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viernes, 25 de marzo de 2022
Por efecto del miedo (y de la especulación) y del sonido de las sirenas.(En Hoy por Hoy León, 25 de marzo de 2022)
He estado leyendo un poema de Alejandra Pizarnik que se titula Humo. Lo he
tenido que leer y releer todas las veces que he podido, en ese asombro incesante que es
la poesía, y me sigue resonando la calandria, como una fotografía de ese instante en el
fuego de las palabras. Me ha llegado el poema de Pizarnik con la publicidad de una
editorial que vende por ser el primer día de primavera el día mundial de la poesía y ya
te digo que he tenido que enfrentarme a él con uñas y dientes —marcos rozados en
callado hueso— en una batalla entre la seducción de su música y sus resabios y la
necesidad de encender significados que iluminen todas esas sensaciones. Luego he
sabido que la autora —y quizá es por eso por lo que te la traigo este viernes—
mantuvo gran parte de su vida una obsesión con adelgazar, una lucha eterna con las
calorías. La guerra se libra siempre con el interior.
He pensado estos días en la comida, en la posibilidad de una ausencia total de
comida en estos países nuestros que llevan vida de rico. Lo hemos visto en los
supermercados con la leche, el aceite, las conservas, los congelados. Hemos hecho
fotos de las estanterías vacías con la seguridad de quienes esperan con total suficiencia
que mañana volverán a estar llenas. Y si no es mañana, será pronto. O tal vez hoy a
otra hora o encontraremos una tienda que nos venda esa leche concreta que buscamos
o por unos días beberemos con lactosa o semidesnatada o no beberemos el café con
tanta leche. Pero esa hambre que espera hartura —cognac, bordeaux amarillento—, no
es hambre que merezca tal nombre.
Seguro que también lo has visto o puede que hasta lo hayas sentido. Me refiero
a esa angustia por la escasez. ¿Cómo podremos vivir? El desabastecimiento es el
fantasma —ante la repicante austeridad— que sacude el peor de todos los miedos. Me
parece que ese miedo perverso es más un miedo a no tener que el propio miedo a
perder, diríamos la vida. Anticipar el problema es vivirlo doblemente, si por anticipar
el problema no entendemos sino la vivencia angustiosa de lo irremediable. Lo
cavernoso de la cuestión, lo emponzoñado, es que ese propio miedo alimenta más
miedo y genera realidad. Ya lo habrás leído. Hay multitud de empresas que están
dejando de producir. Aquí en León lo estamos viendo. Fíjate por ejemplo en
Legumbres Luengo, que ha suspendido su actividad ante las dificultades derivadas de
la huelga de transporte, derivada de la subida de precios de los combustibles, derivada
del incremento del precio del crudo en los mercados, derivado del bloqueo a las
empresas rusas, derivado de la invasión de Ucrania, derivada de la derivada de la
derivada. Suenan las sirenas, pero no las oímos. Caen las bombas, pero no nos
manchan —los pelos ríen moviendo las huellas de varios marcianos—. Por efecto del
miedo (y de la especulación) y del sonido de las sirenas miles de calorías
desaparecen
viernes, 18 de marzo de 2022
Debajo de un cielo de arena. (En Hoy por Hoy León, 18 de marzo de 2022)
viernes, 11 de marzo de 2022
Con tal de no tragarlo todo. (En Hoy por Hoy León, 11 de marzo de 2022)
Desde entonces la palabra sumidero me acompaña en ciertas sensaciones y veo girar el agua que se escurre hacia el desagüe en una espiral que, según parece, gira en un sentido en el hemisferio norte y en el sentido contrario en el hemisferio sur. Se llama efecto Coriolis, lo acabo de buscar en Google, y es lo que hace que las partículas se muevan hacia lados diferentes según el hemisferio en el que se encuentren. Ya, ya, también lo acabo de leer, ya sé que este efecto no se aprecia en masas pequeñas de fluidos porque intervienen más otros factores que son los que determinan el sentido del giro, pero el efecto existe: lo que se va por el sumidero se va en una espiral inquietante que se desplaza hacia un lado o hacia el otro dependiendo de la situación.
Solo que, cuando se cae, cuando se llega a ese torbellino que se escapa en el inodoro, en el lavabo, en la rejilla del sumidero de la alcantarilla, ya todo es inútil, ya se viaja con el agua sucia hacia lugares de difícil explicación. Travis está en el sumidero y su hermano lo rescata y lo enfrenta con su historia, una situación que el protagonista asume para tratar de recomponer todo lo que él mismo ha destruido. No te cuento cómo termina por si te animas a verla, por si encuentras el momento de enfrentarte con este paisaje de soledad y de abandono, por si te atreves a entrever tu propio sumidero, ese lugar tuyo que está dispuesto para recogerte cuando te deshagas. Te confieso que, cuando empecé a escribir, traía en la intención hablarte de política y tenía la imagen de Travis andando desorientado por las vías del tren mientras suena esa música que es poesía, porque a veces uno piensa en esa imagen como imagen de la política: desorientación, desierto, soledad, sumidero. Hasta la idea de que los fluidos giran hacia un lado o hacia el otro, dependiendo de las condiciones, me servía para ilustrar el caso, pero, llegados a este punto, me ciega la belleza y me parece que se convierte en grito, que se deshace esa pulsión de deshecho. Es la belleza la que recompone la confianza en que, a pesar de todo, estaremos por encima de lo que se vierte y sabremos mirarnos a los ojos. Es eso o tragarlo todo.