Dice
una de mis hermanas que está teniendo muchos sueños con eco. Te puedes imaginar
lo que me ha interesado a mí esa idea de tener “sueños con eco”. Dice que es un
asunto literal, que es que todo lo que ocurre en el sueño tiene como una
repetición indefinida. A mí no me pasa, aunque tengo sueños agitados y me
cuesta mucho dormir. Duermo muy poco. Debe ser uno de los efectos del
confinamiento. Sé que le pasa a mucha gente y quizá tenga que ver con las
rutinas alteradas que nos toca vivir.
Pero
no quiero dejar escapar esto del eco. Supongo que lo que ocurre en el eco de
los sueños es que las imágenes se repiten, se presentan con un halo de
indefinición por detrás de su primera presencia exacta, en la medida que los
sueños puedan ser exactos. ¿No te parece agobiante? Imagina, por ejemplo, que
estás soñando que en un centro comercial te roban el bolso y esa sensación de
angustia se repite en el eco del sueño. Angustia, sobre angustia, sobre
angustia… Imagina por el contrario un sueño excitante. Imagina, por ejemplo, un
sueño que te lleva a un episodio de adolescencia y te ves en el asiento trasero
de un coche o en un autobús o en un cine, cuando empezabas a entender de otro
cuerpo que no es el tuyo y ese tono excitado del sueño se repite como un eco. O
imagina una pesadilla infantil, arañas que están en tus sábanas y te despiertas
llamando a tu madre con el eco de las arañas infinitas multiplicándose en tu
piel y eres un San Jorge que lucha contra dragones y no arañas.
¿Y
si el eco de los sueños traspasara la puerta de la fantasía y te trajera a la
realidad? ¿Qué son esos tres racimos, esas tres cestas? No. No estoy hablando
de José interpretando sueños en Egipto. Lo que se me ocurre pensar es que ese
eco del sueño pudiera traspasar la realidad, que nuestra construcción de lo
real pudiera levantarse con la argamasa de los sueños. Y me parece que es así.
Porque no eres dueño de tus sueños, como no eres dueño de la realidad que
construyes en la medida que lo haces sin darte cuenta, sin tomar conciencia de
lo que haces. Porque sabes que cuando eres consciente, lo que dices se hace
realidad, que la realidad la crea la palabra.
La
realidad, y me parece indiscutible para hablar de la realidad humana, es una
construcción del lenguaje. “Lo que no se nombra no existe”. Sé que lo has dicho
muchas veces. Por eso el diálogo es central en nuestras vidas. El diálogo como
eco de nuestro discurso, un eco que corrige y selecciona; no un eco ciego que
repite sin cesar los acontecimientos objetivos, porque eso sí que es una
fantasía.
José
interpretando los sueños. José generando realidad. José diciendo. Y eso es un
eco de las cosas, porque este José del que te hablo me dice que sigue en la
lucha cada vez que le veo en línea en su WhatsApp y un poco escribo hoy para
él, con el deseo exacto y todos sus ecos de que se recupere pronto.
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