Buscar este blog

viernes, 28 de enero de 2022

Versus totalidad (Audio)


Versus totalidad. (En Hoy por Hoy León. 28 de enero de 2022)

    La vida se derrama en piezas. Uno nunca sabe en el continuo del tiempo la pieza con la que le toca lidiar en cada rato. Diría que se produce un tremendo desequilibrio entre el flujo del tiempo que siempre nos sobrepasa sin interrupciones y el acontecer de nuestra vida, que siempre se parte en acontecimientos, de manera que, por una parte, ni siquiera en el sueño advertimos un lapso en el que se pare el tiempo, como si ese paréntesis que marcan los relojes no tuviera que ver con nosotros, porque abrimos siempre los ojos en el instante siguiente a ese en el que nos habíamos quedado dormidos, hasta que miramos el despertador y vemos que han pasado seis o siete horas; y por la otra, vamos compartimentando nuestra vida en trozos de día que marcamos en agendas o temporadas enteras que señalamos en almanaques o acontecimientos concretos que sitúan nuestra historia: desde el último examen en la Facultad hasta el primer trabajo, desde que nació el primer niño hasta que terminó el Instituto,… Desde y hasta, preposiciones que volverán a titular algún episodio de los viernes. La experiencia interna del tiempo contra la experiencia del tiempo en relación al mundo. Ahora eterno versus presente imposible.

    Me encanta esa aporía, la de que el tiempo no puede transcurrir porque entre un instante y el siguiente hay una sucesión infinita de instantes, de manera que todo lo que pasa pasa siempre en el presente, aunque, a la vez, el presente no existe, porque cuando lo piensas ya es pasado, ya ha dejado de ser presente. He leído en algún sitio, creo que ha sido en un examen de Lengua de Segundo de Bachillerato, que quienes no entienden la Filosofía “la tachan de entretenimiento inútil para vagos” porque adaptan el mundo a su conveniencia. Veo mucho de eso cada día. Cada vez me encuentro con más personas que niegan la existencia de una verdad que no sea la suya, que solo ven de las cosas su trocito de realidad, lo que tienen delante, lo que les afecta. Y es verdad que la vida nos llega a trozos, pero no es verdad que esos trozos que nos afectan sean toda la vida.

    Ahora que empieza la campaña electoral, con gran desembarco de primeros espadas en León como ya hemos ido viendo en la precampaña, veremos que todos adaptan el mundo a su discurso. Pero esto que digo me resulta banal y sin sustancia. La clave no está en que los discursos disfracen el mundo de colores y hagan porciones el pensamiento para que cada uno se coma su quesito, sino en ver que si la cama es corta no hay por qué cortarle las piernas al que duerme. Pero volvamos al tema del tiempo y de la vida, volvamos a entendernos en la imagen fugaz de una sonrisa, volvamos a buscar las palabras atropelladas en el limbo de un cerebro que no se riega, un corazón que lucha al cien por cien por estar en forma, unos labios que no encuentran las letras adecuadas. Volvamos a entendernos en la vida.

    No hace falta que te cuente cuánta ira se acumula en el olvido. No tenemos esperanza si no hay risa, porque la vida mezquina de quienes niegan la totalidad, si no es lo suyo, es una vida pequeña, una vida estafada que se consume en su más absoluta miseria. Abraza la vida, que lo es todo, y siente siempre las palabras desordenadas de lo otro.

viernes, 21 de enero de 2022

Tras aterecer. (Audio)

 

Tras aterecer. (En Hoy por Hoy León, 20 de enero de 2022)

    El frío no es solo el frío del invierno. Uno puede estar aterecido de frío y saber que lo que le pasa no tiene que ver con los termómetros, porque hay un frío que no te viene de la fiebre ni de la helada, un frío que te quema y te paraliza, un frío interior que se desata en una noticia, en una emoción, en un vuelo del deseo.

    Ese frío, vamos a decir de combustión interna, te lleva a temblar sin que puedas tapar tu inquietud inexpresable, ese nudo agarrotado que se te agarra a la garganta y que no deja pasar ni una miga de pan, ni una gota de saliva, ni un soplo de aire que te libere. Y por más que escuchas consejos y buenas intenciones, por más que sabes que es verdad que las cosas siguen en su sitio, ese frío que te hiela no te deja ver más paisaje que el de tus temblores, de manera que salir de ese temblar te es imposible. Aterecido se dice mucho en Veguellina, creo. Aterecido como el páramo helado. Aterecido como el corazón del miedo. Aterecido como el silbido de la becada, si es que las becadas silban. 

    El martes un cazador me enseñaba orgulloso cuatro becadas que estaba preparando para guisar, cuatro avecillas desplumadas en su fuente, y pensé que es difícil entender los caminos del aprecio y el deseo. ¿Qué valor podría darle yo a un ave que ni tan siquiera sabía que existiera? Y, sin embargo, vistas allí completamente desplumadas, convertidas en suculento bocado para gourmets exquisitos, me hacían pensar en el nudo de tu garganta aterecida. ¿Cómo podría yo sacudir tu frío? Y en la desnudez de las becadas, en su exquisitez tan altamente proclamada, comprendí el valor del vuelo de los suspiros, el incalculable tesoro de cada latido, el oro infinito que brilla en cada una de nuestras palabras.

    Y veo que el nudo se deshace para la vida y las suculentas becadas se apartan en la mesa de quienes saben apreciarlas, porque lo que cuenta es desanudar los miedos y dejar que fluya la vida por nuestras gargantas. El frío no existe, o quizá sí, pero no puede ser un frío que se te cueza en las entrañas. Si temblamos, que sea por el hielo, por el viento, por la seca bofetada del invierno, pero no dejemos que nos gane el frío de los miedos.

    Ser capaz de sacudir las plumas de la angustia no es tarea fácil y menos en esta época de máscaras y fiebres y toses y pulmones vacíos de aire, este tiempo como de nudos permanentes y dolores, trombos, agujeros para que entre el aire. El dolor no es una opción, porque cuando te duele, duele, pero el sufrimiento sí. El sufrimiento se elige y está en tu mano y en la mía elegir no sufrir por mucho que duela lo que duela, por mucho que le duela a quien le duela. Sufrir es seguir una línea, como esa que han pintado en la zona de Álvaro López Núñez para el control digital del transporte público, que uno se queda impresionado con lo que es capaz de inventar el ser humano. Una línea verde, ¿quién sabe? Ahora que todos los colores tienen una segunda intención, hablar de seguir una línea verde puede tener tantas lecturas que casi me da miedo haberlo escrito y no es solo por el acto multitudinario de ayer en San Botines, como se escribió en alguna prensa apresurada. Pero, tras aterecer, recuerda, el dolor no es una opción, el sufrimiento, en cambio, se elige.


viernes, 14 de enero de 2022

Mediante carne. (Audio)

 

Mediante carne. (En Hoy por Hoy León, 14 de enero de 2022)

    Caminaba a la altura de la Plaza del Huevo ayer por la tarde en un día de sol espléndido y en los cascos me sonó una vieja canción de los ochenta, una de esas que hemos bailado cientos de veces y que decía “simplemente no puedo tener suficiente”. Lo decía en inglés, porque la cantaba un grupo británico. Sencillamente nunca tengo bastante, diría yo en una traducción inapropiada, pero que expresa mejor lo que siento, lo que me ha acompañado toda la vida como una especie de subrayado en mi historia. Nunca es bastante para mí. Nunca es bastante y por eso siempre busco, siempre en marcha, siempre queriendo más de casi todo. Me importa el casi y me guardo la relación de cosas que esconde: todas esas de las que ya uno tiene suficiente. Pero el acorde que se repite es la imposibilidad de decir basta. No la insatisfacción, sino la búsqueda, la exploración, el deseo permanente del asombro. Era a la altura de la Plaza del Huevo, ya te digo. Sonó el teclado, esas primeras notas tan reconocibles, y el estribillo se me quedó toda la tarde. Simplemente no puedo tener suficiente. Hay cosas de las que uno nunca tiene suficiente. Hay cosas de las que uno siempre tiene de más. Y también valdría distinguir entre aquello que se tiene y aquello que se goza, aquello que se posee y aquello que se vive, aquello que se guarda y aquello que explota en nube, que se disfruta en aerosol disperso, que se comparte.

    ¿No puedo tener suficiente?, ¿qué quiere decir eso? ¿Dónde están mis adicciones? Trato  de hacer una separación entre lo que me mueve y lo que me atrapa, entre lo que es búsqueda y creación y sueño, inquietud, deseo, vuelo y lo que me pesa en la roldana, lo que se me agarra a la cintura de los sentimientos, lo que me empoza en sombras. Un guion que me pone en un espejo, un suelo devastado de arañazos, una balanza incierta. ¿Por qué nunca tenemos bastante? Ya me vas a decir que tú lo tienes todo, que no necesitas más, que tu mundo te arropa cada noche cuando te metes en la cama y te colma en el aroma de tus sábanas. Sé que me lo vas a decir y sé que en muchos aspectos es verdad, pero también sé que cuando digo que nunca es suficiente sé que estoy mintiendo, como tampoco tú dices toda la verdad cuando afirmas que ya tienes bastante. Unos y otros, los que estamos en el lado de la necesidad y los que viven en la calma de la satisfacción, tal vez la auténtica cordura, sabemos de nuestras flaquezas. Por eso creo yo que se ha montado todo este circo de la carne. Carne rica y carne pobre. Carne buena y carne mala. Carne de ayer y carne de mañana. Por eso entiendo mediante carne, que no carne mediante. La carne en el asador. La carne expuesta. La carne de la fruta madura que muerdes en el debate de la carne abierta. Necesidad y satisfacción en kilos y kilos de carne abierta en canal.

    Nunca toda carne es bastante. Entiéndeme por la metáfora, que ese ser carne, hacerse carne, ser cárnico, ese vivir mediante carne del que tal vez no somos conscientes, nos coloca en un pesebre del que comemos, aunque sea uno forjado con nuestras propias manos, aunque sea un forraje segado de nuestra guadaña. El pesebre está dispuesto y hundimos en él el hocico todas las mañanas antes de vestirnos, antes de tapar toda nuestra bendita carne, ya sea de buena, de mala o de extraña calidad. Mediante carne, repito, no carne mediante.

viernes, 7 de enero de 2022

Sobre naturaleza. (Audio)

 

Sobre naturaleza. (En Hoy por Hoy León, 7 de enero de 2022)

    Hay un libro de Cicerón que fue considerado por Voltaire el mejor libro de la antigüedad. Se titula Sobre la Naturaleza de los Dioses y en él expone el orador romano, desde su perspectiva escéptica, las posiciones de las principales escuelas filosóficas de la época helenística en relación a la teología, centrándose en la discusión entre la idea epicúrea y la idea estoica de la divinidad. No te voy  a decir ahora que te pongas a leer a Cicerón. Ni se me ocurre. Si hago mención del libro es simplemente por el título, por lo que hay en él de apasionante contradicción: discutir sobre la naturaleza de lo sobrenatural.

    La racionalidad pretende la superación del misterio. La negación  del principio de no contradicción es la afirmación de la vida como dato, su imposible descripción matemática. Y a la vez se descubre en todo cuanto hay la presencia exacta de la regularidad, quizá la idea estoica de la predeterminación frente al impredecible y azaroso comportamiento de los átomos epicúreos. La naturaleza de las cosas, dioses incluidos, se explica en el caos o en el orden, dependiendo de una creencia interna que es difícil decidir. Es la cuestión eterna de si el caos o la determinación, si la impredecible fuerza de la vida o la perfecta organización de la materia. Ya me imagino que en este momento del fin de semana último de la Navidad del ómicron es lo último que te preocupa, que todavía sin reponerte de las última migas de roscón de reyes sientes que esta cuestión tan ajena te resbala por las comisuras de tus preocupaciones inmediatas que tienen más que ver con las noticias que te llegan de contagios cercanos y personas enfermas. Está en la naturaleza de las cosas, en la naturaleza de los días, en la necesidad de respirar cada momento, en tu propio ser como eres, resolver lo que tienes a la mano, lo que te aqueja. Por eso desoyes cualquier invitación al distanciamiento, cualquier intento de toma en consideración con otra perspectiva que no sea la de tu urgencia, por mucho que, sin que te des cuenta, se te cuelen en la agenda de lo urgente cientos de problemas que no son ni tan siquiera tuyos.

    Pero volvamos a la cuestión de si naturaleza racional o misteriosa, si definición exacta y controlada o flujo indecidible. No veo otro armisticio que la poesía, no encuentro otra solución que no sea la belleza, no se me ocurre nada que pueda reconfortar mi desasosiego si no es el arte. Por eso creo que está en el espíritu de la música la metáfora de la verdad que es solo un sentimiento: lógica e irracionalidad se expresan a la vez en la misma mágica ley cuando es el espíritu de la música el que te gobierna y cantas. Místico, prosaico, el entendimiento se suspende y el gozo, la apatía total, se adueña de la realidad. Cada segundo que se escapa se enciende en luz y el espíritu se despreocupa cuando es la poesía la que te mueve. La naturaleza de los dioses tiene que estar escrita en la belleza. Por eso todos esos ídolos que permites que te gobiernen ―dioses falsos hechos de promesas― no te permiten que cantes, ni que goces la belleza, sino que te subyugan con obligaciones y te pagan con sus leyes, para que no seas nunca consciente de tu verdadera naturaleza. Ya empezamos precampaña. Ya verás qué León de naturaleza plástica nos cuentan.