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viernes, 6 de mayo de 2016

Toldo. (En Hoy por Hoy León, 6 de mayo de 2016)

El vídeo del Orfeón Leonés cantando el Himno a León en el Claustro de San Isidoro en la celebración del primer pleno de las Cortes de Castilla y León fuera de Valladolid es uno de esos pequeños momentos brillantes de la historia que tanto me gusta subrayar. ¡Es León! ¡Viva León! No sonó como un grito de guerra en las voces de los integrantes del Orfeón, pero era el eco de quienes protestaban fuera recordando todas aquellas heridas abiertas en el corazón del león.

        No hace falta que me recuerdes que el Himno a León lo es a la ciudad y no al Reino y que, si nos ponemos a hablar de historia, se nos queda corta la mañana, así es que vamos a centrarnos en lo que quiero decir: esa imagen del Orfeón Leonés gritando viva León a los oídos de los parlamentarios castellanos en el Claustro de San Isidoro es un modo de enseñarnos que somos víctimas de nuestros propios monstruos. El cielo de esa mañana tan luminosa estaba oculto por un toldo con el escudo de la autonomía de Castilla y León, que está formado por los símbolos del Reino de Castilla y del Reino de León tras la salomónica decisión de Fernando III de unirlos en un solo blasón. No se trata de discutir aquí si el símbolo es apropiado o si es exagerada la pretensión de la autonomía al utilizar el escudo de Fernando III para representar solo a nueve provincias con un emblema bajo el que se unieron tantos territorios, sino que, al ver las fotos, he advertido que entre los huecos que dejan los toldos que componen la estampa se cuela el azul limpio del cielo leonés, ese cielo que no está parcelado, que es leonés pero tiene la luz del mar de Galicia y el reflejo lejano de los bloques de hielo de la Antártida, porque en el cielo no hay límites, no hay fronteras, no hay patrias. El cielo no tiene escudos ni banderas y por eso se cuela poderoso entre las rendijas abiertas que se dibujan en la foto.

Y el asunto es que, ¿de verdad que era necesario que el toldo llevase impreso el escudo de la Junta de Comunidades? Me imagino que sí, que sería una forma de marcar territorio, pero eso es algo que tiene que ver con el suelo y no con el cielo, por lo que creo que ese toldo era una sencilla impostura. Seguro que se ha confeccionado para la ocasión, seguro que ha quedado impactante en las fotos y en la retina de los parlamentarios y las autoridades que asistieron a este pleno histórico. Seguro que era necesario, no seré quien lo discuta. Espero también que sea desmontable y que se pueda usar para otros lugares y ocasiones, que no sea uno de esos elementos decorativos que se colocan una vez y que luego se arrumban, porque, de ser así, hubiera sido mejor un toldo aseadito y limpio de ningún emblema, un toldo que pudiera quedar para todo momento, para toda celebración. Sigo con lo que te contaba el viernes pasado, veo que las cosas deben ser lo más sencillas posible, que esta complicación de banderas, símbolos y emblemas solo consigue despistarnos, desviarnos de nuestro verdadero modo de sentir las cosas, desde la sencillez, desde la confianza, desde la honestidad.

Pero eso es imposible, porque nunca somos enteramente honestos, ni actuamos con total confianza, ni somos capaces de expresarnos siempre con sencillez. Por eso necesitamos banderas, para enterrarnos en ellas, envolvernos en batallas espúreas y encontrar el sentido del día a día en sueños que son de otros. Una pena. 

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