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viernes, 24 de noviembre de 2023

Fiat Lux- (Audio)

 

Fiat Lux. (En Hoy por Hoy León, 24 de noviembre de 2023)

    “Que se haga la luz”, o “hágase la luz”, o “sea la luz”, y el caso es que la luz fue o se hizo, pero antes que la luz era la palabra, el logos, la proporción, la medida. Hágase la luz es la primera verbalización de la creación, el primer mandato. Me sentido fascinado por la frase porque representa el poder creador de las palabras. Hágase, sea, haya, acumúlense las aguas, produzca la tierra vegetación. Que suceda lo que debe suceder, lo correcto, lo que es bello y bueno. Sea.

    Quizá es por eso por lo que se ha elegido el día de hoy, este viernes negro, para el encendido de la iluminación navideña en nuestra ciudad. “Hágase la luz”, pensará en su interior el electricista del ayuntamiento que tenga el encargo de apretar el botón que ponga en marcha las fiestas. Yo no me resistiría a esa emoción y sentiría ese poder creador de la técnica en la yema de mis dedos. Pasemos de la oscuridad del viernes negro a la luz del ramo leonés, a la estampa del árbol navideño importado de otras culturas compitiendo —y perdiendo, naturalmente— con la altura y el brillo de la catedral. Fiat lux. Brille la navidad desde el día siguiente al día de Acción de Gracias, una fiesta que todavía no tenemos pero que —se verá con el tiempo— pudiera llegarnos, como nos ha llegado la fiesta del día de Halloween, que de un modo más o menos extendido ya se celebra también aquí. Es lo bueno de la cultura global, que nos recuerda que el mundo es uno, que nos enseña la luz de la pertenencia única a eso que hemos dado en llamar “humanidad” o tal vez se trate de una invasión cultural. Cantar villancicos tocando la zambomba, yo me remendaba yo me remendé, y mezclar "Santa Claus Is Comin' to Town" es una prueba de lo que digo, algo que nos enseña el camino de lo universal. No sé si esto te sirve para hacer luz o te provoca más confusión.

    Me quedo con esto de la luz, porque la noticia de la semana tiene que ver con lo que quiera que hayan descubierto en Open IA. Eso que nos han dicho que existe, aunque no sabemos bien qué es, pero que debe ser un descubrimiento tan perturbador que provoca terremotos que se llevan por delante primero al creador de la empresa y después a quienes lo despidieron y que genera una turbulencia semejante a la descrita en el Génesis en el momento del fiat lux —hablar a la vez del tiempo y de la creación es abrir un melón metafísico, y eso que la creación se desarrolla en el tiempo—. Me da por pensar si lo que ha descubierto la empresa del Chat GPT es un modo de inteligencia por encima de la inteligencia humana, una súper inteligencia que pueda superar la inteligencia de las palabras que es el modo en el que los humanos medimos el mundo, una inteligencia desmedida que fuera luz, por ejemplo, algo incomprensible incluso para el propio humano creador. ¿Y si la creación fuese un producto ingobernable para el creador, una obra de su voluntad que lo sobrepasa y lo aniquila? Nietzsche, Altman, San Agustín. Las luces de la navidad en tu ventana en el puente de salida para la mayor bacanal consumista del año. Fiat lux. ¡Y vaya que si se hizo!

 

viernes, 17 de noviembre de 2023

Alea jacta est. (Audio)

 

Alea jacta est. (En Hoy por Hoy León, 17 de noviembre de 2023)

    Que cada uno tiene su Rubicón es algo que he ido aprendiendo con el tiempo y no solo cada uno en su propia evolución personal, sino cada proceso en su desarrollo objetivo con independencia de sus actores. Hay un punto de no retorno para todas las cosas, un “no va más” que hace rodar la bola por la ruleta hasta que se detiene en un número y decide la suerte de la apuesta; generalmente a favor de la casa, por pura estimación matemática. La suerte está echada; alea jacta est, que se ve que dijo Julio César cuando cruzó su Rubicón particular y decidió traspasar la frontera de la Galia Cisalpina y marchar con sus legiones sobre Roma. Lo que vino después es cosa de la historia y como siempre la historia la escriben quienes pueden, la historia dice lo que dice. Así es que, quienes puedan escribir nuestra historia contarán lo que convenga tras este pasar el Rubicón de estos días, porque la suerte está echada. 

    Una de mis obras de teatro preferidas es el Julio César de Shakespeare y me gusta especialmente en la visión de Mankiewicz con ese tono oscuro que recorre toda la película. Los amigos que se conjuran tienen que comprometerse y asestar todos ellos al menos una puñalada. ¿Tú también, Bruto? Después, ya sabes del monólogo de Marco Antonio, que en la boca de Marlon Brando suena magnífico: ¡El mal que hacen los hombres les sobrevive! ¡El bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos! El discurso funerario de Marco Antonio es seguramente uno de los mejores ejemplos de discurso político manipulador sustentado sobre la verdad: digo sin decir, presiono sin presionar, arengo sin arengar. Porque dice Bruto que César fue ambicioso y Bruto es un hombre honrado. Seguro que ya te suena. No tiene desperdicio. Si estuviera dispuesto a excitar al motín y a la cólera a vuestras mentes y corazones, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres honrados. ¡No quiero ser injusto con ellos! ¡Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos hombres tan honrados!, dice justo antes de enardecer a la masa para que oiga de su boca el testamento de César. La revuelta está servida.  

    Todos tenemos un Rubicón. La duda de Bruto, su indecisión, se vence en una noche oscura de conspiraciones. El momento en el que asesta la cuchillada que desmadeja al gran Julio César es su Rubicón, el que le conduce a tomar la espada más adelante —ya vencido— y arrojarse sobre ella para darse muerte por su mano como aristócrata romano que era. El más noble de los romanos, como dijo de él su enemigo. 

    Marlon Brando, James Mason, Shakespeare, Mankiewicz. Una obra de Teatro del siglo XVI, una película del XX, una historia del siglo I antes de Cristo. Una reflexión de dos mil veintitrés que vale para Roma, para León y para cualquier sitio, porque “el honorable Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave y gravemente ha pagado su ambición”. Alea jacta est

Per aspera ad astra. (Audio)

 

Per aspera ad astra. (En Hoy por Hoy León, 10 de noviembre de 2023)

    Como si el responsable de la programación del Auditorio lo supiese, el jueves pasado presentó Teatro Corsario su montaje sobre el territorio literario de Luis Mateo Díez, Retorno a Celama. Hubo un encuentro con los creadores y con el propio autor al terminar la función, como si todo el mundo lo supiese. Como si yo mismo lo supiese, cuando Luis Mateo Díez caminaba hacia el escenario por el pasillo me encontré con él y le presté mi brazo justo en el momento en el que perdió un paso en los escalones traidores que te obligan a dar zancadas muy largas o muy cortas, porque están pensados para armonizar con el espacio de las filas de butacas y no para facilitar subidas y bajadas. Como si lo supiese, ya te digo. 

    Así es que ya hay dos Cervantes leoneses, ¡qué orgullo! Me dirás que yo no soy leonés, que vengo de fuera, y es verdad, y me dirás que el Premio Cervantes es para el escritor y no para nosotros, y también es verdad. Te diré, a cambio, que siento la alegría del premio como si a mí también me lo hubieran dado. A lo mejor porque desde mi presencia anónima saliendo de la fila de butacas me encontré con él el jueves y se apoyó en mi brazo, ya ves qué tontería. En los sesenta la gente corría detrás de los Beatles y hoy en los hoteles en los que duermen los futbolistas hay aglomeraciones de seguidores que cantan y vitorean y aplauden y buscan la forma de conseguir una firma de alguno de sus ídolos. ¿Por qué te extraña que yo me sienta orgulloso de haber prestado mi brazo un segundo al Premio Cervantes, aunque en ese momento todavía no lo fuera? 
    
“Estos escalones son muy traidores”, le dije. Ya lo creo, me parece que contestó, dejándome atrás en su camino hacia el escenario. Tampoco sabe quién soy, como no sabía quién era Iceta, el ministro que lo llamó para decirle que le habían otorgado el premio. Y es que “la vida es incómoda, pero merece la pena”. Es cierto, merece la pena. Merece la pena vivirla y vivirla es concentrarla en lo que importa, que no son los premios, ni los ministros, ni siquiera las novelas. Esto último es opinión mía, que el escritor solo dijo que la vida es incómoda, pero merece la pena.  

    Habría que buscar espacio para desarrollar qué es la incomodidad de la vida y explicitar por qué merece la pena. Me parece que esa incomodidad no es por el esfuerzo que conlleva vivir; un esfuerzo permanente: que estar vivo es ir contra la naturaleza de las cosas, porque el universo tiende a la entropía y lo natural es tender al gasto mínimo de energía. Vivir es consumir oxígeno, una combustión permanente. La vida es, vista así, una quemazón. Pero una quemazón que merece la pena, si observamos con atención lo que importa, lo que de verdad importa. Me viene a la cabeza el dicho latino: Per aspera ad astra. La vida es esfuerzo y dificultad, pero merece tanto la pena que es en sí misma el éxito. Hay mucho en Luis Mateo Díez de esto: es el esfuerzo el camino a la excelencia, aunque los pasos sean incómodos. ¡Y merece la pena!

viernes, 3 de noviembre de 2023

Ad calendas graecas. (Audio)

 

Ad calendas graecas. (En Hoy por Hoy León, 3 de noviembre de 2023)

    Me decía una compañera que tiene en casa un francés que ha venido de intercambio que había estado de visita en la catedral y que se había vuelto a emocionar mirando las vidrieras. Lo hemos dicho mucho, que es obligatorio mirar la ciudad de vez en cuando con los ojos del turista, que no podemos acostumbrarnos a lo extraordinario y darlo por ordinario por mucho que lo veamos todos los días. Pasará en Segovia con el acueducto y en Granada con la Alhambra recortada en el cielo del atardecer. No digo yo que estemos sobrecogidos a toda hora en un síndrome de Stendhal permanente, solo digo que vale la pena mirar lo que tenemos a la mano con los ojos de la primera vez.

    En general, vale para todo y no solo para lo bello. Mirar la realidad con ojos nuevos es recrearla, no sé si me entiendes. Que ya nos tenemos muy visto todo, lo sé, te lo concedo. Es solo que creo que esa sensación de cosa usada, como de pomo de puerta desgastado por el roce de mil manos, con la que terminamos interactuando con lo cercano —personas, cosas, patrones, rutinas, hasta ensueños recurrentes y pesadillas pertinaces— nos impide disfrutar de nuestro estar vivos con la fuerza brillante de un fogonazo de novedad. Y, por otra parte, adoramos la comodidad segura de lo conocido, lo que nos da circunstancia, lo que nos enchufa a la tele del salón, al sofá bendito de todas las tardes de viento espantoso que se quedan al otro lado de la ventana. Volad vosotros, que inventen ellos. En el escritorio de un colega, un águila volando junto a otra en reposo, el recuerdo de que el quehacer debe abordarse de ese modo: a la vez en la celeridad y en la calma. Vale, de acuerdo, hagámoslo así, busquemos el hueco que nos reconforta. Eso es bueno, nos hace moderadamente felices.

    En cambio, más allá de esos quehaceres, la siempre pospuesta libertad nos grita descarada y nos empuja hacia el misterio. Esa fábrica de miedo que nos ata hace que dejemos para otro rato el esfuerzo por recuperar la mirada limpia de la primera vez y apartamos con desdén ad calendas graecas la toma en consideración de la novedad de lo de siempre.

    Te vi subir la escalera y pensé que te veía por primera vez. Comiste aquellos garbanzos como si fuese la primera vez que lo hicieras. Me apreté en mi novela cubana escuchando en mi interior los sonidos de La Habana de la mano del escritor, como si fuese la primera vez que me llegaban. Te hablo hoy como si nunca antes lo hubiera hecho, con la convicción de que es urgente rescatar el poder de la mirada, el poder del compromiso con lo que uno sienta, piense y crea. Me pasó el martes por la noche —muchas cosas me pasan los martes, ahora que miro con mirada nueva—, que bajaba por la calle Ancha con la idea de resolver un viejo problema enquistado con un amigo de muchos años. Se me ocurrió pensar que había que resolverlo en ese instante y apareció de frente nada más girar en la esquina de San Marcelo. Me dirás que por los miles de veces que piensas del mismo modo y no sucede nada. Es verdad. Por esos miles de veces te digo que puedes ejercer tus poderes o abandonarlos ad calendas graecas.