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viernes, 26 de abril de 2013

Altardas. (En Hoy por Hoy León, 26 de abril de 2013)


Me pido tres minutos para escapar de la actualidad. Actualidad en paro en una provincia que tiene la tercera tasa de actividad más baja de España. Y subiendo, es decir, bajando. Tres minutos de silencio de actualidad, tres minutos para hablar de algunas cosas sencillas.
El tío Cayo. Dicen que el tío Cayo es uno de los lectores más voraces de León. A pesar de su edad avanzada sigue abordando el Bibliobus cada vez que puede, renovando lecturas de las que habla con brillo en los ojos, con una voz firme, sin más drama que la perspectiva de los años. “Réquiem por un Campesino Español fue una de las novelas que más me gustaron”, nos dijo,  “porque es algo que yo he conocido”. Hay un réquiem pendiente, por un campesino español, por un minero, por un trabajador de antibióticos, por un autónomo, por un enfermo. Creo que el verbo “requenear” es imposible en español, aunque lo usó deliciosamente en gallego Rafael Dieste en un cuento maravilloso titulado “Sobre a morte do Bieito”. Hay mucho por lo que “requenear” aquí, pero hoy toca hablar de cosas sencillas. Del tío Cayo disfrutando del sol de la tarde del martes pasado sentado con su libro en las manos, escuchando la radio en su casa de Matadeón de los Oteros. Una estampa que es un grito, un aullido de vida.
Habíamos ido a los Oteros. Era el Día de los Comuneros a efectos oficiales y nosotros hicimos nuestra campa entre la cebada, acercándonos sigilosos al espectacular flirteo de las avutardas, plumas hinchadas al escaso sol, barbones imponentes paseando palmito entre las siembras, peleándose por enseñar más pluma, más pecho, más planta, haciendo la rueda con descaro animal para poder poner la semilla de sus genes en el futuro huevo. Esa triste pasión por perdurar. ¡Y mira que se ponen chulos! Parecían barcos vikingos navegando el verde escandaloso que lucen los Oteros estos días. Un espectáculo de velas hinchadas, rebaños de machos moviéndose por estelas invisibles. Nos contaba Pedro Luis que hubo unos franceses que se apostaban de noche, escondidos entre los arbustos, para poder sacar unas fotos al empezar el día. Se entiende esa pasión. Se entiende que los alcaldes de la zona pretendan un turismo controlado, una especie de marca de calidad, como se ha venido haciendo con el prieto picudo. Sería una buena apuesta poder contar con observatorios, porque es verdad que el espectáculo merece la pena.
Tuvimos tiempo de celebrar el día tomando un vino en Pajares y hasta nos dejamos caer por Valdesaz, de iglesia sorprendente, obra de Juan de Badajoz el Mozo, en donde nos encontramos con Daniel de Cabreros, que ha estado viviendo solo, y eso que tiene ya ochenta y nueve, sin necesidad de nada ni de nadie, en la sencillez más absoluta hasta que unos desaprensivos vinieron a robarle, porque como él dice, es que “hoy ya no se puede tener nada en ningún lado”. Hay muchos arises sueltos.
Un día de cosas sencillas con el pretexto de hacer unas fotos de las avutardas, “altardas”, como se dice por la zona. Un día de fiesta, una fiesta que celebran otros, porque, como nos decía Pedro Luis, allí nunca se guardó.

viernes, 19 de abril de 2013

Puccini. (En Hoy por Hoy León, 19 de abril de 2013)


Un valenciano, amigo de un buen amigo mío, terminó una cena en un restaurante de Fontanos subido a la silla cantando un aria de Puccini. Fue de traca, se lo pueden imaginar. Concretamente cantó el Vissi d’arte, de Tosca, como si fuese la Callas y no sé si me reí más por lo grotesco de la situación o por lo gracioso que estuvo el valenciano explicando a la concurrencia lo que quería decir la canción, porque tradujo “vissi d’arte, vissi d’amore” por “tengo vicio por el arte, tengo el vicio del amor”. Casi me da algo cuando lo dijo, porque lo que significa la letra es sencillamente “viví del arte, viví del amor”, pero en aquellos días el valenciano, ya de una cierta edad, andaba detrás de una gallega mucho más joven que él y se ve que en el amor, como en la guerra, es verdad que vale todo.
Así es que ya saben: he vivido del arte, he vivido del amor se puede traducir al italiano como vissi d’arte, vissi d’amore y del italiano al español, como a uno le dé la gana. Me acordaba de esta vieja historia del valenciano cantante porque me siento rodeado por todos esos que, como él, han vivido y viven del arte, pero no de ninguna de las bellas artes, sino del sencillo arte de ser “un artista” y saber estar donde hay que estar en el momento en que conviene. Lo digo hoy, en este momento en el que seguramente aún estará en marcha la concentración de los trabajadores de Antibióticos en la Plaza de Botines.
Han tenido mucha paciencia, aguantando hasta aquí, sometiéndose a las circunstancias de los EREs que van y vienen al ritmo del interés de esa empresa, mimada por todas las administraciones, que ha colocado por la gatera su decisión de acogerse a la Ley Concursal, algo que hizo en enero sin que, según lo que se dice en los medios de comunicación, ni los trabajadores, ni la propia Junta hubieran sido informados. Vissi d’arte, que diría un italiano y como ya no puedo seguir viviendo del tema, hago los papeles de la quiebra aunque siga habiendo demanda para lo que produzco. Es verdad que suenan canciones optimistas en forma de nuevos compradores, esperemos que no sean cantos de sirena.
Veo la foto de Pucci reunido con el Alcalde hace más de un mes para analizar la situación de los trabajadores que, por entonces, ya llevaban meses sin cobrar y me asombra saber que ya estaba en marcha el proceso de quiebra, que por entonces Pucci ya sabía que se habían acogido a la Ley Concursal. Alguien tomaba el café con sacarina. Es un detalle estúpido, lo sé, pero más allá de la pulcritud de los trajes, del lustre de los zapatos, del entorno noble del lugar escogido para el encuentro, me llamó la atención el bote de sacarina junto a una de las tazas. Hay que cuidarse.
         Así es que vissi d’arte y también d’amore. Todavía resuenan los petardos del miércoles de los mineros y aquí tenemos en Botines la protesta de Antibióticos. Nosotros a lo nuestro, señalados por no llevar la pegatina de la ITV, acosados por el IRPF, recortados contra la pared  de ese estado del bienestar que se derrumba y sabiendo que, como diría el valenciano, contra el vicio de pedir, está la virtud de no dar.
         Creo que la frase es de Groucho Marx. “Que paren el mundo, que me bajo”. Ganas me quedan de bajarme, se pare o se empeñe en seguir andando.

viernes, 12 de abril de 2013

Postureo. (En Hoy por Hoy León, 12 de abril de 2013)



Hay una cuenta de twitter que se ha hecho muy famosa. Se trata de @postureo_ y lo que me gusta del fenómeno no es que exista la tal cuenta o que tenga más o menos éxito. Lo que me parece interesante es que se haya extendido tanto el concepto y eso que ya sabemos, desde Pazos, que el concepto es el concepto. Se habla de postureo para explicar situaciones ridículas en las que nos colocamos en posición de aparentar algo que efectivamente no somos. El concepto “postureo” se explica solo, porque la palabra, de pura expresividad, ya nos deja ver a qué se refiere, pero, por si hiciera falta, ahí van un par de ejemplos tomados de esa cuenta de twitter: “No es tinte, es que a mí el pelo se me aclara con el sol” o este otro, “Subir con tu vecino gordo en ascensor y mirar de soslayo el cartelito de la capacidad de carga”. Esto del postureo es un mundo que a mí se me escapa y me pregunto si hablar del postureo será en sí mismo hacer postureo o si decir que no me termina de gustar también lo es. El caso es que se trata sencillamente de provocar una sonrisa, un sencillo “ja”, porque es verdad que no da para un “ja,ja,ja”.

Ha habido mucho postureo entorno a la cuestión de la deuda. Me refiero a la deuda del Ayuntamiento de León, ya saben, esa masa viscosa que se escapa desede San Marcelo, pero no de ahora, sino desde hace muchos años, desde aquellos tiempos en que la política no se entendía sin que quienes gobernaban sobrepasasen sus presupuestos de manera sistemática. Eran tiempos en los que se decía que un organismo que no agotaba su presupuesto no estaba bien administrado. Había que invertir, había que gastar más allá de los recursos con los que se contaba. Y para hacerlo se solicitaban créditos, créditos sobre créditos, contracréditos para pagar los intereses de anteriores créditos, en una espiral de delirio financiero que se sostenía sobre la infantil fantasía de que tal vez la deuda nunca se tendría que devolver, pero resulta que no, resulta que es como en el bolero, que esta es una deuda que tienes que pagar, como se pagan las deudas del amor.

“No”, decía la canción, “no voy a llorar”. Y eso es lo que nos dicen ahora desde Europa, que hay que pagar, que no hay más piedad que la del Monte de Piedad. Así es que es postureo cualquier posición que se adopte en lo relativo al crédito del ICO para la refinanciación de la deuda. Es postureo vender sus bondades, porque aunque es un nudo que se afloja, no se podrá desatar en los próximos veinte años, pero también es postureo decir que ha sido una mala gestión conseguir estas condiciones o que se trata de una herencia que dejará para el futuro el actual Alcalde, porque entiendo que la deuda no ha sido generada por este equipo de gobierno y entiendo que es un problema al que se debe dar solución. Lo desesperante es que ese problema exista, que no hayan funcionado los mecanismos de control que hubieran hecho imposible llegar a la desesperada situación en la que están las cuentas, que veamos venir la presión sobre nuestros bolsillos, aunque solo sea al descubrir el coche radar de la policía escondido entre dos camiones en la carretera de Caboalles para hacer caja a base de multas. Que eso sí que es postureo, que se atrevan a decirnos que es por nuestro bien, para hacer que la circulación sea segura.

viernes, 5 de abril de 2013

Presión social. (En Hoy por Hoy León, 5 de abril de 2013)


“Si pudieras cambiar algo hoy, ¿qué cambiarías? En tu vecindario, en tu ciudad o en tu país, ¿para qué cambio te gustaría unir y movilizar a la gente?” Son dos preguntas sencillas, en realidad una sola. Me llegaron desde una plataforma digital que se ha especializado en el diseño y movilización de campañas reivindicativas en internet. La publicidad sigue diciendo: “porque en los últimos meses cientos de personas como tú se han hecho esa pregunta y lo han conseguido. Crearon una petición y consiguieron salvar un servicio público, acabar con una discriminación o evitar una injusticia.”
Hay más. El mensaje publicitario nos explica el fenómeno: “La clave está en la suma de fuerzas. En el poder de miles de personas llamando al alcalde de una ciudad, a los accionistas de una compañía, a los responsables de un supermercado o a los directivos de una marca. La unión de energías de consumidores, trabajadores o ciudadanos en torno a una causa común hace que una petición se convierta en realidad. Y funciona”. Lo dicen los responsables de esa plataforma, que curiosamente firman el mensaje solo con sus nombres de pila.
Precisamente el martes, al tiempo que el Presidente Herrera daba marcha atrás en el tema de los colegios, me llegaba al correo una invitación para firmar "por el mantenimiento de 1º y 2º de la ESO en la localidad de Riaño". Se trataba de una petición gestionada desde esa plataforma a la que me estoy refiriendo y no llegué a firmar porque, entre otras cosas, cuando la leí ya sabía lo que había ocurrido en Valladolid. Ya no tenía ningún sentido apoyar una protesta contra algo que se había conseguido. ¿O sí? ¿Termina un acto de protesta como el que se gestó contra la decisión de la Junta con la simple marcha atrás escenificada por su Presidente? Me quedan dudas. En realidad tengo dudas sobre todo el proceso, porque ¿estamos seguros de lo que se ha dicho? ¿Estamos seguros de que la marcha atrás del Presidente, pasando por encima de la posición mantenida por el Consejero y por la Directora Provincial es una claudicación ante la presión social? Me gustaría tener claro que es así, saber que la decisión del Presidente de la Junta ha sido consecuencia de que muchas personas le han hecho ver, con su protesta, que se trataba de una medida difícil de sostener, porque no se puede obligar a esos niños a elegir entre irse a vivir a otra parte, quedarse internos en Astorga o recorrer cada día en autobús distancias demasiado largas para cualquiera. Entiendo la cuestión, veo las dos posiciones, incluso concedo al Presidente que se trata de una medida posiblemente mal explicada y que los técnicos que la adoptaron lo hicieron apoyándose en alguna excelente razón. Lo que no me termino de creer es que se haya dado marcha atrás simplemente por la protesta.
Pienso, además, en el modo tan espectacular en el que se ha escenificado la comunicación del aplazamiento de la medida. Y conviene recordarlo: no se trata de una marcha atrás definitiva, sino de un aplazamiento por cuatro años. Es decir, que se siguen manteniendo las razones para la clausura, pero han aparecido otras razones que aconsejan al Presidente aplazar la medida. Si esto es así, ¿por qué han parado las protestas? ¿por qué ahora se dispara solo contra quienes no se opusieron desde León? 
Me parece que nunca lo sabremos.