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viernes, 23 de mayo de 2014

La nada o un cielo incierto. (En Hoy por Hoy León, 23 de mayo de 2014)

Los más conocidos fueron Marcial Lafuente Estefanía, en lo que se refiere a novelas del oeste  y Corín Tellado, autora de unas cuatro mil novelas de las llamadas “novelas rosa”, pero hubo muchos más. Hay que tener unos años para acordarse de aquellas “novelas de a duro” que se vendían en los kioscos y que proporcionaban una evasión rápida, sencilla y barata. Por eso conviene explicar a quienes no sepan de qué estoy hablando, que se trataba de una especie de analgesia de bolsillo consumida de manera popular como hoy se devoran los capítulos de las series de televisión, sean los seriales costumbristas de la hora de la siesta o las comedias de humor más o menos grueso pensadas para la hora de la cena. Consumo inmediato, energía directa para la fantasía.

Hay uno de estos autores que me presta alguna frase para estos artículos míos de los viernes. Escribía bajo el seudónimo de Jim Murray, y puesto que así lo quiso él, mantendré su anonimato. Sí diré que me gustaría utilizar este espacio para rendirle hoy un pequeño homenaje. Por nada en especial. En atención a su actual situación, que requiere del cuidado y la atención total de otras personas. Tiene suerte de que su hija haya decidido ocuparse absolutamente de él y de hecho es esta circunstancia, la atención sin medida de su hija, lo que le mantiene todavía con vida. Escribió muchísimas novelas, títulos como “Oeste indómito” o “Un luchador” que se publicaron en la colección “Cuatreros”, pero también pequeñas joyas de la imaginación como “El peso de la ley”, “Logan vuelve” o “Cuatro cirios para Snake” publicadas en la colección FBI. Seguro que andan todavía algunas por la casa del pueblo arrumbadas en algún baúl, en algún puesto del mercado de los sábados en Don Gutierre o entre los cachivaches de alguna tienda de esas que recogen el pasado, le dan una mano de betún de Judea y lo devuelven como nuevo. Hay frases suyas que son máximas. Por ejemplo esta: “¿qué le importa al tigre una raya más?” Es cierto, de enloquecer hay tiempo. Mantengamos la serenidad y expliquemos que está ya viviendo sus últimos días, que en cualquier momento llega la hora de su último final y entonces tendrá valor otro pensamiento suyo, otra sentencia. “¿Y después qué? La nada o un cielo incierto”. La nada o un cielo incierto. Exactamente esa es la realidad que hay detrás de cada batalla, de cada derrota, de cada pérdida. La nada o un cielo incierto.


El vacío que nos deja el corazón encogido tras la ausencia es semejante a esa perplejidad existencial, la nada o un cielo incierto. Ya no valen ideas fantásticas, ni elegantes criminales escondidos en el aire informal de un dandi americano, ni rudos vaqueros estableciendo a balazos el límite exacto entre el bueno y el malo. Son tiempos de fin de novela, tiempos de entrever la nada más oscura o la tímida luz de un cielo incierto, pero no es momento de estarse quieto. No digo yo que haya que romper a patadas la transparencia de las urnas, ni que haya que encender en tinta de colores la gris prepotencia de las papeletas de los partidos que nos pedirán el voto para el domingo hasta esta noche. Pero conviene saber que después de que se haga el recuento, sean quienes sean los que vayan a representarnos en Europa, no tendremos a nuestro alcance más que la nada o un cielo incierto. Gracias Jaime, seguirás siendo Jim Murray en cada duelo.

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