Esta cosa tan atroz de la
primavera que nos cambia el ánimo al ritmo frenético de los chaparrones o con
la suave caricia de algodón de los grises nublados o con el arañazo insano del
sol brillante que pica en la piel es como el genio de un disc-jockey que mueve
con su música cambiante el espíritu de los que bailan, manejados con mano firme
por el chirrido cerámico de la aguja al arrastrarse por el surco arado en el
disco de vinilo. Y eso que ya muchos disc-jockeys, a pesar de lo que se dice y
de lo que se ve en las sesiones cara al público, han abandonado los vinilos por
la comodidad intangible de los mp3. Es así la primavera, un baile de emociones,
un sube y baja de impulsos incontrolables. Se lo he oído decir al cuco que
avisa de este fenómeno escondido en las choperas: ojo con la primavera, le
gusta jugar al trenecillo loco con los sentimientos. Y he dicho trenecillo loco
por tocar un asunto de extrema importancia para León y muy de moda en las
últimas semanas, ya saben, lo dice la Ministra, que vendrá el tren de alta
velocidad y que lo hará por doble vía y que el otro tren, el de la vía
estrecha, no tendrá que abortar su entrada a la ciudad en la Asunción. ¡Quién
sabe si se tratará de un arrebato de optimismo primaveral! Habría que
preguntárselo al cuco, como dice la tradición que preguntaban las mozas por los
años que iban a tardar en encontrar un novio. Dime cuco, ¿cuántos años tardaré
en encontrar novio? Y el cuco canta una, dos, tres, tantas veces como años
tendrán que pasar hasta el momento dichoso. Así es que en el próximo paseo por
el río habrá que preguntarle al cuco cuántos ministros de fomento harán falta
para que se vean llegar a León las máquinas del tren en la forma prometida.
Es la primavera misma la
música del cuco en las arboledas. Primavera traidora que nos sube y nos baja,
nos marea. Y si al baile de emociones se le añade un combinado de hormonas, la
estampa ya tiene nombre, ponle adolescencia o, si quieres, juventud. Es casi
una enfermedad. Una enfermedad añorada, creo. Tenías que haberlo visto. Lejos
de la oscuridad luminosa de las pistas de baile, apretados como en un club de
moda entorno a la música de los 40 Principales, en el locutorio de la calle
Villafranca, un grupo de jóvenes asistía en directo a la emisión del programa
del 40 al 1 con Tony Aguilar. Pocas veces tenemos ocasión de asomarnos a la
recámara del Mago de Oz. En muy pocas ocasiones podemos estar presentes en el
taller en el que se construyen de algún modo los sueños. En estos días en los
que tantos chicos y chicas padecen trastornos de angustia o de ansiedad, era
reconfortante ver la mirada de ilusión con la que asistían, admirados, al
derroche de energía con que el popular presentador hacía su trabajo. Pura
energía. Pura vitalidad. Pura juventud. León Ciudad 40 o Ciudad 40 León, es
verdad que no sé cuál es el orden y es curioso saber que para los recuentos de
las menciones en las redes sociales es importante emplear siempre las mismas
palabras colocadas de la misma manera, porque el liderazgo se construye desde
la masa y la masa se alcanza por acumulación. Ahí estaba en el micrófono la
eterna juventud, mirando a los ojos a la juventud eterna, desplegada alrededor
de la radio-star a la que ningún vídeo ha podido matar.
Me sopló un pajarito que al
día siguiente Tony Aguilar quiso ver el Cáliz de Doña Urraca ahora que parece
probado que es el Santo Grial: la fuente de la eterna juventud mirándose cara a
cara. La eterna primavera.
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