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viernes, 6 de marzo de 2015

Emilio, o la educación. (En Hoy por Hoy León, 6 de marzo de 2015)

Una de las cosas que siempre me han gustado de ser profesor de filosofía es tener que explicar a Kant cuando llega la primavera. Me gusta esa tensión entre el impulso de la vida desbordándose alrededor y la exigencia del rigor lógico del sistema kantiano, la aridez de sus textos. Ahora que el candidato del PSOE a la Presidencia de la Comunidad de Madrid ha puesto tan de moda la filosofía no se siente uno bicho raro diciendo estas cosas y, si él puede citar a Kant en un mitin, me gustaría pensar que yo puedo acordarme de Rousseau en esta mañana de viernes. La Ilustración es el momento clave en el camino hacia la libertad y ese camino empieza naturalmente en la educación. Los filósofos ilustrados se dieron cuenta de ello, especialmente Locke y Rousseau. El filósofo suizo escribió una obra muy interesante que tituló Emilio, o la educación, un tratado sobre la bondad original del hombre, en cuyo pasaje inicial se lee: “Todo está bien al salir de las manos del Autor de la naturaleza, todo degenera en las manos del hombre”. Parece que, según esto, los primeros movimientos de la naturaleza son siempre rectos, no existe ninguna perversidad original en el corazón humano. El hombre, este Emilio del que nos habla en su tratado, es bueno por naturaleza. El mal procede de la acción que el propio hombre ejerce contra su bondad natural. Ahí radica la importancia de la educación. Como la naturaleza es buena y origen de todo bien, el ideal educativo consiste en utilizar como criterio pedagógico el desarrollo de lo que hay de natural en el hombre, adecuando a él la educación. Así es que hay una bondad de salida en los seres humanos que se deteriora porque participan de una sociedad inevitablemente corrupta. El pensamiento ilustrado impulsó los grandes movimientos sociales que están en el origen de la idea de ciudadano que hoy seguimos sosteniendo como piedra angular de la civilización occidental. Hablamos de la Declaración de Independencia de las Colonias Británicas del 4 de julio de 1776 o de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano del 23 de junio de 1793 como el origen de la actual Declaración Universal de Derechos Humanos. De todas maneras, acuérdate de que esa gran revolución que empezó en Francia en 1789 hizo que rodaran muchas cabezas por los suelos de las plazas públicas. Hoy las cabezas que ruedan lo hacen figuradamente y la guillotina no deja sangre, porque la maquinaria del partido impone el estado de las cosas, aunque este no sea un estado natural. De todos modos no habrá que preocuparse, porque a este Emilio que la sociedad maltrata se le buscará un lugar cómodo en el que poder seguir su carrera. No sé si es algo que ya figura en el contrato y no precisamente en el Contrato Social del que nos hablaba Rousseau.


En el Emilio, supongo que tiene que ver con la época, se excluye del ideal de educación a las mujeres. Afortunadamente eso ya no es así y las mujeres lideran la construcción de una sociedad más humana en muchos aspectos. Lo escuché esta semana: la paz germina en el corazón de las mujeres. Permíteme que termine hoy con esta idea, aun sabiendo que el tema de la semana es el de una cabeza rodando figuradamente por las moquetas de Ordoño, puede que por la brutal ausencia de una mujer. La paz está en el corazón de las mujeres, está en su mano y en su fuerza. Lo sabemos bien. El domingo es el Día de la Mujer. Todavía te da tiempo a celebrarlo. En el García Bellido lo hacen bailando. Un baile multicultural con mujeres tailandesas, dominicanas y leonesas. Una fiesta del poder de la paz y la educación.  

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