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viernes, 15 de mayo de 2015

Magia Blanca. (En Hoy por Hoy León, 15 de mayo de 2015)

Hay veces que la verdad te llega como en un disparo. Me encanta cuando me pasa, porque me doy cuenta de que, cuando eso ocurre, es porque mi mente ha suspendido su actividad. Quizá la forma más sencilla de comprenderlo es hablando de lo que se ha llamado “pensamiento ajá!”. Martin Gardner escribió un libro muy divertido sobre el tema. Un libro que te recomiendo y que se llama “¡Ajá! Paradojas que hacen pensar”. En él explica algo que ya me dijo mil veces mi profesor de latín, que los problemas que no somos capaces de resolver hoy debemos encerrarlos en un cajón y olvidarnos de ellos, de manera que, al volver a enfrentarlos al cabo del tiempo, lo normal es que se resuelvan en un golpe de vista o que hayan dejado de ser problemas. Y la verdad es que bien pocos son los que persisten.

Anoche me contaban una historia lejana, la de una mujer ya mayor que se agarró a su bolso y se escapó de su día a día, emprendió un camino cualquiera y se refugió del calor de este mayo atípico en un lugar en el que nadie podría encontrarla. Nadie salvo su propia muerte. Ya ves. Lo curioso es que no me produce tristeza un suceso semejante. Más bien me da por pensar que es un triunfo. Cuando analizo las circunstancias comprendo que es un suceso horrible, triste y doloroso. Eso es lo que me dice mi mente. En cambio, visto desde la intuición estratégica del “¡ajá!”, ese acto de voluntad liberadora es un triunfo.


Al hilo de la idea del triunfo, me han hablado estos días de un muchacho que es mago y que se dedica a pasar por los hospitales de Madrid haciendo magia a los niños enfermos de cáncer. Lo he asociado con el triunfo. Dice este mago que antes le preocupaba mucho ganar dinero, tener éxito, triunfar para vivir bien y resulta que ahora, desde que está yendo a los hospitales, esto ha dejado de ser un problema para él, porque ahora entiende que lo único que importa, lo único que realmente valora, es la vida, porque dice que es lo único que tiene que realmente vale la pena. Es el mago Alberto. Y claro que sé que no es novedad que haya magos solidarios. La novedad es esta manera de entender el éxito, este enfoque de la idea del triunfo, porque una de las primeras cosas que uno tiene que aprender para poder ser feliz es que las pérdidas son positivas. Las enfermedades no son problemas, son armas que nos da la naturaleza. Iba a decir armas para crecer, pero ahora hay varias palabras que, por lo menos hasta que no termine la campaña, son difíciles de usar. El infinitivo da mucho juego, porque a veces viene de un mal uso del imperativo. Creced se convierte en crecer, trabajar viene de trabajad y hacer, bueno, no sabría bien decir qué es lo que podemos hacer. Y es que es curioso esto de los infinitivos, que también el PSOE lo trae a la espalda con su “Gobernar para la mayoría”. Y es que, en el fondo, el infinitivo esconde un cierto carácter imperativo. Lo he visto en la foto de Silván, esa en la que está con las manos abiertas como queriendo dar una explicación. Cuando lo ves al pasar, parece el gesto de un pistolero, el gesto que hacíamos cuando niños y jugábamos a policías y a ladrones y nos disparábamos con el dedo. Creo que es un gesto desafortunado a pesar de la calidez y la bondad que se respira en la foto. ¿Cómo serían estos políticos de niños? ¿Le gustarían al niño Silván los trucos del mago Alberto?

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