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viernes, 3 de octubre de 2014

Las manos que hacen el mundo. (En Hoy por Hoy León, 3 de octubre de 2014)

Las manos que hacen el mundo no están atadas en joyas, ni escondidas en suaves guantes, eso lo sabe cualquiera. Las manos que hacen el mundo son las manos de quienes empujan la vida cada día en cualquiera de sus manifestaciones, desde la vendimia de un racimo de uvas, hasta el dibujo del ciclo del agua en el encerado de una clase de ciencias naturales o la pinza recién colocada en el alambre que sujeta la sábana tendida al sol de esta mañana de viernes. Las manos que hacen el mundo son tus manos y las mías, conviene que lo recuerdes. Te lo digo hoy y lo hago así, sin transición de “¡cuánto tiempo! ¿Qué tal el verano? ¡Ya tenía mucha gana de que volviéramos a encontrarnos!”, porque tengo en la punta de la lengua esta idea obsesiva desde hace muchos días, casi desde el comienzo del verano y me encontré a mediados de julio con dos promesas que hoy debería cumplir.

La primera se la debo a un maestro que tiene manos que hacen el mundo en su taller de encuadernación. No voy a mencionar su nombre, no es necesario, pero le hice una promesa porque me encantó encontrarme con él y saber que es como tú, uno de los miles de leoneses que en toda la provincia se encargan de hacer la radio, escuchándola en segundo plano, mientras sus manos hacen esa parte del mundo que les toca hacer cada mañana. Me decía que le encanta este programa, que lo escucha siempre desde hace años y que participa siempre que puede en el buzón del oyente, sobre todo denunciando situaciones que impiden la autonomía de las personas discapacitadas, advirtiendo de barreras arquitectónicas, desnudando la hipocresía de una sociedad que proclama la integración de las personas diferentes, pero que llena de trabas el día a día de quienes no son como los otros. Me pareció más que valiente y me gustó mucho hablar con él. Es verdad que había en su voz cierto desánimo, pero quiero decirle hoy que sus denuncias son siempre necesarias, que no debe dejarse vencer por el cansancio, porque es una actitud como la suya la que permite que cada día se construya el mundo y eso es algo por lo que debemos darle las gracias.


La segunda promesa se la hice a Pepe Muñiz y tiene que ver con alguien que también, como tú, hacía la radio escuchándola en segundo plano, mientras sus manos hacían la parte del mundo que le tocaba hacer cada mañana, solo que, curiosamente, esa parte del mundo que él tenía que hacer era la radio, precisamente esta radio y la hacía desde el rincón más apartado de los focos, desde la sencilla y discreta distancia de los maestros que saben usar sus manos en la hora que les toca hacer el mundo. Se lo dije a Pepe el mismo día en que asistimos a su funeral, después de un paseo y de tomar una cerveza, mirando el sol dibujar reflejos en el gallo de la torre de San Isidoro: las personas más sólidas se van siempre sin hacer un ruido. Creo que fue algo así lo que dijimos y nos prometimos que, a pesar de que pasaría demasiado tiempo para esta sociedad de vértigo, el primer artículo de la nueva temporada hablaría necesariamente de él, aunque fuera levantar la piel que se va endureciendo sobre la herida para muchas personas que trabajan en esta casa. No me lo toméis a mal. Tampoco voy a decir su nombre. No hace falta, porque tenía manos que hacen el mundo y sabemos todos de quien estamos hablando. Echaremos en falta su abrazo, su sonrisa. “Dame un abrazo por si acaso”, me contó Pepe que fue lo último que le dijo.

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