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viernes, 14 de marzo de 2014

El brillo espectral de la basura. (En Hoy por Hoy León, 14 de marzo de 2014)

         No es el fuego de San Telmo, tampoco son fuegos fatuos. Eso de lo que tangencialmente nos hablan las noticias es otro fenómeno natural menos extendido, aunque con características tal vez semejantes. Yo no lo he visto. Hablo de oídas, que quede claro, pero, por lo que se sabe, agricultores bañezanos relatan que en sus campos de remolacha, abonados con el compost de San Román, surgen brillos en la noche. Que se sepa nadie ha llamado todavía a Milenio Tres para hacer un reportaje, porque la causa del espectral brillo parece estar relacionada con la calidad de la basura con la que se han abonado esos campos. Claro, a caballo regalado… Y como resulta que el abono de San Román se repartía gratis a los agricultores, pues ¿para qué vamos a enredar más? Si es gratis, no puede haber queja. Al menos esa es la tesis que sobre el asunto se sostiene en la Diputación.

         Me imagino que el brillo será escaso y ocasional y que no se trasladará en el futuro a la remolacha. Supongo que si finalmente el abono tuviera una calidad por debajo de los mínimos exigibles, eso no afectaría a los alimentos que se produzcan en aquellos campos. Me imagino que exigir basura de calidad es una contradicción, porque la basura debe ser basura, pero, si el análisis que exige ahora la UPL revelase un efecto contaminante para los campos y los cultivos que en ellos se llegaran a producir, ¿en qué lugar quedarían quienes dieron pasos para denunciar una mala gestión de los residuos y después bailaron la yenka de su propio interés? ¿en qué posición quedaría quien acusa a los agricultores de no valorar de manera suficiente este servicio “altruista”? Seguramente quedarían de perfil, jugando al juego de la estatua, pero ¿y qué? El fondo, si es que este asunto tiene algún otro fondo que no sea la mala gestión, quedaría sin mostrar, porque siempre el fondo permanece oculto y a nosotros la remolacha nos estaría tan rica como siempre, triturada en otras azucareras, eso sí, que esa de La Bañeza ya no produce desde hace mucho el desagradable olor de la melaza. Y como la naturaleza todo lo transforma, no nos pasaría nada. Es la ley de los tres segundos, según la cual hay un punto en el que cualquier alimento contaminado puede ser consumido por el hombre sin que le cause ningún daño. Depende del grado de putrefacción y la tolerancia del individuo que se lo come.


         Que vivimos rodeados de basura no es novedad. Que las cantidades de residuo que somos capaces de producir están muy por encima de lo que el planeta es capaz de digerir, lo sabemos también. Que la gestión de todos esos millones de kilos de basuras constituye un negocio de dimensiones colosales, no hace falta tener muchos datos para imaginarlo. Que a nadie le importa nada lo que vaya a pasar con este planeta en unas cuantas generaciones, esa es la triste realidad que deberíamos combatir. Nos hablan de un ingreso de 850 mil euros para el Ayuntamiento de León por el reciclaje de basuras. Nos dicen que esas basuras recicladas fueron en 2012 un 18 % del total. ¿Te das cuenta de las dimensiones del negocio? Pero no, no seas bobo, no reclames para ti los 423 kg de basura que produjiste el año pasado. Eso sería un error, porque el negocio gordo está en el conjunto, en las 56 mil toneladas de basura que se generaron el año pasado por ejemplo en la ciudad de León, una salvajada. Ese es el punto que hace que lo que a ti te estorba se convierta en un bien preciado. Que luego las remolachas brillan en la noche, ¿eso a quien le puede importar?

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