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viernes, 1 de junio de 2018

Hormigas. (En Hoy por Hoy León, 1 de junio de 2018)

Yo también nací al día siguiente del Corpus. Ese año cayó más a mediados de junio; no era día uno, pero, como hoy, era un día para empezar. Era un viernes después del Corpus, uno de esos tres jueves en el año que relucen más que el sol, un indicio de verano. Y hoy es otro día de comienzos, otro día para dejar que entren cosas nuevas. La primavera trae estos milagros, provoca este breve reverdecer de lo que parece muerto y es ese asombro el que remueve la entraña que permanecía vaga, aletargada de inviernos y costumbres, abrigada de rutina y de soberbia. Pero algo salió por donde no debía y todo se precipitó hacia el color y ha tenido que ser justo en este Corpus cuando explote. ¿Y a partir de ahora qué? Ahora, la incertidumbre de la existencia, la náusea angustiosa, la certeza de esa condena absoluta a la libertad.
Han pasado cosas. Están pasando cosas. Seguirán pasando cosas. Cosas que hacen personas, claro, porque es muy claro que hay personas que hacen cosas: es como que la primavera tardía brota y se riegan las grietas que se abren en el suelo reseco. Y todo tiene que empezar desde este viernes, aunque sabemos que nada nuevo, nada radicalmente nuevo va a suceder por muchas cosas nuevas que sucedan; ya ves cómo es esto, que tenemos que volver a aplazar la realidad hasta que toque y nos tenemos que encerrar en esta interinidad de primavera. ¡Cuánto alivio y cuánta tensión! Y, mientras todas esas cosas importantes pasan al otro lado de la radio, detrás del cristal de la tele, en el fondo oscuro de tu móvil, en la tinta fresca de los periódicos, nos entretenemos en la misma vida de siempre. No. No creas que no me doy cuenta. No creas que no me importa todo lo que sucedió ayer y está sucediendo hoy. Me importa y estuve escuchando la radio cuanto pude, porque me importa. Pero también estuve en la calle. También caminé junto a la gente. También comprendí que nada se congela y menos si lo que explota es por fin la primavera.
Estoy hablando de la dimisión de Zidane, ya lo sabías.
Todas las demás cosas que pasaron ayer, cosas que hicieron personas o personas que hicieron cosas, son la realidad de la vida y ahí todos somos hormiguitas que se suben por el tronco reverdecido de un gigante que ha nacido en primavera, un gigante de corazón incierto que todavía tiene que levantarse apoyado en sus muletas. Todos los veranos tenemos alguna plaga, creo que este año tocan hormigas, creo que somos plaga, hormiguitas obedientes que se ponen en fila para alimentar el hormiguero, soportando cargas imposibles que multiplican indeciblemente nuestro peso. Y así caminamos, cerrando la fila, conformándola, hasta que tropezamos con barreras de talco, diques blancos imposibles de saltar. Es como que el blanco se funde en arcoíris y te saca de tu fila.
Entre tanto, hacemos todas las filas que nos piden. Nos colocamos uno tras otro a por una gotita de miel. Pero, si quieres, te puedes quedar con la cigarra cantando a la sombra de cualquier almendro. Puedes evitar la cola. Lo he visto en el anuncio de una empresa leonesa que se dedica a hacer recados: si quieres apuntar a tus hijos a ciertas actividades de verano, no tienes por qué irte a hacer la fila de las hormiguitas, pagas y ellas hacen la cola por ti.    

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