Un chico quiere una buena chica que sea traviesa solo
para él y una chica sueña con un chico malo que solo sea bueno con ella. Es una
de esas frases que te llegan en correos electrónicos o mensajes de whatsapp.
Una idea que esconde un cierto estereotipo acerca de las relaciones entre
hombres y mujeres y, si se quiere, una forma de entender la vida muy a la
inglesa: mi casa es mi castillo y lo que soy en la intimidad no tiene por qué
parecerse a lo que soy fuera.
Este juego de chicos malos y buenas chicas es un juego
que jugamos de manera inconsciente, empujados por las leyes sociales que
gobiernan una sociedad sexista en la que nos hemos ido educando. Es un juego
que me gusta solo en la medida que seamos capaces de subvertir los términos, en
la medida en que seamos capaces de no escandalizarnos ante las mujeres que
deciden actuar abiertamente como chicas malas y de no despreciar a los chicos
que se comportan públicamente como chicos buenos.
Hay muchos que se confunden. Sobre todo los hombres,
que no sabemos jugar el rol social desde la perspectiva de la estricta igualdad
y enseguida nos sonreímos o nos ponemos chulitos cuando una mujer no se
comporta como los cánones del machito al uso pretenden imponer. La desgracia es
que esa conducta de machotes se exagera en ocasiones y terminamos en la
violencia. Tenemos un ejemplo cercano en el tiempo y en el espacio, algo que finalmente
ha venido a reconocer la ministra en el caso de la muchacha asesinada la semana
pasada aquí en León. No hay nada que pueda explicar un crimen. Nunca. En ningún
sentido. Pero hay crímenes que me parecen más inexplicables que otros y este es
el caso: ¿cómo puede alguien con sus propias manos acabar con la vida de la
persona a la que dice que ama? No lo puedo comprender. Me produce náusea
pensarlo.
Pero volvamos al estereotipo, revolvamos un poco en la
idea de lo que es una buena chica, en la idea un poco macarra del chico malo,
ese que resulta más atractivo por la esperanza de su reconversión. No me
pregunten por qué, pero me vino a la cabeza la idea de dar una vuelta de tuerca
a esto de los chicos malos y las chicas buenas escuchando hablar a la
Presidenta de la Diputación del asunto de los aviones y del no tan good fly de los
vuelos que salen por autocar desde el aeropuerto de León o que ya ni salen, que
es verdad que, como ella misma dice “en las situaciones que hay que resolver
algo de aviación, es complicadísimo”. Y debe de ser que es complicadísimo
porque la Junta se comporta como una chica buena, pero que nos hace muchas
travesuras y el Consorcio del Aeropuerto, que va de malo, al final se pasa de
bueno en la intimidad. Y aquí se mezclan y se lían mucho los papeles, que no se
sabe si es que hay una chica mala en León y un chico bueno en Valladolid, o si
es al revés o de la otra manera. El caso es que ahí tenemos una infraestructura
muerta de risa que terminará como tantos aeropuertos, con un vacío tan enorme
que no van a despegar de él ni las mismísimas flys.
Mejor no hablamos
del dinero que se ha invertido no ya en la infraestructura, sino en el apoyo a
las compañías que han ido yendo y viniendo por los mostradores de facturación.
¿O acaso piensas que lo que se ha gastado ha salido de otro sitio que no sea
nuestro bolsillo? Y eso que, la mayoría de nosotros, volar, lo que se dice
volar, pues no volamos.
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