Buscar este blog

viernes, 30 de septiembre de 2022

Simetría. (Audio)

 

Simetría. (En Hoy por Hoy León, 30 de septiembre de 2022)

En las noticias de La Sexta, me parece, contaban ayer que la reconstrucción de Nôtre Dame de Paris está siendo posible gracias a que existía un mapa, una especie de doble digital, que permite acometer las obras con total precisión y en la misma pieza explicaban, y creo que ese era el centro de la noticia, que la catedral de León está siendo mapeada con un robot que presentaron como un robot canino. Luego he visto que la misma noticia la dieron algunos medios leoneses ya este verano y que parece ser que el robot responsable de tomar los datos del mapeo andaba por las calles de León hace un año, y cito textual la noticia, lo hacía “para sorpresa general”, escoltado por una mujer que, correa en mano, supervisaba su tránsito por la ciudad.

Perdona mi ignorancia total respecto al tema. De hecho, que haya un robot que ha sido capaz de proporcionar los datos exactos para que se pueda generar una imagen digital precisa de la catedral me parece una noticia estupenda, bueno, me parece una noticia estupenda que exista esa fotocopia virtual y no deja de parecerme curioso el modo en el que se ha conseguido. Pero también pienso que es curioso que esa noticia vuelva a aparecer ahora en un telediario a nivel nacional. No tengo ninguna teoría al respecto, solo un cierto asombro. Las imágenes, si no las has visto, son más que interesantes y te sitúan en la catedral como si estuvieras viéndola en una nube de puntos. La empresa que está detrás de la construcción digital de la Pulchra Leonina es una empresa leonesa que está en medio mundo y esa es también una noticia en sí misma, una noticia de éxito.

Podría decirse que la catedral está a salvo dado que existe un objeto en el universo digital que la respalda, como si hubiese una copia de seguridad de nuestra joya del gótico. Lo que me pasa por la cabeza es la posibilidad de hacer copias digitales de todo, la idea de generar un mundo en perfecta simetría con el mundo que llamamos, de momento, el mundo real. Esa intención del Metaverso que nos parece inocua, ¿acaso no será el germen de una idea terrorífica? Y, por otra parte, ¿no es este que tenemos por real un mundo imaginado en muchos sentidos? Lo que me alarma es que este mundo superpuesto pueda ser aún más el de la diferencia, el que deja a salvo a unos pocos y condena a la mayoría al infierno de las facturas. Esa simetría entre lo real y lo virtual es una simetría imperfecta y produce una ilusión más perversa que la ya perversa realidad que nos acoge.

Ayer por la tarde, cuando volvía a casa por el Paseo de Salamanca, los estorninos me recordaron que por la mañana, cuando iba a trabajar, había pensado en que debía hablar hoy de la belleza de los estorninos anunciando el otoño en bandadas caprichosas señalando el cielo de lado a lado en el Paseo de Salamanca. Una simetría de tiempo y cielo. Una belleza analógica e imperfecta. Algo también para mapear.

viernes, 23 de septiembre de 2022

Desde un conjunto vacío. (Audio)

 

Desde un conjunto vacío. (En Hoy por Hoy León, 23 de septiembre de 2022)

            Me ha hecho repensarme muchas cosas la entrevista de Carmen Tapia a Miguel Martínez en la que habla de su enfermedad. Es de valientes, vamos a decirlo así, reconocer que uno padece Alzheimer. Miguel ha sido siempre muy valiente para todo, dijiste. Yo no lo sé. Quizá sea eso, quizá sea una cuestión de valentía, quizá sea sencillamente eso que llamamos vivir.

            Lo digo porque en ese andar por la vida en el que todos estamos ya es un acto de valentía enfrentar cada mañana. El atasco de la bajante, la bomba de la caldera, el precio de los hoteles, la leña y el carbón. Un lunar que se transforma, una llamada de la ginecóloga anunciándote que hay alguna cosa que no está bien. Todo requiere valentía. La tabla de multiplicar, el logaritmo neperiano. ¿Acaso no hace falta valor para entender qué son los descriptores del perfil de salida de la Educación Primaria?

            Es una evidencia que convivimos en la valentía, en la consciencia del daño. Yo aprecio la decisión de Miguel Martínez de enfrentar su situación, asumirla y comprometerse con ella. Es más, sin entrar en otro tipo de valoraciones, me parece que es algo que siempre ha hecho, aunque diga que antes jugaba mejor al golf. Otra cosa es que a los demás nos pareciese bien eso con lo que se comprometía o no, en esa parte no voy a entrar porque pertenece al pasado —creo que pertenece al pasado, no estoy muy seguro— y es verdad que cuando vemos la foto de un hombre que ha sido poderoso en la antesala de la dependencia, como nos pasó con Suárez o con Maragall, comprendemos que la importancia de lo que nos pasa es muy relativa y eso nos permite ser pacientes, pacientes con lo que hay, pacientes con lo que nos llega, pacientes valientes, como todos los que asumen la paciencia a la que obliga toda enfermedad. Mira tú ese vértigo cómo te tiene, mira esa espalda cómo te para, mira esa tristeza que se te ha metido en el pecho y que no sabes identificar. Paciencia. Paciente.

            El paciente está en su sábana, se arropa en su inseguridad ante lo que sufre, ante lo que viene. El TAC dirá que estás limpia, que lo que tienes es abordable y se puede eliminar. El tiempo se arrastrará de consulta en consulta, de tratamiento en tratamiento, hasta que te vuelvas a encontrar en la seguridad de que todo vale la pena de nuevo. En cambio, Miguel sabe que viaja hacia un conjunto vacío. En realidad, él ya lo sabe y la diferencia está en que nosotros no somos conscientes de estar en ese viaje hacia la no consciencia. Él ya está sentado en su asiento y su tren es de largo recorrido. Verá el mundo correr por la ventana. Algunos pensamos que todavía no hemos llegado a la estación. Me acuerdo mucho de quienes atendéis o habéis atendido a personas que viven en ese conjunto vacío de la conciencia. Citaría vuestros nombres, pero sé que no os vale la pena, que habéis aprendido tantas cosas en ese viaje que no es el vuestro, que el dolor del vacío os ha enseñado lo que significa ser valiente: eso que llamamos vivir.

viernes, 16 de septiembre de 2022

En el vértice de la tormenta. (Audio)

 

En el vértice de la tormenta. (En Hoy por Hoy León, 16 de septiembre de 2022)

        Hay un punto en el que confluyen todas las fuerzas, un punto fatídico que pudieras ser tú, un punto que se convirtiera tal vez en el vértice de la tormenta. Hay días en los que te sientes así, tironeado desde todos los ángulos. Son esos días en los que todo sale mal o con impedimentos, días en los que se abren grietas en las paredes más sólidas y, a la vez que notas cómo la tormenta te arrastra hacia su interior despiadado, todo el mundo exige de ti cosas que no les puedes conseguir. Puede ser un quince de septiembre o un dieciséis, un catorce de junio, un quince de noviembre, un diecisiete o un dieciocho de enero, eso da igual. Hay muchos días así y, cuando te ves en ese punto, la tentación es la del abandono, la de dejarse llevar: bajar los brazos y arrastrarse hacia abajo como en la espiral del sumidero. Solo que no es ese nuestro estilo, porque sabemos empaparnos con la lluvia, porque estamos acostumbrados a bailar todas las danzas y sabemos desmoronar una cena de pie en la cocina. No puede tocarnos tanta agua, no puede deshacernos como si fuéramos un castillo construido en la arena cuando sube la marea. Somos roca. Lo decía Marías cuando hablaba en sus últimas novelas de esa ciudad del noroeste a la que puso por nombre Ruán, gente tirando a austera y a grave. Lo decía de Ruán, es cierto, pero es que Ruán y León tienen cuatro letras y una sonoridad que se parece. Y lo firme solo se desmorona en la tragedia. ¡Gol en Elche!, gritó una voz en la radio mientras Dani Garrido se defendía como podía improvisando un obituario del escritor recién fallecido. ¡Gol en Elche! En el momento más severo de la tragedia, la fuerza de lo inmediato, un gol en Elche. En el vértice de la tormenta, cuando todo te aprieta y te desajusta y te desasosiega, hay un gol en Elche que te desplaza hacia afuera.

 Aunque la tormenta siempre es perfecta y siempre desborda, lo que debes entender es que nunca nadie está en el vértice, que nunca lo que sucede está en contra de nadie, sino que ocurre de manera que cada uno de nosotros podría elegir ser el vértice de alguna tormenta. ¿Ves el caso del San Claudio? Agua por las escaleras, agua en los pasillos, agua en la cocina. ¿Y quién está en el vértice de la tormenta? ¿El Ayuntamiento? ¿La Junta? ¿De quién son propias las competencias? Estamos otra vez con el tema de los límites, lo que es estructural y lo que es mantenimiento, algo que seguro que está más que definido, pero que luego el día a día descoloca.

    Tendrán razón. Tendrán razón todos, quienes protestan, quienes se defienden, quienes acusan, quienes sufren, quienes alarman. Todos tendrán razón, pero en el vértice de la tormenta no queda nada, porque la tormenta se mueve y el agua se seca y se recoge y las grietas se reparan y los días se desprenden del almanaque con parsimonia diaria. Gol en Elche. Ha muerto Javier Marías y creo que la Reina de Inglaterra y leoneses ilustres y muchos otros en accidentes en los últimos días. Tormentas perfectas, vértices. Gol en Elche. La vida parece ser que continúa.

viernes, 9 de septiembre de 2022

La altura del cielo. (Audio)

 

La altura del cielo. (En Hoy por Hoy León, 9 de septiembre de 2022)

        Mi hermana, la que es ahora la pequeña, pero que no debería serlo, dice cosas como esta: “hoy el cielo está más alto que otras veces”. A mí me gusta mucho escucharla porque, en la sencillez de la frase, “hoy el cielo está más alto que otras veces”, hay una autopista para los pensamientos y, si se quiere, se pueden escribir páginas y páginas sobre lo que dice esa sencilla afirmación. Yo, que tiendo a la exageración, estoy tentado de repensar y repensar el significado de su idea y tratar de imaginarme la altura del cielo, el listón que separa en el aire lo que es cielo de lo que no lo es todavía, lo que se queda en, podríamos decir “aire”, para simplificar.

Nosotros vivimos rodeados de aire y más arriba, más alto, más allá de lo que nos rodea, hay un punto en el que el aire ya no es aire, sino cielo. Uno no sabría decir si los aviones vuelan por el aire o por el cielo, si los pájaros son del cielo o de la tierra, si las nubes son la frontera que señala la línea que separa lo que está allí de lo que es aquí, porque sí que sabemos que el cielo no es cosa nuestra, que está allí en lo alto de nuestra vida pequeña e insignificante ante la inmensa enormidad de lo que los antiguos llamaban el orbe, su ser inalcanzable e inabarcable. Mi hermana estaba hablando de eso, de que hay días en los que el cielo está muy alto, muy lejos, muy separado y otros en los que se mira y se ve que todo brilla más cerca, porque eso se ve especialmente en la noche, y sobre todo en las noches de verano y patio y charla y tiempo para mirar y atrapar la altura mínima del cielo. Tocar con la mano las estrellas, traerlas al aire, bajarlas al momento quieto y calmado de la noche, esa aventura del verano, ese momento sin tiempo de los días del verano. Comprender la altura del cielo, sopesarla, debería ser un arte que todo el mundo manejara, un saber del común, una de esas cosas que nos sirven para sentirnos gente, la misma gente, la misma clase de gente, la que respira el mismo cielo y se suspende en el mismo aire.

Este verano que todavía no se ha ido, porque se nos olvida que todavía tiene casi dos semanas, está siendo el verano del hielo y el fuego, más fuego que nunca y menos hielo que de costumbre. La altura del cielo se acorta pavorosamente en los incendios, lo hemos visto, el fuego la señala. La altura del cielo se hace inmensa en los supermercados, en la nevera del hielo, en la sonrisa satisfecha del que conseguía el saco. Poca broma con la naturaleza humana ante la escasez, poca broma con la idea de tener que compartirla. La altura del cielo se achica hasta aplastarnos, ya lo creo.

Mi hermana lo decía mirando las estrellas a kilómetros de altura más allá del batir airado de las palmeras, recordando una noche distinta en la que se veían los agujeros de luz del cielo al alcance de la mano en su memoria. La altura del cielo, un concepto salpicado de matices, como la escasez del hielo, como la ceguera del fuego, la subida de los tipos o la muerte de la Reina.