El
martes por la noche, en la Plaza de San Marcelo, a las puertas del
Ayuntamiento, en las barbas mismas de los policías locales, que en ese momento
milagrosamente no estaban en la puerta controlando el aparcamiento reservado a
la municipalidad, hubo una discusión digna de entrar en la Historia Universal
no digo ya de la Infamia, pero sí de la Vesania.
Se
trataba de una discusión sobre si galgos o podencos, porque lo que se debatía,
mientras un operario del Servicio de Limpieza desplegaba su poderosa manguera
sobre las piedras del solado de la Plaza, era si son mejores las patatas que se
riegan mucho o las que crecen con poco agua, si es mejor criar patatas grandes,
cuánto más grandes mejor, o si por el contrario son preferibles las pequeñas,
por sabrosas. Les digo que la discusión alcanzó tintes dramáticos, con
descalificaciones del tipo “tú qué vas a saber de patatas si eres el único
hortelano en el mundo que planta las msimas patatas de una año para otro en el
mismo sitio” o “cállate, anda, que para encontrar las patatas en tu huerto hay
que llevar microscopio con la azada”. Mientras los hortelanos de ciudad
discutían sobre su capricho, el operario de limpieza había empezado a regar la
Plaza, arrastrando con el chorro de agua de la manguera toda la porquería que
encontraba a su paso, cambiándola de sitio, arrinconándola, quizá levantando
también, en un indeseable efecto colateral, algún elemento minúsculo del
empedrado.
Me dio por pensar algo que después se ha subrayado con
la petición de los Regantes del Porma al Ayuntamiento de León para que modere
el riego de calles y jardines y es que se hace raro ver el derroche nocturno de
agua tras los pasos de la cochambre, cuando los embalses están en unos niveles
que dan miedo. Habría que pensarse si el Club Náutico debía estar en el Embalse
de Luna o en el mismísimo San Marcelo, que a esa hora de la noche -es una
exageración, ustedes me entienden- parecía que había más agua en el centro de
León que en el mismísimo Pantano. Al final tuvimos que marcharnos, porque aquel
hombre tenía que hacer su trabajo y dejamos lo del huerto para otro día, pero
yo me volví para casa dándole vueltas a eso del ciclo del agua, pensando que
por algún sitio se nos escapa algo, que el agua que no nos ha llovido tiene que
haberse escondido en alguna parte y no solo en los desagues por los que se
vierten litros y litros cada día a manos de los que nos dejan tan limpias las
calles.
Es muy
de los árabes este gusto por el agua, aunque para ellos, por escasa, es un bien
muy preciado, de modo que saben conservarla y reutilizarla y hablo ahora de los
árabes, aunque sea mezclar las cosas, porque me pregunto si habrá sido algún
manguerazo el que ha barrido la Casa del Estudiante de entre los servicios que
presta la Universidad de León. El anuncio habla del mes de Septiembre, pese a
que hay voces que alertan de un cierre permanente, de manera que cabe la
posibilidad de que El Albéitar, esa palabra árabe, que funciona como sinónimo
de veterinario, esté cerrado para estudiar todo el curso por mor de los
recortes, de manera que los estudiantes se vean obligados como único recurso a
recluirse en la Biblioteca del Campus de Vegazana. Decidan ustedes mismos si es
o no es una animalada.
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