Todavía no eran las seis de la tarde. Una pareja
entretenía el tiempo en un rincón, ensayando todos los rituales del cortejo. La
camarera bailoteaba alegre mientras preparaba café. Una mujer se bebía un
Martini con ginebra aprovechando que sacaba a pasear al perro. A pocas calles
del bar, un coche fúnebre se ponía en marcha para llevar a Puente Castro el
cadáver de un hombre joven. Un muchacho de catorce años se desmoronaba
finalmente en el hombro de su hermano, desmontando el mito de que los chicos no
lloran y sus compañeros, niños todavía, dejaban salir toda su pureza, llorando
al compás que marcaba la pena de su amigo. Nosotros tomábamos café como quien
necesita una pausa para ir del corazón a sus asuntos.
El de Matadeón, que conoce bien
el despliegue de los barbones cuando llega la hora de enseñar pluma, controlaba
de reojo a la pareja y el de Babia se acordaba de un viejo colega que había
dejado el oficio para trabajar en la Diputación. Esa fue la palabra que disparó
en mi cabeza la idea del artículo del viernes, quizá porque me parece un
paradigma de los tiempos que vivimos el desgobierno de Valderas y asocié de
inmediato un asunto con el otro. Digo que es paradigmático lo de Valderas
porque expresa el desajuste que nos envuelve: un municipio con un presupuesto
anual de 800.000 euros que mantiene una deuda de 4 millones. Normal que la vara del
alcalde sea un hierro incandescente y no haya nadie que la quiera. Normal que
haya bofetadas por no enfrentar ese Miura, que haya dimisiones y tránsfugas,
que el grupo de los no adscritos tenga la mayoría absoluta. Normal que la
alcaldía sea una patata caliente que nadie quiere pelar, pero que, una vez
fría, todos querrán masticar.
El caso es que estábamos
tomando ese café, todavía encogidos en el aire del luto, cuando el de Babia
dijo Diputación y yo les pregunté por el tema de la semana. Ahí el de Matadeón
estuvo fino, que me contestó, “pues, si es por el tiempo, habla de setas y de
castañas”. Lo de la castaña ya queda medio dicho con todo el asunto de la
alcaldía escurridiza, que será un festival ver a la Secretaria preguntando a
los concejales si quieren asumir el mando. Digo yo si, a pesar de las
dificultades, no estarán moralmente obligados a aceptarlo, toda vez que hubo un
día en el que se presentaron, a no ser que lo vean tan claro que dimitan sin
reparos y dejen todos los sillones vacíos. Anarquía municipal. ¡Que la
maquinaria del Estado se encargue de asumir su propia miseria! ¡Que el sistema
que permitió el desfase se haga cargo de las consecuencias! Lo malo es que
siempre el sistema somos nosotros, usted que me escucha y yo que se lo cuento y
la castaña será para nosotros.
Para la seta vale el titular
que nos dejó el Consejero Silván en la Cámara de Comercio diciendo que “el
Parque Tecnológico de León es un referente”. Seguro que lo es. No lo pongo en
duda, pero a mí me da que está ahí puesto como a quien le sale una seta en el
jardín. Una seta suculenta en mitad del jardín abandonado de la industria
leonesa y no cuento aquí la anécdota de que en una empresa del Parque tenían
algún problema de cobertura con la red móvil, porque seguro que no me creen.
En fin, que es tiempo de
setas y castañas, lo dijo uno de Matadeón y lo corroboró uno de Babia.
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