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viernes, 27 de enero de 2023

En la panza de una parábola. (Audio)

 

En la panza de una parábola. (En Hoy por Hoy León, 27 de enero de 2023)

Ahora que está encendido el botón del frío me apunto a caminar por las mañanas. En esa hora en la que todavía la ciudad mantiene abierta la boca oscura de la noche las calles se enredan de tráfico y vaho, bocas que hacen niebla en cada paso, miradas llorosas en el vidrio del sueño, gargantas secas bajo el calor de la bufanda. Muchos llevamos al oído las noticias o tenemos música que nos aparta del ruido de la mañana, el despertar ligero en los brochazos rojizos que se ven venir por allí por La Candamia.

Camino andando en mis ideas y escuchando las noticias que no me llegan a la conciencia y las escucho sin saber que las oigo, como ayer por la mañana que oía de la protesta de Ecologistas en Acción por la planta de calor de Puente Castro. Caminaba en mi ensueño, avanzando el paso con todos mis pensamientos puestos en una muchacha que ayer cumplía los años en la distancia fría del tiempo. No se me congeló ninguna lágrima. Escuchaba la noticia de la planta de calor y resbalaba todo el frío que sentía por mi espalda, se me caía, como se me caía la calva, esa calva que sigue avanzando hasta el cogote debajo de una gorrilla de lana. Caminaba a tres conciencias, la de mis recuerdos, la de las noticias, la del cuento que a mí mismo me contaba. Garbancito, ¿dónde estás? En la barriga del buey, donde no llueve ni hace frío. Tres conciencias en un solo acto de pensamiento. Quizá ninguno de esos tres pensamientos era un pensamiento genuinamente mío. En la barriga del buey. Hoy no llueve, pero hace frío. Mucho frío.

El día anterior, el miércoles, al pasar por la azucarera de Santa Elvira me acordé de que era Santa Elvira. Lo acababa de leer en el almanaque de la cocina. La conciencia repasando santos y cumpleaños, encendiendo el frío, hasta que un calor rojo me recoge y me saca de ese caminar helado y me sumo a la fuerza del día que se abre a la luz por Puente Castro, cada día unos minutos antes. Por los Reyes lo notan los bueyes, por San Vicente lo nota la gente, por San Blas, una horica más. Por San Blas una hora más. Ande yo caliente y ríase la gente, sea o no sea referente. Y vuelta a empezar con la sensación de resbalar al frío por la pendiente y resbalar hasta la panza de la parábola que me sujeta y subir hacia el calor del día por la línea justa que marca la exactitud simétrica de la parábola. ¿Dónde estás? En la panza cruda de la parábola que me sostiene, en el vértice del vaivén matemático de los días, en el frío amenazado de calor producido a gran escala, de calor oscuro, calor de concierto privado con dominio público. En la panza entre un santo y un cumpleaños. En la certidumbre única del calor que me acompaña, que me rescata del frío, que no permite que me olvide de lo importante, que me deja la conciencia en el foco de todas las parábolas. Donde a veces llueve, pero nunca se siente el frío de la soledad.


viernes, 20 de enero de 2023

Fractal. (Audio)

 

Fractal. (En Hoy por Hoy León, 20 de enero de 2023)

    La medida de todas las cosas depende del tamaño de la regla con que se mida. Si nos parásemos a medir la longitud de la costa cantábrica con una cinta kilométrica, la distancia que nos saldría como resultado sería mucho menor que la que obtendríamos de medirla con una regla de las que usan los muchachos para dibujar. Me parece que ese es un principio para todas las cosas, que la medida está en el medidor.
    

    El problema surge si queremos saber con la mayor precisión posible la medida de las cosas y esas cosas no tienen formas geométricas: no son circunferencias, ni paralelogramos, ni objetos por el estilo en los que el perímetro se conforma de manera regular. Hasta en la circunferencia nos encontramos con un cierto problema de exactitud al entrar en juego el número “pi”. En la vida no hay líneas rectas. Todo es sinuoso, quebrado, tortuoso. Observas la naturaleza y te das cuenta de que esa ausencia de regularidad es quizá lo que procura su belleza. Y, curiosamente, dicen algunos matemáticos que si analizamos en profundidad esos objetos irregulares podemos encontrar en ellos una regularidad íntima que nos permite pensarlos en términos geométricos. Es, si no ando muy confundido, lo que se llama teoría de los fractales.

    Un fractal es un objeto que de algún modo se autocontiene. No sé si eso está bien dicho, pero el caso es que en los fractales hay un todo estructural que se repite en cada una de sus partes. Piensa en una coliflor. Si te fijas, cada ramita de la coliflor es una coliflor y cada ramita de la ramita es también una coliflor. Vamos, no es una coliflor, pero tiene esa forma. Me vas a decir que a qué viene eso de los fractales y es que creo que la nieve tiene esa característica. No sé si de un modo perfecto, pero me parece que los copos de nieve son copos de nieve de copos de nieve de copos de nieve. Y así seguiría hasta que cuajara. Y pensé en los fractales desde el momento mismo en que cayeron las primeras chispitas el martes y disfruté de su fractal presencia el miércoles desde la mi ventana, mirando cómo los niños se deslizaban en trineos improvisados en la ladera que lleva al río, llenando de risas y juegos una zona verde que casi siempre está vacía en la soledad del sauce llorón que parece examinarlo todo con su aire de pena.

    Diría que el sauce llorón también tiene carácter fractal. Mi pensamiento se hace fractal mientras te pienso y me doy cuenta de que se autocontiene. Un dentista con dolor de muelas diciendo que lo más hermoso de la nieve es el silencio, gente que nunca pertenecería a un club que les admitiese como socios. El silencio de la nieve. El silencio de la nevada, que no el de después con las risas de los bolazos y los trineos. ¡Cómo te reías cuando vimos ese muñeco de nieve que era otra cosa! Un muñeco de nieve fractal. Por cierto, que fractal viene de fractura, en latín fractus. No sé cómo de fractal es lo que viene de Fabero y ese movimiento de tierras que parece que abre grietas. Fracturas como si se te saliera el brazo lanzando una bola de nieve con tu mano buena.


viernes, 13 de enero de 2023

Paralelas. (Audio)

 

Paralelas. (En Hoy por Hoy León, 13 de enero de 2023)

    Ayer, cuando me senté a pensar en lo que me apetecía contarte hoy, solamente tenía dos palabras en mi cuaderno: ombligo y paralelas. Ombligo, porque he escuchado hace poco decir a alguien que le gusta ver ombligos, que se fija mucho en ellos porque, dice que ella, me parece que era una mujer, no tiene ombligo y por eso le producen mucha curiosidad. De por qué tengo anotada la palabra “paralelas” en mi cuaderno no sé decirte. Pero tengo la seguridad de que, mientras hablo contigo, aparecerá el sentido que ahora no veo.

    Me parece imposible que alguien no tenga ombligo. Me parece que se debe tratar de una metáfora o de una hipérbole. La hipérbole en la medida que lo que quería decir ella es que tiene un ombligo muy pequeño o uno de esos pequeños nudos que se pusieron de moda en los setenta y que dejó muchas barriguitas con botón en lugar de agujero, una moda que bien pudo marcar a toda una generación. En ese sentido decir que no tiene ombligo sería una exageración. La metáfora me resulta más interesante, porque vendría a decir que no tener ombligo es no mirar para sí. Hay personas que son el ombligo del mundo, que son todo ombligo, que se pasan el día mirándose el ombligo y esta metáfora tan sedosa, casi una sinécdoque inversa en la que más que nombrar el todo por la parte se nombra la parte desde la nada, la ausencia, el vacío, aunque ese vacío se pudiera interpretar como un todo. No tengo ombligo querría decir en ese sentido “no soy pretenciosa” y me gusta mirar los ombligos de los otros, “soy una persona solidaria”.

    Ahora que se abre la veda de las candidaturas para las elecciones municipales de mayo se exponen los ombligos, aparecen como si estuviésemos en la playa y vemos los ombligos de unos y otros. Su presencia, su enormidad, su ausencia, su insignificancia. Ser candidato ombligo o ser candidato nudito. En cualquier caso, se trata de una exposición.
Pero a estas alturas de la charla sigo sin ver lo que quiere decir “paralelas” en este contexto. Creo que es solamente un corolario de aquel teorema del punto gordo que expusimos cuando hablábamos de la tangente. La idea de que dos rectas paralelas tienen un punto en común siempre y cuando este sea suficientemente gordo. Creo que es de eso de lo que me habla mi cuaderno, de que el ombligo, cuando es lo bastante grande, puede unir rectas que no tuvieran puntos en común, que en fotos de azul y rojo, pudieran unirse rectas paralelas a base sencillamente de ombligo.

    Y eso que cuando miro las vías del tren en una recta comprendo que dos líneas paralelas solo tienen un punto en común cuando se cruzan allí en el infinito, eso que algunos llaman punto de fuga. A lo mejor es eso, que en esta época de candidaturas se hace omnipresente el ombligo infinito que une rectas paralelas.