy bien describirse en términos militares. Tal vez por eso es por lo que el Jefe Superior de Policía de Valencia dijo que no es prudente revelarle al enemigo cuáles son nuestras fuerzas. Error fatal. Hablar así es abrir la puerta a todo un torrente de sentimientos. Si lo que se pretende desde un punto de vista táctico es generar un problema, ahí lo tenemos servido. Aquí en León, todavía no pasa. La policía no tiene sentimientos y eso es bueno. No mira a nuestros muchachos como si fuesen el enemigo. Tampoco se presenta con la piel de cordero del “buen rollo”. El policía no es tu amigo, es el agente que se esfuerza por hacer cumplir la ley y la ley es eso que hemos dicho entre todos que queremos que sirva de marco para la convivencia. Respetar el derecho ajeno es la paz.

Me gusta saber que hay un grupo de policías en León que está especializado en el trato con los adolescentes y que tiene claro que el objetivo no es batir ningún récord de sanciones, ni ganar ninguna guerra, sino hacer más sensata la convivencia de nuestros hijos en el espacio público. La policía no tiene sentimientos, es un gigante sin corazón.

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