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viernes, 22 de abril de 2016

Desportillados. (En Hoy por Hoy León, 22 de abril de 2016)

Veníamos hablándolo en el tren y lo había oído estos días en algún otro sitio: ¿qué estamos viviendo? ¿Unos tiempos de cambio o un cambio de tiempos? Me parece interesante el matiz, porque la diferencia entre decir que estos son tiempos de cambio o decir que se trata de un cambio de tiempos está en la intensidad, en la duración, en la profundidad del cambio. Parece que es más intenso un cambio de tiempos, como que eso lo remueve todo, lo cambia todo, haciendo que el escenario de lo que ocurre, el tiempo, sea sustituido, o por lo menos remendado, modificado. Se cambia un tiempo por otro. Lo que sucede sigue siendo lo mismo, pero sucede en atención a un tiempo diferente.

Por su parte, vivir en tiempos de cambio significa que ese escenario del que te hablo, ese fondo por el que transcurren las cosas, es permanente, pero propicia los cambios, permite que las cosas que ocurren ya no sean las cosas que ocurrían, sin que cambie el fondo del cuadro. Ya sé que te estoy haciendo un lío, que contarte estas cosas por la radio no es lo propio y menos en un viernes, cuando ya se acerca peligrosamente la hora de salir a tomar el aperitivo y debería, por lo menos, explicarte de qué va todo esto. Pues verás. Lo que me pasa, y creo que no es por la llamarada esa que dicen que ha dejado una cicatriz en el sol, que yo de eso me he enterado de rebote y tampoco tengo claro que sea una noticia puramente científica, es que siento que nada es firme bajo nuestros pies, que, en todas direcciones, se comprueban ejemplos de movimientos títere, oscilaciones tentetieso, desde las emociones, hasta las creencias y desde luego pasando por los hábitos. En medio de eso sigue operando la discusión sobre lo que está bien y lo que está mal, lo que alivia y lo que carga nuestra conciencia moral, solo que los términos de la discusión no son términos de bueno y malo, porque hemos introducido el relativismo moral en el discurso. Y te digo, como ya he hecho tantas veces, que soy incapaz de emitir un juicio al respecto, porque no tengo claro que esa oscilación sea tan mala, porque entiendo que el movimiento es lo que hace que sigamos vivos. Tiempos de cambio o cambio de tiempos, me doy cuenta de que nada permanece lo bastante para tener arraigo. ¿Que de qué estamos hablando? Pues supongo que hablamos de amor como no puede ser de otra manera. Ya sabes que solo el amor nos explica, que solo por el amor entendemos la belleza.


Así es que, cuando escucho la noticia de los despidos de la Caja, déjame que la llame de este modo, déjame que siga sintiendo que aunque son tiempos de cambio, ese cambio que hay en el tiempo deja algunas cosas como son, me doy cuenta de que aquello que iba a ser el músculo financiero, finalmente se convierte en poco más que una loncha de salami. Hablamos de la Caja e incluimos todo, todo lo que se mueve con ella, porque, como estamos viendo en la crecida de los ríos, los destrozos no los produce el agua, sino todo lo que ella lleva. Hablamos de esa decisión de recortar la plantilla de la Caja ya tantas veces recortada, acudiendo ya a todo eso que está a un paso de las jubilaciones. En el Portillo se sabe que hay secciones enteras que van a desaparecer, que aquella estructura en la que se creaban secciones en las que había jefes que lo eran solo de sí mismos o de uno o dos más es una estructura insostenible. Lo que pasa es que ahora se oye decir que unos serán despedidos y que otros serán recolocados en empresas del entorno de Unicaja y es por eso que te digo que estos tiempos de cambio o este cambio de tiempos, tú sabrás lo profundo que te puede llegar a resultar, trae consigo la evidencia del amor, porque, para cada traslado, cada despido, cada jubilación anticipada, hará falta una historia de amor.

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