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domingo, 9 de septiembre de 2012

La ola. (En Hoy por Hoy León, 7 de septiembre de 2012)


Prefiero pensar que estos dos meses no han existido. Voy a saludarles sin mencionar la ausencia de todos estos viernes, porque me resisto a encarar un nuevo comienzo. No tengo cuerpo para sentir que tenemos que empezar nada de nuevo. No me encuentro con fuerzas para hablar de nueva temporada, nuevo curso, nuevo nada y me siento más cómodo en la continuidad de los días, que hasta me parece que todos estos cambios en la radio, no son tales, sino que las cosas han sido así siempre, con el estandarte de Radio León defendiendo, contra la ola de programación nacional y regional que nos invade, la importancia de llamarse uno como se llama y hacer radio para León, contándonos a los oyentes la realidad más cercana. Es algo que agradezco profundamente, porque, como me decía siempre el amigo Luismi, “no hay nada más aburrido que un informativo regional”.

Admiro profundamente a todos los que se sienten con ganas de empezar con algo nuevo, a quienes tengan en estos días el espíritu de iniciar proyectos, poner en marcha empresas, ejercer el optimismo de creer en que hay un futuro prometedor.

Hacer un repaso de lo que nos ha ido pasando en el verano es escribir una crónica del pesimismo, así es que mejor no hacerlo, mejor no enumerar el batallón de pequeñas y grandes desgracias que nos han ido acorralando en la trinchera. Solo que no veo más futuro que el de encontrar un momento apropiado para calar la bayoneta y salir al frente en una carga suicida y desesperada. Algunos ya están en ello, pero la mayoría nos  tapamos la cabeza con las manos sobre el casco, mientras silban a nuestro alrededor los obuses del paro, la recesión, los recortes y todos esos tecnicismos financieros que nunca habíamos querido leer en las páginas de color salmón del periódico del domingo. De verdad que admiro a quienes tienen esperanza y me sobrecoge pensar en la ilusión con la que se ponen en marcha proyectos, vidas nuevas. Admiro sinceramente a todos esos que se han apuntado al gimnasio para bajar los kilos del verano, a todos los que se han apuntado a clases de inglés o de alemán o de chino, pensando que ya no lo van a dejar pasar más y que este año sí que van por fin a aprender idiomas. No saben cuánto admiro a quienes tienen el valor de fundar una empresa, de casarse, de pensar en tener hijos, quienes creen con sinceridad en proyectos de futuro. Y por encima de todo, admiro a todas esas personas que empezaron la colección “Aprenda a hacer ganchillo”, que pagaron un euro por el primer fascículo y se lanzaron a la aventura de un aprendizaje incierto, sin conocer de antemano la subida de precio que sufrirían los fascículos siguientes.

¡Qué pereza el nuevo curso! Admiro a todos esos niños que miran con ilusión su baby nuevo y los rizos dorados de su nueva profe. Admiro al batallón de muchachotes que desbordó las previsiones en el Mercadillo Gelete intercambiando libros de texto, revendiendo los viejos, comprando ese tocho de filosofía que habrá que meterse este curso entre pecho y espalda. Curioso que este año, debido a ciertas trabas administrativas, tuviera que celebrarse en León Plaza y no en la Pícara como siempre, quizá es que la calle llena de chicos con libros en las manos sea una estampa demasiado optimista para los tiempos que corren.

Hay que hacer la ola a todo aquel que sea capaz de mirar para afuera y sonreír. 

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