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viernes, 11 de marzo de 2016

Toda una vida esperando a Dulcinea. (Audio)

Toda una vida esperando a Dulcinea. (En Hoy por Hoy León, 11 de marzo de 2016)

Me confiesa un amigo que ha pasado toda su vida “esperando a Dulcinea”. Adoro la sonoridad de ese nombre. Es mi infancia. Dulcinea del Toboso. Un sueño. Este amigo es un Quijote desolado, una especie de Sancho Panza hecho caballero andante, olvidado de cualquier Ínsula. Y ayer por la mañana me llegó su mensaje. Su pequeña confesión: “Soy feliz”, me dijo, “después de tanto tiempo esperando a Dulcinea, por fin he estado con ella y ayer se fue de mi lado y eso me ha hecho feliz, porque me ha despertado de mi sueño de tantos años”. Hay una sonoridad parecida, pero no la misma: Cuando Dulcinea, la sin par Dulcinea, deviene Aldonza Lorenzo a ojos de la realidad, el sueño se esfuma y la vida vuelve con todo su aroma de porqueriza.

El olor de la realidad es tan intenso que apesta el perfume de los sueños, lo decolora, lo desconcha, lo desala como ese bacalao que tienes en el lebrillo, dejando todo su sabor en el agua del viernes de cuaresma, apartando de sí el exceso que lo coloca en el puro estado de las cosas que se sitúan más allá de la realidad. Ese bacalao, casi sin desalar, se comía a golpe de mordisco con el frescor de un tomate entre los dientes, pero todo necesita de la fuerza limpiadora del agua para poder ser digerido. Todo menos los ideales. Hay que ver qué mal huele cuando se pudre un ideal. Me encanta esa frase. Es de Antonio Gala. La decía Jimena hablando del Cid en Anillos para una Dama, una de sus obras de teatro. Me acuerdo de ella porque me recuerda que Dulcinea es un ideal puro y limpio, mientras no se mira con los ojos de quien solo sabe ver en ella a esa moza con tan buena mano para salar puercos.


Pero déjame que te hable del ideal. Déjame que lo haga al hilo del Día Internacional de la Mujer. Y déjame también que lo mezcle todo con lo que pasó el miércoles en la Casa de Cultura de Vilecha. No sé si en el Día Internacional de la Mujer es mejor bandera el ideal de Dulcinea que las manos “de moza labradora de muy buen parecer” de Aldonza Lorenzo. Quizá habría que enarbolar las dos, o quizá ninguna, porque quizá no sean necesarias las banderas. Puede que el reconocimiento de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres esté todavía a cientos de años de distancia. Puede que esa deuda infinita, ese “infinito vertical” que señala una bloguera anónima en referencia al ocho de marzo, esté escondida entre los dedos de las que sostienen la vida. Puede que todo esto sirva para desasnar Sanchos, para descabalgar Quijotes de pura fachada retórica. Te digo, no obstante, que el miércoles, en las Tardes Culturales de la Casa de Cultura de Vilecha, las mujeres eran la presencia real de la vida, como casi siempre. Hubo un encuentro sencillo. Una reunión para recordar viejas costumbres de Semana Santa, desde la compra de la Bula para poder comer carne en la Cuaresma, hasta las canciones de cada uno de los días de la Semana Santa. La actividad llevaba por título “Entre torrijas y matracas” y sirvió para desconchar anécdotas como el bacalao que se desmiga en las Sopas de Filete. No hace falta que te diga que había torrijas para un regimiento, y frisuelas y rosquillas y anécdotas y risas y toda la fuerza de la vida en Dulcineas de todas las edades, en especial en alguna de ellas que traía escrito el ideal de la belleza en la luz de su mirada. Y no hubo quien nos diera la matraca, aunque una niña de ochenta y dos años trajo una de su casa, por si a alguno se le ocurría el matraca - traca.

viernes, 4 de marzo de 2016

Et in Arcadia ego. (Audio)

Et in Arcadia ego. (En Hoy por Hoy León, 4 de marzo de 2016)

         Me imagino a los Diputados electos por León. Pienso en la situación de nervios que estarán viviendo. Quizá los números uno de PP y PSOE no, porque ellos saben que, si se repiten las elecciones, probablemente vayan a repetir como Diputados. Lo que no sé es si los otros tres lo tienen tan claro y quizá esa situación les afecte a la hora de votar esta tarde. Quiero decir que, a veces, uno tiene que tomar decisiones que van en contra de sus propios intereses, porque se me ocurre que quizá a alguno de nuestros cinco representantes en el Congreso de los Diputados no le convenga, en lo personal, que se repitan las elecciones, porque su escaño pueda estar en el aire, o porque su puesto en una futura lista electoral pudiera estar en entredicho. Pero la disciplina tiene esas consecuencias y nos vemos actuando contra nuestro propio interés porque sabemos que hay un interés mayor ante el cual debemos plegar nuestras aspiraciones.

         Me encantan esas situaciones de doble perfil, porque ahí es donde nos curtimos como personas. En esa decisión, ese instante en el que decimos no, o sí, o nos abstenemos, en el momento en el que salimos al ruedo de la vida con una posición tomada, dejamos de lado todo eso que no hemos escogido. Nuestras elecciones tienen siempre un fondo que nos dibuja como personas. La capacidad para gestionar todo eso que se queda atrás o que se queda fuera, aunque sea algo que nos interesa a nivel personal o individual, es lo que nos engrandece. Votar “no”, aún sabiendo que ese “no” significa que quizá en la repetición de las elecciones ni siquiera vayas en la lista, no es solo ser disciplinado. Me encantaría saber qué pasaría si cada Diputado votase de acuerdo con su conciencia, con sus intereses o, mucho mejor aún, en función exclusivamente del sentir de los ciudadanos a los que representa. ¿Te imaginas qué caos? Hay un vídeo magnífico que me enseñó mi hija en el que se explica con mucha claridad qué es una democracia y enseguida te das cuenta de que nuestra forma de gobierno no es efectivamente una democracia. Por si lo quieres buscar, creo que basta con escribir en el buscador “democracia” y “Rubén Carrasco”. Ese es el vídeo en el que se explica que nuestra democracia es una herencia de las llamadas Repúblicas de Gobierno Representativo, es decir, que no es una verdadera democracia.

         Y allí estarán esta tarde nuestros cinco representantes, votando de manera obediente lo que les dicte su conciencia, que no será otra cosa que lo que haya decidido su partido. Así es y puede que sea bueno que así sea. Yo no quiero juzgar. Solo digo que en el momento en el que los Diputados son solo números en una suma imposible hacia la mayoría, todo eso otro que hemos estado oyendo toda la semana no es más que el ruido de una matraca. Un gasto inútil de dinero, tiempo y esfuerzo. Un ejercicio de sobreactuación para ir tomando posiciones en una hipotética nueva campaña electoral que podría dejar fuera a muchos de los que hoy van a decidir si se nombra o no un gobierno para la semana que viene.


         Y ahí está el doble sentido: esos Diputados disfrutando de la Arcadia feliz del hemiciclo, rodeados de un permanente Memento Mori, el recordatorio de que todo ese oropel es prestado. Et in Arcadia ego, para que lo interpretes como te parezca, sabiendo que todo eso que escoges te conforma tanto como lo que dejas.