Buscar este blog

sábado, 4 de junio de 2016

Más nostalgia que tristeza. (En Hoy por Hoy León, 3 de junio de 2016)

La noticia es que “la roja” vuelve a León. Así dicho, descoloca a cualquiera. En cuánto ves las fotos te das cuenta de que esa roja que viene es la selección española y que eso que tanto importa es el fútbol. Claro que es estupendo para la ciudad que venga la selección. Saldremos por la tele y es que, como se decía en León Deportivo esta semana, estamos de moda. “Será por el AVE”, dijo alguien. Será por eso o porque hay instituciones deportivas y políticas que están favoreciendo que esto suceda. Y eso es bueno. Ya hace tiempo que sabemos que el pulso de la ciudad late con el turismo. Por eso es importante estar de moda, y por eso es una noticia, casi tan buena como la de que la roja viene al Reino de León, la de que se va a poner en marcha la reforma del Museo de San Isidoro, aunque no tenga tanta repercusión mediática. Tengo que confesarte que de todos los lugares hermosos que hay en León, para mí no hay ninguno tan especial como el Panteón de los Reyes. Siento que en esa pequeña cripta, envuelto en esas maravillosas pinturas, late el corazón de la historia del Reino. Y, cada vez que bajo allí, percibo sus latidos.

Esas pinturas son como el pericardio del corazón del león y esa imagen de la sangre bombeada desde la cripta me devuelve a la idea de la roja y recuerdo aquel once de junio del año pasado en que todavía no habían ocurrido tantas cosas y me parece que este año que ha transcurrido es una brecha en el tiempo tan sangrante que va a ser imposible de restañar. Y eso que, cuando me paro a pensarlo, entiendo enseguida que todos los años pasan muchas cosas, que todos los años hay atentados, escándalos políticos, terremotos, migraciones, desastres de toda clase. Todos los años, en lo personal, mudamos la piel sin darnos cuenta y nos convertimos en lagartos extraños a nosotros mismos. Lo que pasa es que hay mucha gente que anda estos días con tensión en el pericardio. Me lo describía un amigo: “tengo arritmias, angustia, presión en el pecho, yo creo que tengo tensión en el pericardio”, me dijo. Y sí, andamos con el pericardio a cien. Así es que hay que tomar distancia de las cosas y olvidarse del color rojo de la sangre y buscar el rojo en otras cosas. Mira por ejemplo el rojo de las amapolas que han crecido en el andén de la estación. De la antigua estación, ya sabes, la de la calle Astorga, que sigue luciendo su belleza esperando a ver qué hacemos con ella y que aprovechando que llega la primavera se decora de amapolas. Mi cuerpo es una locura de amapolas, dice, y se sobreentiende que está ahí para que la disfrutes. El  rojo de la sangre, con la muerte, se transforma en rojo de amapolas, en azul de malvas, en amarillo de retamas, en vida que se extiende desde el suelo.


Te lo cuento porque hace unos días se murió Carlos Romero uno de los hombres que más se preocupó por otro de los grandes tesoros de León, su riqueza natural y paisajística, un doctor en flores, como lo bautizó Trapiello y, hablando con su hijo, me quedé con una frase que vengo repitiendo. “Tengo más nostalgia que tristeza”. ¡Qué cosas! Eso es justo lo que me pasa, que tengo más nostalgia que tristeza. No por la muerte del padre de mi amigo, que esa nostalgia le corresponde a él, sino por ese pericardio sano y fuerte que tuvimos algún día. A ver si cuando venga la roja a León nos inventamos otra moda, que esa de silbarle a Piqué ya está pasada y, aunque sea septiembre, podremos conservar en el alma esa locura de amapolas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario