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viernes, 24 de abril de 2020
Sueños con eco.(En Hoy por Hoy León, 24 de abril de 2020)
Dice
una de mis hermanas que está teniendo muchos sueños con eco. Te puedes imaginar
lo que me ha interesado a mí esa idea de tener “sueños con eco”. Dice que es un
asunto literal, que es que todo lo que ocurre en el sueño tiene como una
repetición indefinida. A mí no me pasa, aunque tengo sueños agitados y me
cuesta mucho dormir. Duermo muy poco. Debe ser uno de los efectos del
confinamiento. Sé que le pasa a mucha gente y quizá tenga que ver con las
rutinas alteradas que nos toca vivir.
Pero
no quiero dejar escapar esto del eco. Supongo que lo que ocurre en el eco de
los sueños es que las imágenes se repiten, se presentan con un halo de
indefinición por detrás de su primera presencia exacta, en la medida que los
sueños puedan ser exactos. ¿No te parece agobiante? Imagina, por ejemplo, que
estás soñando que en un centro comercial te roban el bolso y esa sensación de
angustia se repite en el eco del sueño. Angustia, sobre angustia, sobre
angustia… Imagina por el contrario un sueño excitante. Imagina, por ejemplo, un
sueño que te lleva a un episodio de adolescencia y te ves en el asiento trasero
de un coche o en un autobús o en un cine, cuando empezabas a entender de otro
cuerpo que no es el tuyo y ese tono excitado del sueño se repite como un eco. O
imagina una pesadilla infantil, arañas que están en tus sábanas y te despiertas
llamando a tu madre con el eco de las arañas infinitas multiplicándose en tu
piel y eres un San Jorge que lucha contra dragones y no arañas.
¿Y
si el eco de los sueños traspasara la puerta de la fantasía y te trajera a la
realidad? ¿Qué son esos tres racimos, esas tres cestas? No. No estoy hablando
de José interpretando sueños en Egipto. Lo que se me ocurre pensar es que ese
eco del sueño pudiera traspasar la realidad, que nuestra construcción de lo
real pudiera levantarse con la argamasa de los sueños. Y me parece que es así.
Porque no eres dueño de tus sueños, como no eres dueño de la realidad que
construyes en la medida que lo haces sin darte cuenta, sin tomar conciencia de
lo que haces. Porque sabes que cuando eres consciente, lo que dices se hace
realidad, que la realidad la crea la palabra.
La
realidad, y me parece indiscutible para hablar de la realidad humana, es una
construcción del lenguaje. “Lo que no se nombra no existe”. Sé que lo has dicho
muchas veces. Por eso el diálogo es central en nuestras vidas. El diálogo como
eco de nuestro discurso, un eco que corrige y selecciona; no un eco ciego que
repite sin cesar los acontecimientos objetivos, porque eso sí que es una
fantasía.
José
interpretando los sueños. José generando realidad. José diciendo. Y eso es un
eco de las cosas, porque este José del que te hablo me dice que sigue en la
lucha cada vez que le veo en línea en su WhatsApp y un poco escribo hoy para
él, con el deseo exacto y todos sus ecos de que se recupere pronto.
viernes, 17 de abril de 2020
No hay día. (Audio)
En este enlace tienes acceso al podcast de Radio León en el que se puede escuchar el artículo.
No hay día. (En Hoy por Hoy León, 17 de abril de 2020)
No
hay día que no caigan cuatro gotas aquí en León. Yo ya no sé cuánto tiempo
llevamos así y me parece que es la falta de referencias externas lo que me
desconcierta, el hecho de estar en este encierro que no distingue domingos ni
fiestas que relucen más que el sol de días laborables, hasta que llegan alarmas
como esta del artículo del viernes que me recuerdan que ya ha pasado otra
semana o que ya se ha acabado el día, como ocurre con los aplausos de las ocho.
Necesitamos
ritos para conjurar el miedo. Es como una religión más allá de la religión para
los religiosos o una religión no religiosa para los demás. Rito de las ocho.
Rito del artículo del viernes. Rito de la hogaza de pan de los miércoles. Rito de
la cerveza en la terraza el sábado por la tarde al sol escaso de este abril
lluvioso con un arcoíris sobrevolando una iglesia blanca o una puesta de sol de
postal entre nubes rojas y azules, blancas, grises, nubes de atardecer. Inventamos
esos pequeños ritos que nos ayudan a encajar el miedo, a parcelarlo, hacerlo
pequeño hasta que desaparece minúsculo en la seguridad de nuestras pequeñas
rutinas rituales.
A
mí me gustaría tener alguno de esos ritos que te hacen distinto. No sé, como
eso que hace Fred Macmurray encendiendo las cerillas con los dedos para el
cigarrillo de Barbara Stanwyck o el cigarro puro de Edward G. Robinson, que
aquí siempre ha sido G. Robinson como Cary Grant o Gary Cooper. En la escena
final de Perdición el ritual de las cerillas que se encienden sin rascar en la
caja se cierra en manos de Robinson, que le enciende con los dedos el fósforo
para el último pitillo a un Macmurray víctima de su propia perdición. El rito
de la película diaria. Tal vez una de dibujos animados, o de mucho amor o una
del oeste con Jean Simmons, que era la preferida de mi padre. Horizontes de
grandeza, ¡qué peliculón!
Fíjate
qué dos títulos: Perdición y Horizontes de Grandeza. Casi que me atrevo a
decirte que es una metáfora de lo que nos pasa. No hay día que no piense sobre
estos dos temas: el modo en el que este virus desatado nos ha colocado frente
al espejo de nuestra debilidad, el modo en el que nuestra absurda seguridad en
nosotros mismos nos ha conducido a esta situación de perdición y la necesidad
de vencer al miedo con una idea nueva sobre la vida, un horizonte de grandeza.
No hablo de conjurar al miedo con este o con aquel ritual, sino de vencerlo
definitivamente abrazando la vida como realidad incuestionable y dejando vacía
la mochila de los aplazamientos. Sé que insisto en la misma idea de hace quince
días, pero es que esta nueva vida tiene que vencer al miedo y, para eso,
debemos desenmascarar las mentiras y estar en la realidad de este día concreto.
Y eso que no hay día que no me asome por la ventana y vea un coche fúnebre. Porque
esa es la realidad que se ve.
viernes, 3 de abril de 2020
Un roto para un descosido. (Audio)
En este enlace tienes acceso al podcast de Radio León en el que se puede escuchar el artículo
Un roto para un descosido. (En Hoy por Hoy León, 3 de abril de 2020)
Me
da por pensar que, en esta situación tan exagerada que nos está tocando vivir,
andamos todos imaginando cómo van a ser las cosas cuando todo esto pase y
fíjate que me parece que eso es una gran equivocación.
Creo
que el error consiste en colocar nuestra intención en lo que está por venir,
siendo que esos futuros posibles que imaginamos pueden darse o no. Casi que te
diría que no van a darse, porque nada que puedas imaginar ahora como futuro
posible va a ser realidad en ningún momento. No vas a ser capaz de imaginar todos
los matices, de prever toda la profundidad de lo que está por venir. No porque
vaya a ser especial en algún sentido, que yo de eso no tengo ni idea, sino
porque es imposible abarcar la realidad en la imaginación. La imaginación
siempre nos sitúa solo en algún aspecto y por mucho que nos esforcemos en
encontrar los detalles de lo imaginado, se nos desdibujan, por su propia
condición de fantasía.
Cuando
todo esto termine, no habrá terminado, porque no terminan estos procesos, sino
que se vuelan en el tiempo y se desvanecen en otros complejos procesos que les
suceden, conformando esa cosa tan dialéctica que es la historia. Así es que a
mí no me gusta hablar de cuando esto termine, aunque tenga mis fantasías de
playas, fiestas, corderos y limonadas, sino que prefiero entender lo que sucede
y concentrarme en lo que tengo en este momento al alcance de mi mano. Esa es la
principal ocupación: atender lo que tenemos a la mano. Atender nuestra propia
salud, las tareas de los niños, las necesidades de esas personas con las que
convivimos y a las que cuidamos, el orden de la casa, la frescura mental y
física en el confinamiento. Eso es lo que nos toca vivir hoy y es mucho mejor
que cualquier cosa maravillosa que pueda suceder cuando todo esto pase, porque
lo que hay ahora es esto y no lo otro, que solo está en la fantasía y es
estupendo en la medida que sea algo que vivimos ahora: forma parte de “mi ahora”
disfrutar imaginando las cosas que podrían suceder cuando todo esto haya
pasado. Pero fíjate en la diferencia: la clave está en disfrutar ahora de la
fantasía, no en posponer el disfrute al momento en que todo esto haya pasado.
Es
verdad que hay quienes no soportan ponerse frente a uno mismo con un libro
entre las manos. Hay quienes no soportan la presencia en el ahora y necesitan
la fantasía de lo que vendrá. Yo creo que siempre hay un roto para un descosido
y que en esta situación de extrema emergencia sanitaria, económica y social
todos estamos encerrados en la misma cáscara más o menos y, hasta que se rompa,
me parece más poético extender la experiencia del interior que andar dando
golpes al cascarón para ver el mundo nuevo. Creo que los procesos tienen su
tiempo y que el tiempo de ahora es de interiorización y reflexión. Lo de
después, ya se verá.
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