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viernes, 29 de diciembre de 2023

In vino veritas. (Audio)

 

In vino veritas. (En Hoy por Hoy León, 29 de diciembre de 2023)

          In vino veritas. Lo habrás oído cientos de veces. En el vino está la verdad, o dicho de otro modo, cuando el alcohol rebaja los filtros con los que controlamos nuestros pensamientos, se abren paso ideas que no nos permitimos pero que no es que sean verdad, sino que expresan lo que verdaderamente pensamos. Hay una diferencia que importa en ese sentido: no es que los borrachos digan la verdad, es que no se autocensuran cuando hablan y dicen la verdad de lo que piensan, pero esa no es la verdad, claro.

Hay otro modo de leer la cita de Plinio menos literal que me gusta para este artículo de fin de año. Quizá lo que quería decir no es que sea preciso el vino para que aparezca la verdad, sino que la verdad está más en la irracionalidad que en la propia razón, que el vino es una metáfora, una reivindicación de lo dionisíaco frente a lo apolíneo.  Y lo dionisíaco es esa parte que mantenemos escondida tras la raya de lo racional, esa parte que soltamos cuando rompemos los filtros y dejamos que aparezca el genio de la lámpara que llevamos dentro. Esto del genio de la lámpara es muy de la tradición oriental y me viene a la cabeza una de las famosas Cuartetas Persas de Umar Jayyam: lo más cuerdo es buscar dicha en el vino, / sin pensar en el hoy ni en el ayer; / librar de la razón al alma nuestra, / prestada, y que se queja en su prisión.

No se trata, creo yo, de lanzarse al vino, es más bien el impulso de liberación del alma prisionera de sus propias trabas, grilletes feroces que nos colocamos en la convicción de que es más valioso lo correcto que lo verdadero; lo que debe ser, frente a lo que es.

Venía ayer hacia León recordando una vieja historia de una alumna que quiso renunciar a su tradición cultural porque se sentía oprimida y quería elegir una vida distinta a la que su familia le imponía; se batían en duelo el ser y el deber ser y el deber ser de ellos y nuestro propio deber ser. El impulso resolvió aquel dilema y fue la propia muchacha quien tomó sus decisiones. Cada vez que racionalizo todo aquello mis pensamientos me conducen a un error. Por eso creo que es muy posible que sea correcto todo lo que ocurrió, pero que, de no serlo, en cualquier caso, es lo que ocurrió y es esa verdad lo único que cuenta.

Tenía en la cabeza proponerte un juego con la idea de que en el vino está la verdad. Se me ocurría decirte que te atrevas a pensar en qué puedes encontrar la verdad. Te doy ideas: en el abrazo ciego de un niño que se te cuelga del cuello; en las lágrimas de una muchacha que acaba de dejar a su abuela cenando sola el día de Nochebuena; en la niebla que envuelve el mundo como un celofán para hacerlo regalo; en la sencillez de un villancico cantado a coro en una capilla desnuda de ceremonia; en el sonido de tu voz que me calma, porque todo es como debe. Te deseo un 2024 pleno de verdad.

viernes, 22 de diciembre de 2023

In albis.(Audio)

 

In albis. (En Hoy por Hoy León, 22 de diciembre de 2023)

    Estuvimos haciendo las cuentas de la lotería en un bar de bizcocho exquisito con el café de primera hora y nos salía que la probabilidad de que tocara el gordo en nuestro décimo era —no creas que nos costó mucho esa primera cuenta— de uno entre cien mil. Si piensas en que la probabilidad de acertar si una moneda lanzada al aire caerá de cara es de uno entre dos, entiéndeme si te digo que es muy probable que al final de la mañana la mayoría de nosotros estemos in albis, que el gordo nos haya pasado de largo y que nuestra rutina siga como si tal cosa con el jaleo de fondo de los agraciados brindando con cava en las administraciones de lotería, porque los agraciados serán los otros.

    Después quisimos pensar cómo es de bueno para el estado el negocio de la lotería y nos reíamos pensando que el premio gordo realmente es, como casi siempre pasa en el juego, para el que organiza y que no contentos con lo poco que supone el total de premios en relación con lo que se vende, si te toca un premio de más de cuarenta mil euros todavía tienes que pagar al estado un veinte por ciento de lo que te toca. Eso si no toca en números que no se hayan vendido y se queda es el cien por cien con lo que se queda el estado. No obstante, compramos lotería, la compartimos, la regalamos y hacemos de este día veintidós un día especial de sonidos de infancia desde que arranca el sorteo hasta que se cierra el telediario de la noche con el último reportaje del último pueblo que vendió una fracción de alguno de los premios importantes. Eso es porque, en general, lo que nos gusta de la lotería no es el juego. Ni siquiera la expectativa de que nos toque el gordo y nos cambie la vida —casi nadie compra tantos décimos de un número como para que le pase eso— y sabemos que no nos va a pasar, que el martes que viene o el día que sea que se nos terminen las vacaciones, si es que las tenemos, volveremos a la rutina y al quehacer diario, in albis, pero con la convicción —puede que falsa— de que ese es el premio gordo verdadero, el que nos permite seguir adelante con nuestros proyectos, nuestras ilusiones, nuestros afectos y también —cómo no— con todo lo otro, con toda la carga de agobios, inconvenientes, miedos y dolores. Sabedores de que la felicidad está siempre aquí y que, como cantaba Lennon, “la vida es eso que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes”, algo que no nos deberíamos permitir. Jugar a la lotería es hacer planes al margen de la vida, pero jugar a la lotería de Navidad sin hacer más planes es quizá un modo de vivir.

    Como escribo antes de que se haga el sorteo, he pensado en escribir dos artículos, uno por si tocara aquí en León y otro por si no tocara, pero creo que voy a dejar escrito solamente este con la convicción de que si ha tocado va a dar igual lo que escriba, porque el programa no va a tener sitio para filosofías. Por cierto, el sitio más seguro en un bombardeo es el cráter que ha dejado en el suelo una bomba, porque es muy poco probable que vuelva a caer otra en el mismo sitio. Por eso creo que hoy me toca la lotería, que ya estoy metido en el cráter de los que el veintitrés hablamos de salud.

viernes, 15 de diciembre de 2023

Veni, vidi, vici. (Audio)

 

Veni, vidi, vici. (En Hoy por Hoy León, 15 de diciembre de 2022)

        Todavía me asusta que me digas que te gusta esto que escribo para cada viernes. Me gusta pensar que todavía consigo sorprenderte, aunque, créeme, no es lo que pretendo. En realidad, no creas que tengo muy clara cuál es mi pretensión viniendo a este rincón de la radio en el que me acurruco cada semana; quizá es que no tengo ninguna, que esto que ocurre es un “porque sí”, una decantación natural de ciertas cosas, sin más. Por otra parte, pienso que nada es de este modo y que todo acto humano esconde una intención y entiendo que está en la honestidad más mínima encontrar la mía, analizar por qué estoy haciendo esto que hago.

Me vas a decir que ya estoy exagerando, que ya me coloco fuera de la luz y me culpabilizo; que por qué no me permito la licencia de pasar por eso sin preguntarme, sin examinarme; un quehacer, sin más. No. No hay nunca un quehacer sin más. Me parece que quienes opinamos de forma pública, quienes nos asomamos a lo público para airear lo que pensamos, tenemos siempre un punto de vanidad inevitable y que me digas que te gusta lo que hago alimenta esa vanidad, hace crecer mi ego, aunque no lo confiese. ¿Ves? Hacemos cada cosa que hacemos buscando una ficción en la que entendernos, una ilusión que nos tranquilice, porque la realidad en la que te instalas es necesariamente un invento.

Me dirás a esto —fíjate qué pretencioso, que digo lo que yo quiero decir y lo que quiero que tú digas— que no puedo hablar de ficciones en días en los que, por ejemplo, se está juzgando en la Audiencia Provincial de León la presunta agresión a Raquel Díaz por parte de su exmarido. Y tienes razón. No podemos hablar de ficciones, por mucho que las versiones de unos y otros sean tan divergentes. Entiéndeme. Cuando te hablo de inventos te estoy hablando del modo en el que cada uno en su interior integra los datos, porque creo que tenemos un embudo por el que pasamos a los demás, pero el daño es el daño y se hace mayor en la medida que se engrasa con mentiras. Eso es así y lo entiendo y opino y te digo lo que opino y me sale de dentro, como un pop up, la emoción repulsiva hacia el maltratador que abusa de su poder en toda su extensión. Un pop up del asco. Pero, aún siendo así, sé que estoy en una novela que yo mismo me estoy escribiendo, un libro del que brotan emociones, sentimientos, impulsos, como esos libros que puedes ver a partir de este sábado en La Vecilla, libros de los que brota el movimiento con ingenios desplegables que te van a sorprender. No te la pierdas si puedes, por los libros y por La Vecilla misma, que siempre es un rincón amable en el que soñar. Una ficción de montaña.

Leo novelas de Padura y me llegan imágenes de La Habana. Una calle desnuda de lujos, un Buick rosa, una ficción que te encoge. Libros de los que saltan sueños. Un empujón para mi ego, porque una tarde de julio llegué, vi y vencí, como si fuera César.

viernes, 1 de diciembre de 2023

Gaudeamus Igitur. (Audio)

 

Gaudeamus Igitur. (En Hoy por Hoy León, 1 de diciembre de 2023)

Me siento a pensar qué te cuento hoy justo al terminar una clase en la Facultad. Ha sido una clase en la que el alumnado ha estado trabajando en gruposYo he estado orientando, resolviendo dudas, corrigiendo errores. Cada vez que me hacían la misma pregunta, la explicaba para todos del modo más rápido posible. Ha sido una clase agotadora.

En las aulas, en la mayoría de las aulas, todo está pensado para el desarrollo de clases magistrales. Especialmente en la universidad. La persona que sabe comunica a quienes no saben lo que tienen que aprender. Algo que luego memorizarán y repetirán en un examen que determinará su grado de preparación. No voy a decir que me parezca mal aunque debería, me parece—, pero creo que ese modelo “pizarra, carpeta, prueba” es un modelo más que obsoleto en la sociedad del siglo de la inteligencia artificial. Y en las universidades, por mucho que se pone encima de la mesa la necesidad de hacer las cosas de otra forma y hay muchas personas que realmente lo hacen, sigue funcionando de forma mayoritaria el “explicar, memorizar, examinar”.

Me lo contaba la directora de un colegio de aquí de León que no tiene Bachillerato. Me decía: claro, lo que pasa es que nosotros estamos trabajando desde un enfoque competencial, comprendiendo que lo importante no es que el alumnado aprenda cosas, sino que aprenda a entender cosas, a transformar cosas, a integrar las cosas que aprende no como un aprendizaje dirigido a la superación de un examen, sino como una competencia que se adquiere para la vida, para ser persona. Y luego, cuando se van a hacer el Bachillerato a otros centros, se encuentran con que la exigencia no es que elaboren un mapa mental, sino que se aprendan el mapa mental que el profesor de turno les elabora pensando en que el día que toque puedan tener éxito en el examen de acceso a la universidad o, mejor dicho, obtener una nota más alta que otros que quieraacceder a los mismos estudios. No lo decía exactamente así, pero más o menos. Olvida tu mapa mental y apréndete el mío que es el que funciona para el trecey pico que necesitas si quieres estudiar Medicina.

En mi clase de ayer el alumnado era vocacional. Hay determinadas profesiones que deben ser elegidas desde la pasión y no desde la nota de un examen. En realidadtodas. Iba a decir que unas más que otras, pero no es verdad. Tengo un ejemplo de eso: el muchacho que obtuvo la mejor nota el año pasado en la selectividad aquí en Leónha elegido en función de su vocación y no de su nota y está haciéndose periodista en Santiago y ya escribe crónicas que publica en algunos medios y ya se le ve que va a ser un gran periodista, posiblemente deportivo. Puede que de radio. Porque es dueño de sus mapas mentales y ha desarrollado las competencias que le permiten ser crítico y libre en lo que dice, en lo que eligecon lo que lo conforma. Ese es el diez que buscamos.

viernes, 24 de noviembre de 2023

Fiat Lux- (Audio)

 

Fiat Lux. (En Hoy por Hoy León, 24 de noviembre de 2023)

    “Que se haga la luz”, o “hágase la luz”, o “sea la luz”, y el caso es que la luz fue o se hizo, pero antes que la luz era la palabra, el logos, la proporción, la medida. Hágase la luz es la primera verbalización de la creación, el primer mandato. Me sentido fascinado por la frase porque representa el poder creador de las palabras. Hágase, sea, haya, acumúlense las aguas, produzca la tierra vegetación. Que suceda lo que debe suceder, lo correcto, lo que es bello y bueno. Sea.

    Quizá es por eso por lo que se ha elegido el día de hoy, este viernes negro, para el encendido de la iluminación navideña en nuestra ciudad. “Hágase la luz”, pensará en su interior el electricista del ayuntamiento que tenga el encargo de apretar el botón que ponga en marcha las fiestas. Yo no me resistiría a esa emoción y sentiría ese poder creador de la técnica en la yema de mis dedos. Pasemos de la oscuridad del viernes negro a la luz del ramo leonés, a la estampa del árbol navideño importado de otras culturas compitiendo —y perdiendo, naturalmente— con la altura y el brillo de la catedral. Fiat lux. Brille la navidad desde el día siguiente al día de Acción de Gracias, una fiesta que todavía no tenemos pero que —se verá con el tiempo— pudiera llegarnos, como nos ha llegado la fiesta del día de Halloween, que de un modo más o menos extendido ya se celebra también aquí. Es lo bueno de la cultura global, que nos recuerda que el mundo es uno, que nos enseña la luz de la pertenencia única a eso que hemos dado en llamar “humanidad” o tal vez se trate de una invasión cultural. Cantar villancicos tocando la zambomba, yo me remendaba yo me remendé, y mezclar "Santa Claus Is Comin' to Town" es una prueba de lo que digo, algo que nos enseña el camino de lo universal. No sé si esto te sirve para hacer luz o te provoca más confusión.

    Me quedo con esto de la luz, porque la noticia de la semana tiene que ver con lo que quiera que hayan descubierto en Open IA. Eso que nos han dicho que existe, aunque no sabemos bien qué es, pero que debe ser un descubrimiento tan perturbador que provoca terremotos que se llevan por delante primero al creador de la empresa y después a quienes lo despidieron y que genera una turbulencia semejante a la descrita en el Génesis en el momento del fiat lux —hablar a la vez del tiempo y de la creación es abrir un melón metafísico, y eso que la creación se desarrolla en el tiempo—. Me da por pensar si lo que ha descubierto la empresa del Chat GPT es un modo de inteligencia por encima de la inteligencia humana, una súper inteligencia que pueda superar la inteligencia de las palabras que es el modo en el que los humanos medimos el mundo, una inteligencia desmedida que fuera luz, por ejemplo, algo incomprensible incluso para el propio humano creador. ¿Y si la creación fuese un producto ingobernable para el creador, una obra de su voluntad que lo sobrepasa y lo aniquila? Nietzsche, Altman, San Agustín. Las luces de la navidad en tu ventana en el puente de salida para la mayor bacanal consumista del año. Fiat lux. ¡Y vaya que si se hizo!

 

viernes, 17 de noviembre de 2023

Alea jacta est. (Audio)

 

Alea jacta est. (En Hoy por Hoy León, 17 de noviembre de 2023)

    Que cada uno tiene su Rubicón es algo que he ido aprendiendo con el tiempo y no solo cada uno en su propia evolución personal, sino cada proceso en su desarrollo objetivo con independencia de sus actores. Hay un punto de no retorno para todas las cosas, un “no va más” que hace rodar la bola por la ruleta hasta que se detiene en un número y decide la suerte de la apuesta; generalmente a favor de la casa, por pura estimación matemática. La suerte está echada; alea jacta est, que se ve que dijo Julio César cuando cruzó su Rubicón particular y decidió traspasar la frontera de la Galia Cisalpina y marchar con sus legiones sobre Roma. Lo que vino después es cosa de la historia y como siempre la historia la escriben quienes pueden, la historia dice lo que dice. Así es que, quienes puedan escribir nuestra historia contarán lo que convenga tras este pasar el Rubicón de estos días, porque la suerte está echada. 

    Una de mis obras de teatro preferidas es el Julio César de Shakespeare y me gusta especialmente en la visión de Mankiewicz con ese tono oscuro que recorre toda la película. Los amigos que se conjuran tienen que comprometerse y asestar todos ellos al menos una puñalada. ¿Tú también, Bruto? Después, ya sabes del monólogo de Marco Antonio, que en la boca de Marlon Brando suena magnífico: ¡El mal que hacen los hombres les sobrevive! ¡El bien queda frecuentemente sepultado con sus huesos! El discurso funerario de Marco Antonio es seguramente uno de los mejores ejemplos de discurso político manipulador sustentado sobre la verdad: digo sin decir, presiono sin presionar, arengo sin arengar. Porque dice Bruto que César fue ambicioso y Bruto es un hombre honrado. Seguro que ya te suena. No tiene desperdicio. Si estuviera dispuesto a excitar al motín y a la cólera a vuestras mentes y corazones, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres honrados. ¡No quiero ser injusto con ellos! ¡Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos hombres tan honrados!, dice justo antes de enardecer a la masa para que oiga de su boca el testamento de César. La revuelta está servida.  

    Todos tenemos un Rubicón. La duda de Bruto, su indecisión, se vence en una noche oscura de conspiraciones. El momento en el que asesta la cuchillada que desmadeja al gran Julio César es su Rubicón, el que le conduce a tomar la espada más adelante —ya vencido— y arrojarse sobre ella para darse muerte por su mano como aristócrata romano que era. El más noble de los romanos, como dijo de él su enemigo. 

    Marlon Brando, James Mason, Shakespeare, Mankiewicz. Una obra de Teatro del siglo XVI, una película del XX, una historia del siglo I antes de Cristo. Una reflexión de dos mil veintitrés que vale para Roma, para León y para cualquier sitio, porque “el honorable Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave y gravemente ha pagado su ambición”. Alea jacta est

Per aspera ad astra. (Audio)

 

Per aspera ad astra. (En Hoy por Hoy León, 10 de noviembre de 2023)

    Como si el responsable de la programación del Auditorio lo supiese, el jueves pasado presentó Teatro Corsario su montaje sobre el territorio literario de Luis Mateo Díez, Retorno a Celama. Hubo un encuentro con los creadores y con el propio autor al terminar la función, como si todo el mundo lo supiese. Como si yo mismo lo supiese, cuando Luis Mateo Díez caminaba hacia el escenario por el pasillo me encontré con él y le presté mi brazo justo en el momento en el que perdió un paso en los escalones traidores que te obligan a dar zancadas muy largas o muy cortas, porque están pensados para armonizar con el espacio de las filas de butacas y no para facilitar subidas y bajadas. Como si lo supiese, ya te digo. 

    Así es que ya hay dos Cervantes leoneses, ¡qué orgullo! Me dirás que yo no soy leonés, que vengo de fuera, y es verdad, y me dirás que el Premio Cervantes es para el escritor y no para nosotros, y también es verdad. Te diré, a cambio, que siento la alegría del premio como si a mí también me lo hubieran dado. A lo mejor porque desde mi presencia anónima saliendo de la fila de butacas me encontré con él el jueves y se apoyó en mi brazo, ya ves qué tontería. En los sesenta la gente corría detrás de los Beatles y hoy en los hoteles en los que duermen los futbolistas hay aglomeraciones de seguidores que cantan y vitorean y aplauden y buscan la forma de conseguir una firma de alguno de sus ídolos. ¿Por qué te extraña que yo me sienta orgulloso de haber prestado mi brazo un segundo al Premio Cervantes, aunque en ese momento todavía no lo fuera? 
    
“Estos escalones son muy traidores”, le dije. Ya lo creo, me parece que contestó, dejándome atrás en su camino hacia el escenario. Tampoco sabe quién soy, como no sabía quién era Iceta, el ministro que lo llamó para decirle que le habían otorgado el premio. Y es que “la vida es incómoda, pero merece la pena”. Es cierto, merece la pena. Merece la pena vivirla y vivirla es concentrarla en lo que importa, que no son los premios, ni los ministros, ni siquiera las novelas. Esto último es opinión mía, que el escritor solo dijo que la vida es incómoda, pero merece la pena.  

    Habría que buscar espacio para desarrollar qué es la incomodidad de la vida y explicitar por qué merece la pena. Me parece que esa incomodidad no es por el esfuerzo que conlleva vivir; un esfuerzo permanente: que estar vivo es ir contra la naturaleza de las cosas, porque el universo tiende a la entropía y lo natural es tender al gasto mínimo de energía. Vivir es consumir oxígeno, una combustión permanente. La vida es, vista así, una quemazón. Pero una quemazón que merece la pena, si observamos con atención lo que importa, lo que de verdad importa. Me viene a la cabeza el dicho latino: Per aspera ad astra. La vida es esfuerzo y dificultad, pero merece tanto la pena que es en sí misma el éxito. Hay mucho en Luis Mateo Díez de esto: es el esfuerzo el camino a la excelencia, aunque los pasos sean incómodos. ¡Y merece la pena!

viernes, 3 de noviembre de 2023

Ad calendas graecas. (Audio)

 

Ad calendas graecas. (En Hoy por Hoy León, 3 de noviembre de 2023)

    Me decía una compañera que tiene en casa un francés que ha venido de intercambio que había estado de visita en la catedral y que se había vuelto a emocionar mirando las vidrieras. Lo hemos dicho mucho, que es obligatorio mirar la ciudad de vez en cuando con los ojos del turista, que no podemos acostumbrarnos a lo extraordinario y darlo por ordinario por mucho que lo veamos todos los días. Pasará en Segovia con el acueducto y en Granada con la Alhambra recortada en el cielo del atardecer. No digo yo que estemos sobrecogidos a toda hora en un síndrome de Stendhal permanente, solo digo que vale la pena mirar lo que tenemos a la mano con los ojos de la primera vez.

    En general, vale para todo y no solo para lo bello. Mirar la realidad con ojos nuevos es recrearla, no sé si me entiendes. Que ya nos tenemos muy visto todo, lo sé, te lo concedo. Es solo que creo que esa sensación de cosa usada, como de pomo de puerta desgastado por el roce de mil manos, con la que terminamos interactuando con lo cercano —personas, cosas, patrones, rutinas, hasta ensueños recurrentes y pesadillas pertinaces— nos impide disfrutar de nuestro estar vivos con la fuerza brillante de un fogonazo de novedad. Y, por otra parte, adoramos la comodidad segura de lo conocido, lo que nos da circunstancia, lo que nos enchufa a la tele del salón, al sofá bendito de todas las tardes de viento espantoso que se quedan al otro lado de la ventana. Volad vosotros, que inventen ellos. En el escritorio de un colega, un águila volando junto a otra en reposo, el recuerdo de que el quehacer debe abordarse de ese modo: a la vez en la celeridad y en la calma. Vale, de acuerdo, hagámoslo así, busquemos el hueco que nos reconforta. Eso es bueno, nos hace moderadamente felices.

    En cambio, más allá de esos quehaceres, la siempre pospuesta libertad nos grita descarada y nos empuja hacia el misterio. Esa fábrica de miedo que nos ata hace que dejemos para otro rato el esfuerzo por recuperar la mirada limpia de la primera vez y apartamos con desdén ad calendas graecas la toma en consideración de la novedad de lo de siempre.

    Te vi subir la escalera y pensé que te veía por primera vez. Comiste aquellos garbanzos como si fuese la primera vez que lo hicieras. Me apreté en mi novela cubana escuchando en mi interior los sonidos de La Habana de la mano del escritor, como si fuese la primera vez que me llegaban. Te hablo hoy como si nunca antes lo hubiera hecho, con la convicción de que es urgente rescatar el poder de la mirada, el poder del compromiso con lo que uno sienta, piense y crea. Me pasó el martes por la noche —muchas cosas me pasan los martes, ahora que miro con mirada nueva—, que bajaba por la calle Ancha con la idea de resolver un viejo problema enquistado con un amigo de muchos años. Se me ocurrió pensar que había que resolverlo en ese instante y apareció de frente nada más girar en la esquina de San Marcelo. Me dirás que por los miles de veces que piensas del mismo modo y no sucede nada. Es verdad. Por esos miles de veces te digo que puedes ejercer tus poderes o abandonarlos ad calendas graecas.

viernes, 27 de octubre de 2023

Dies Irae. (Audio)

 

Dies Irae. (En Hoy por Hoy León, 27 de octubre de 2023)

    Este martes hizo un año desde que nos falta Lolo. Bueno, no es que nos falte del todo, porque hay personas que quedan, pero ya me entiendes, que no va a entrar a la tertulia dentro de unos minutos, que por mucho que digamos que lo mantenemos vivo en el recuerdo y esas cosas que se dicen en los discursos, cuando se abran los micrófonos de la tertulia ya va a hacer un año que no se asoma desde detrás de sus gafas de sol.

    Esta semana que vuelve el tren a ser noticia —los nuevos AVEs a Gijón y el Ponfeblino de propulsión a hidrógeno— es muy propia para el recuerdo de Lolo que siempre decía que nació en el apeadero de Buen Suceso. No me atrevo a asegurar la veracidad de ese suceso en Buen Suceso, pero sí que es verdad que el tren estuvo en su vida desde la infancia y me gusta asociar la imagen de los trenes, la imagen bucólica de la locomotora, la vía infinita que se pierde en los horizontes, sean como sean, plegados en la montaña o extendidos en la llanura, con el recuerdo de este trasgo vestido de negro.

    Cuando salíamos de las tertulias de Localia nos íbamos a charlar un rato al viejo Morán, pero también a la Ragazzi o al chino de Lucas de Tuy y allí fuimos haciéndonos amigos, de esa manera que se podía ser amigo de Lolo: con total o nula dedicación, que ese nunca fue el asunto. En esas noches, y otras que les siguieron, se nos ocurrieron muchas historias que contar, historias que fuimos recogiendo en servilletas de papel o en la memoria misma que se ha transformado en el más puro olvido. Muchas de esas servilletas, cuadernos, folios sueltos, andan por ahí en viejas carpetas, como también andarán por ahí bocetos para una revista iconoclasta que estuvimos pensando con Lorena, que por entonces todavía andaba por las ruedas de prensa con el micrófono de la tele. La Gocha iba a llamarse y pretendía poder publicar todo lo que nunca pudiera publicarse. A lo mejor por eso nunca se publicó. Nos reímos mucho pensando noticias imposibles, organizando secciones y concretando una infinita lista de colaboradores. Te parecerá increíble, pero lo pensábamos en serio y las reuniones se parecían mucho a reuniones de trabajo. Bueno, o no. La Gocha, ¡qué idea!

    De lo otro, de las historias que pensamos juntos, salió una novela que en principio se llamó Demus Irae, pretendiendo un juego de palabras con el Dies Irae Dies Illa. Fernando hizo unos tarjetones que se abrían y dejaban salir unos desplegables con los monstruos que iban a protagonizar la novela y que se quedaron escondidos entre los otros millares de proyectos que se le ocurrían a Lolo cada segundo. El Cuélebre, el Mouro, la Corrupela, … Nos dio por llamarlos Demus. No por demonios, que esos sabemos que son daemones. Estos bichos nuestros no tienen maldad, aunque sí que dan algo de miedo. Por lo que sea, duermen en un cajón sus aventuras, esperando el momento en el que puedan salir a pasear por las páginas de un libro. El día de la ira, quizá, el día aquel.

viernes, 20 de octubre de 2023

De parvis. (Audio)

 

De parvis. (En Hoy por Hoy León, 20 de octubre de 2023)

    Hace muy pocos días que le dio sus zapatos a uno de sus hijos porque ya hace tiempo que sabe que no los va a usar más y no era una premonición ni nada por el estilo, era que se sabía ya que no iba a volver a caminar. Luego las cosas se han ido complicando: ya sabes que las cosas siempre se complican si pueden y se enredan y conducen a caminos generalmente de dolor y de pena, aunque también de gozo y alegría, y eso que te aseguro que este no es el caso, aunque podría serlo, porque en todo, hasta en lo más penoso, podemos encontrar motivos para la risa y sentir el abrazo de la esperanza. El caso es que le regaló sus zapatos a uno de sus hijos y él los recibió con la carga emocional que traían, con las chinas que traían dentro, se me ocurre decirte.

    En estos días en los que la lluvia ha lavado por fin la acera del sauce llorón que hay en el Paseo de Salamanca a la altura del Puente de los Leones —¡cómo se pegaban las suelas de los zapatos hasta hace bien poco al pasar por debajo! — parece como que la tristeza del otoño se empeñara en colarse en las noticias, todas las noticias, las de los informativos nacionales, las de los mensajes de Whatsapp del teléfono, las del informativo regional, hasta las de los deportes, que mira cómo anda el ADEMAR sin encontrar un pabellón en el que poder entrenar. Yo qué sé. Uno siente la fuerza de la tristeza colocándose en los huesos con la humedad y con estas cosas que me cuentan unos y otros y lo que veo yo mismo cada día, me asaltan impulsos de bota, baraja y brasero y me apetecería quedarme pelando castañas en una mesa camilla y ver pasar el viento en los cristales, dejar que el mundo ocurra y se suceda, extender mi oído al ulular triste de la noche que cae. Es eso que te digo, que uno empieza a entender por qué los americanos dicen “caer” cuando hablan del otoño y es un caer que va más allá de las hojas, más allá de todo eso que los días de atrás dejaba caer en la acera el sauce llorón del puente de los leones.

    Pero no te dejes vencer por esa inercia. Piensa en la generosidad del acto del hijo recogiendo de la mano de su madre los zapatos que su padre ya nunca calzará. Es ese gesto de belleza, el hecho de colocar la plantilla que le recomendó su podóloga dentro de la pisada que ha ahormado el padre, ese acto pequeño, mínimo, lo que se desvela crucial y engendra —estoy seguro— las cosas más grandes que pensarse puedan. Porque ya sabemos que los actos pequeños construyen las grandes gestas, que es la constancia en lo pequeño lo que alimenta la grandeza, que las cosas grandes se nutren de las pequeñas. Entiéndeme, no es que no vea lo gris que es la mañana, no es que cierre los ojos a la desgana con la que se deshace en la acera el sauce llorón, es que sé que todos los días sale el sol, aunque no pueda verlo, y que todo lo que hago para que crezca la belleza —o, si quieres, el amor—, por muy pequeño que sea, contribuye al alimento de la felicidad monstruosa de la humanidad. De parvis grandis acervus erit.

viernes, 13 de octubre de 2023

Mens sana. (Audio)

 

Mens sana. (En Hoy por Hoy León, 13 de octubre de 2023)

    Hay una novela que escribió Antonio Orejudo allá por el dos mil que se titula Ventajas de viajar en tren en la que el lector viaja —aquí la reiteración es apropiada—por diferentes niveles de realidad en el desarrollo de la ficción, que empieza con la protagonista volviendo a Madrid en un viaje en tren —de nuevo tren y también viaje—tras haber dejado ingresado a su marido en un hospital psiquiátrico en una ciudad del norte. Lo que ocurre a partir de ahí ya es cosa tuya, si te apetece leerla o recordarla, si es que ya la has leído, y si la traigo hoy aquí es porque el martes de esta semana se ha celebrado el día internacional de la salud mental y porque también es noticia de la semana que León se vuelve a quedar fuera de juego en materia ferroviaria, de modo que trenes y salud mental me llevaron a recordar esta novela de la que te hablo.

    Llegué a Orejudo de la mano de mi amigo Mauro, que me enseñó Fabulosas narraciones por historias en la edición de Lengua de Trapo allá por los últimos noventa y desde ahí se convirtió en uno de mis muchos autores preferidos. Tener muchos autores preferidos creo que es una ventaja, una manera de decir que la ventana del espíritu —discúlpame la cursilada— la tengo bien abierta para que puedan entrar por ella muchas brisas diferentes. Es un modo de mantener fresca la estancia, una idea de ventilación constante en la que se mezclan voces diversas que me ayudan a mantener perspectivas múltiples de la realidad. La realidad, ese concepto tendencioso.

    Te recuerdo la máxima de Juvenal, mens sana in corpore sano. Te recuerdo que siempre la citamos fuera de su contexto en un alarde de creación de realidad, como que una mente sana favoreciera un cuerpo sano o como que fuera nuestra obligación mantener sano el cuerpo para que esté sana la mente, cuando, en realidad, lo que creo que dice el poeta romano es que debemos orar para mantener un equilibrio en la salud mental y corporal, algo que se pide, algo que no está en nuestra mano. Esa reflexión me parece interesante, porque tendemos a culpabilizarnos por la enfermedad. Las personas enfermas no pueden ser responsables de su enfermedad. La obligación de mantener la mente y el cuerpo sanos es un deseo que va con nosotros siempre, pero no podemos pensar que quien enferma lo hace por abandono, por desidia, por dejadez. La enfermedad no se elige. Me dirás que si soy diabético no debo comer azúcares o que si soy hipertenso tengo que hacer ejercicio y abandonar la sal y el café. Ya, claro, tienes razón, debemos hacer un esfuerzo por la salud, tanto física, como mental. ¿Pero ese esfuerzo es una obligación moral? Y, en cualquier caso, ¿esa distinción entre salud física y mental que acabo de hacer tiene algún sentido? ¿Por qué necesitamos separar de esa manera feroz lo físico de lo mental? ¿No será un modo artificial de generar realidad?

    Ahí entran las Ventajas de viajar en tren, aunque no vaya a haber tantos trenes para Madrid como habrá a partir del año que viene desde Valladolid o Segovia.


viernes, 6 de octubre de 2023

In memoriam. (Audio)

 

In memoriam. (En Hoy por Hoy León, 6 de octubre de 2023)

Fue ayer y tuvo que ser a las cinco de la tarde, no sé si a las cinco en punto de la tarde, porque yo no estuve allí para atestiguarlo, pero seguro que tuvo el sonido de las cinco en punto de la tarde. El sonido innegociable de la tragedia en el silencio de los luchadores de todas las categorías recordando al compañero que ya no va a volver a los corros. Ayer en la radio, en esta radio, igual pudiste oírlo, lo explicó muy bien el presidente de la Federación de Lucha Leonesa. Dijo que habría un homenaje especial a Jorge Iglesias, que habría un minuto de silencio y que habría más actos, pero que seguro que lo más importante sería lo que cada uno de los que participara en el corro de San Froilán pudiera sentir y compartir con los demás en su recuerdo. 

Es difícil escribir in memoriam cuando hablamos de una persona de veinte años, un campeón que se va de la lucha con su victoria, con el campeonato que ya tenía conseguido a falta de estos dos últimos corros, el de San Froilán de ayer y el que queda para el Pilar el día doce en Boñar.

No quiero imaginarme el sol de las cinco de la tarde de ayer en la plaza de la catedral. No quiero ver las calles vestidas de fiesta en el día de San Froilán a esa hora de la tarde. No quiero escuchar el rumor del Húmedo subiendo desde la Plaza Mayor o los ecos de la Plaza de Torres de Omaña alterando la calma de la tarde del verano extendido de San Miguel. Me niego a dejarme rozar por nada que no sea el dolor de estas cinco en punto de la tarde en las que la ropa de un luchador que ya no lucha, el campeón de la liga de verano de su categoría, yacen —no puedo emplear otro verbo— sin vida en el homenaje del penúltimo corro de la liga. Solo tengo ojos, desde mi ausencia, desde la distancia, para el padre y la madre, para la hermana, cuya presencia en el acto demuestra el coraje enorme de quienes saben que el amor no es exclusivo, que el amor es de todos y el dolor y la pena deben compartirse con la misma fuerza con que ese amor los impulsa. Allí estuvieron las ropas con las que luchó en su último corro, como el día siguiente al de su pérdida, por encima de la colosal galería de ramos, flores y coronas, lucía su cinturón de luchador, en una presencia que tal vez lo definiera en todos los aspectos de la vida.

Tengo que confesarte que escribo sobre Jorge porque su madre es mi compañera, aunque sé que hubiera escrito lo mismo en cualquier caso, pero el hecho de que hubiera estado hablando con ella solo minutos antes de que la vida le cambiara de esta forma, me sobrecoge, me resitúa en muchas de las circunstancias de mi vida y me empuja a sentir un aprecio infinito por ella, a compartir su dolor, a entender su soledad, a esperarla en la soledad del despacho sabiendo que esa soledad —porque ya lo he visto antes— es ya lo único que nos acompañará por mucho que con el tiempo vuelvan las risas y las fiestas y el sol de octubre en una tarde perfecta para un corro solemne de lucha leonesa.


viernes, 22 de septiembre de 2023

Cave Canem. (Audio)

 

Cave Canem. (En Hoy por Hoy León, 22 de septiembre de 2023)

    En las villas romanas era costumbre colocar un mosaico en la puerta que avisaba del peligro de encontrarse con un perro al entrar. Cave Canem, decía el letrero, aunque los puristas me van a afear la pronunciación, que lo correcto sería caue canem, pero como la locución latina ha permanecido con esta pronunciación menos clásica, te la dejo así, “cave canem”, entendiendo que el lenguaje es un modo de hacer fortuna, que decimos lo que decimos como lo decimos porque la fuerza de la costumbre y el uso han ido erosionando las palabras y las han ido modelando como el viento y el agua dibujan los acantilados de la costa, de manera que lo que un día fue “fermoso”, por ejemplo, ahora cambia esa efe del principio por una letra muda que ha aparecido con el tiempo y el azar.

    El tiempo, el capricho de la moda o el uso, o las condiciones geográficas o los elementos que intervienen en la deriva de las palabras en su evolución desde otros idiomas son una llave, una clave, de la evolución del pensamiento. Si el pensamiento es lenguaje y el ser humano se distingue de los demás seres vivos por su capacidad para elaborar ideas abstractas, conceptos separados de la inmediatez de los sentidos, podría decirse que la evolución del lenguaje explica la evolución del pensamiento. Así es que, cuidado con el perro, que no es cualquier cosa.

    Tenemos este fin de semana de comienzo del otoño muchos eventos en León. Yo me quedo con este de la Exposición Internacional Canina, creo que porque cumple veinticinco años o porque el perro me ofrece uno de los más deliciosos tópicos que solemos utilizar: se trata del mejor amigo del hombre. Cuidado con el perro, que te define. Por sus amigos los conoceréis, no solo por sus actos, y sí, los dueños —no sé si aquí la palabra dueño es adecuada— terminan pareciéndose a sus perros. Lo aprendí en 101 Dálmatas, me parece; una de esas películas de Disney en las que los animales son más humanos que toda la humanidad. Luego lo he ido viendo por la calle y será que ya voy con ese defecto en la mirada, pero siempre que veo a un perro le encuentro un parecido innegable con la persona con la que pasea.

    Yo he tenido dos perros muy queridos. Ya me hubiera gustado parecerme a ellos. Tal vez no les dediqué lo suficiente o los perdí antes de tiempo, pero los dos fueron mucho mejores que yo. Por eso, por pensar en estos veinticinco años que celebra este fin de semana la Exposición Canina Internacional, te digo que no dejes caer en saco roto la advertencia y tengas cuidado con el perro, porque podemos estirar la admonición como metáfora, de manera que entienda que soy yo ese perro que me acompaña, que no es que sea mi mejor amigo, sino que es mi mejor dibujo, mi mejor espejo, mi mejor estampa. Veinticinco años son muchos. Eso hay que celebrarlo, pero cuidado con el perro, cave canem, que es de ti de quien habla cuando ladra.  

viernes, 15 de septiembre de 2023

Horror vacui (audio)

 

Horror vacui. (En Hoy por Hoy León, 15 de septiembre de 2023)

    Esta semana he tenido ocasión de visitar algunos colegios. He estado en Villaquilambre, en Navatejera, en Villaobispo y en algunos de la propia ciudad de León. Créeme si te digo que he visto el brillo de la imaginación y del trabajo. Me siento como Adán comiendo de la manzana —literalmente tuve la oportunidad de coger una de un manzano que crece en el patio de uno de esos colegios y comerla como quien adquiere en ese gesto la virtud de discernir, la potestad de distinguir el bien y el mal, el pecaminoso bocado de la libertad— y ese mordisco, esa aceleración del tiempo, la expulsión del paraíso, la condena al sudor que perla la frente, me detuvo en la mañana de ayer en la idea de que todo es como siempre y todo es distinto, solo que nos acompaña en este tiempo nuevo una necesidad que quizá en otras vidas anteriores no tuvimos: una ilusión de necesidad, la enajenación del quehacer continuo. 

    Esa ilusión de exigente necesidad del quehacer permanente nos estampa contra el horror de los muros vacíos. Esa tendencia a llenar todos los espacios de elementos decorativos, que en el arte se denomina horror vacui, nos persigue en cada segundo de nuestros quehaceres y tendemos a ocuparnos a tiempo completo de ocio y negocio, de dichas y desdichas; nulos ante el consumo de todo cuanto consumible exista, ya sea bien material, emocional o intelectual. Bienes de consumo en trinidad exacta: hágase un dios de lo material, de lo emocional un credo, de lo intelectual, iglesia. Pero “allá en el fondo está la muerte”, que decía Cortázar en sus Instrucciones para dar cuerda a un reloj. “Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.”

    Ese horror vacui en el mural de nuestro tiempo no deja de ser una carrera contra el vacío que aguarda allá en el fondo, sea lo que sea ese fondo y sea lo que sea ese vacío, si es que es tal. Estamos cada minuto en la consternación por el tiempo perdido, cuando la carrera para ver que ya nada importa está en la primera zancada, en la que enseña que, en el fondo, nunca nada realmente importó, salvo la plenitud de cada instante vacío, cada hueco de comprensión inequívoca de que la belleza está a salvo siempre, ya sea bailando en la verbena, devorando una idea en la soledad del dormitorio insomne, escuchando las voces del día que te pellizcan entre las sábanas revueltas.

    Hay un hueco por llenar, una silla vacía, una sede vacante. Ese hecho nos enseña nuestra capacidad de responder, nuestra excepcional convicción de que las cosas pueden hacerse en toda circunstancia. No digo que no haya que ocupar el puesto —que las cosas no se hacen solas y siempre hay quien carga con responsabilidades que no le tocan—, pero sí digo que el flujo de la vida empuja en cada rincón del día y que los colegios que he visitado estaban repletos de ideas, proyectos y esperanza y que eso me hace pensar que quizá no sea tan importante llenarlo todo y que el vacío tal vez no sea tan malo.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Nequáquam (Audio)

 

Nequáquam. (En Hoy por Hoy León, 8 de septiembre de 2023)

    Me la encontré en un crucigrama. Me refiero a la palabra “nequáquam”; y me acordé de otros tiempos en los que era de uso popular, aunque creo que en mi oído o en mi recuerdo —vaya usted a saber si son lo mismo— se colaba una ene por en medio y otra al final y me sonaba más como un “necuancuan”, un decir nones castizo y chuleta, una vulgarización del latinajo que lo trae más al mundo de las cosas cotidianas. La cuestión es que se me vinieron recuerdos de infancia con el nequáquam y me quedé un rato con el crucigrama a medio hacer, pensando en qué es realmente lo que no debemos aceptar de ninguna manera, eso a lo que se le puede decir un “no” tan radical que se convierta en eso, en la puerta cerrada del nequáquam.

    Estamos en ello en el tratamiento de los pactos, bordeando las líneas rojas y los cordones de seguridad, atando con nudos sutiles los finos hilos de seda que hace dos días eran alambre de espino. Veo que eso de decir que “de ninguna manera” es una forma política de afirmar que “ya veremos” y me cuesta esa radicalidad en la negación casi tanto como la flexibilidad en el cambio de postura. Hoy aplaudo los exabruptos contra el feminismo —eso de falso es una etiqueta imposible— y mañana condeno la actuación machista de la misma persona a la que aplaudía hace un rato, un devenir contra posiciones absolutas que quizá sea hasta loable si no fuera porque viene del cinismo más egocéntrico: tengo un trato, lo mío pa mi saco.

    Se acabó. Ahí está la cosa. En que yo me lo propuse y sufrí y ahora  que se ha muerto María Jiménez, con todo lo criticable y ensalzable de su vivir intenso, el movimiento de repulsa a todo lo que pasó con el mundial de fútbol y después gira en un nequáquam, un de ninguna manera, un se acabó radical, como cuando ella movía la melena para atrás y el mundo se le quedaba en ese gesto que era una réplica agitanada del melenazo de la Carrá y decía muy clarito mirando a la cámara que ya estaba bien, que por ahí no, que el mundo podía ser más amable, más humano, menos raro.

    En los tiempos del necuancuan, María Jiménez llenaba la pista de las discotecas en los pueblos, bien lo sabes, y los muchachos mirábamos desojados, y puede que deshojados —una con hache y otra sin— la mano en el cielo que enroscaba el tiempo nuevo que afortunadamente podemos compartir. Se acabó todo aquello. Se acabó. Y bien venidas sean las sentencias si son justas, aunque lleguen tarde, aunque sean cortas según opiniones, aunque no supongan un nequámquam definitivo que es por el que deberíamos trabajar. 

    Que empezó el curso en Infantil y Primaria el miércoles, lo sabes. Que había una mochila vacía tres días tirada en un seto, es posible. Que los días de comienzo de curso son de ilusión para los niños, un motivo para creer que podremos conseguir un se acabó definitivo; un nequáquam sin fisuras, porque solo la educación cambia el mundo.


martes, 4 de julio de 2023

Resolver primero los paréntesis. (Audio)

Resolver primero los paréntesis. (En Hoy por Hoy León, 30 de junio de 2023)

    Había pensado titular “Y cuarenta” este artículo de hoy, porque, como sabes, hoy es el último programa de la temporada y, quizá eso no lo sepas, es el que hace el número cuarenta y en todos ellos, desde el primero al último, hay alguna referencia a un concepto matemático. No sé explicarte por qué pensé que esta sería una buena idea. Es más, tampoco estoy muy seguro de que lo sea. De hecho, alguna semana me ha supuesto un reto contarte lo que traía en la cabeza y ponerlo en relación con alguna idea matemática. Habrás visto que muchas veces lo he hecho forzando las cosas. Y precisamente de forzar las cosas es de lo que querría hablarte hoy, un poco pensando en la situación del ayuntamiento de León de cara al viernes que viene. Fíjate que queda una semana para su constitución y todavía no sabemos con toda seguridad quién va a ser el alcalde o la alcaldesa. No sé si eso es forzar las cosas. ¿Quién sabe? Quizá es la forma natural, la evolución lógica del resultado de las votaciones, la consecuencia.

    Pienso en dos líneas al respecto, no en relación con lo que vaya a suceder con la alcaldía, que sobre eso no tengo más información que la que nos dan en la radio, sino en lo que significa el interés en forzar las cosas. Por una parte, veo que cuando forzamos las cosas tenemos la sensación de obtener una ventaja, una sensación que no deja de ser una idea falsa, porque en la medida que alcanzamos acuerdos de forma rápida favorecemos los resultados positivos y no me cabe duda de que, en las disputas, cuando una de las partes se siente beneficiada porque ha sabido negociar mejor o porque ha forzado las cosas hasta conseguir algo más de lo que le correspondería en una negociación equilibrada, ese desequilibrio genera algún problema posterior. Las negociaciones tienen que conducir siempre a acuerdos que sean beneficiosos para todas las partes. Y todas las partes incluye a todos, en ocasiones no solo a los que negocian.

    La otra idea en la que pienso, cuando considero qué significa forzar las cosas, es la de hacerlo todo pensando que eso que hacemos lo hacemos como si fuera la última vez. Imagínate: la última vez que se cepilla los dientes, la última vez que explico a Ortega, la última vez que se abre tu casa de piedra entre problema y problema. Forzar las cosas hasta el límite de pensar que es la última vez que las haces te lleva a un cierto estado de lucidez, un modo de ser consciente de lo cotidiano. Todo lo que haces lo haces siempre por primera y por última vez y decir esto no es forzar las cosas. Me urge pensar que cierro la puerta cuando salgo del trabajo y que ese acto rutinario se convierte en trascendente cuando lo pienso como la última vez que cierro la puerta al salir del trabajo. Última vez que respiro el aroma del tilo. Última vez que coloco esta temporada la espuma amarilla en el micrófono para contarte mis historias.

    Y pienso que tanto si forzamos por la ventaja, como si lo hacemos por la conciencia, se trata de un acto indeseable. La realidad fluye y tiene su orden. Un orden fácil de comprender cuando uno se adapta a lo que ocurre, de manera que ese viajar con la realidad te coloca en la posición de hacer cosas nuevas, de cambiar el mundo. Es una paradoja, porque creo que aceptar que lo que ocurre es el fruto de la voluntad de las personas es justo lo que te permite modificar lo injusto. Es el orden en el que se deben atacar las ecuaciones. Siempre hay que resolver primero lo que está dentro del paréntesis.

Factor. (Audio)

Factor. (En Hoy por Hoy León, 23 de junio de 2023)

    Ya has notado que es verano. Lo traes en la ropa y en el vuelo de tus pasos, con esa tenacidad con la que se hacen las cosas que se quieren hacer, esa que dicen en Roland Garros que es la que da la victoria, porque hay cosas que se hacen y cosas que se hacen porque se quieren hacer y el verano nos trae esa forma tenaz de dar los pasos, un modo de expresar nuestra “voluntad de hacer” a pesar de todo y contra todo; porque el impulso inmediato del verano es un “no hacer”. En cambio, te mueves con esa decidida tenacidad de la victoria.

    «La victoria pertenece a los tenaces» —esa es mi traducción, que puede que no sea la adecuada— se lee en inglés y en francés en ese estadio de tenis en el que se juega el último gran torneo de la primavera. Busco en mi interior la clave que me explica si es verdad que no deseo la victoria. Yo, que siempre quiero ganar cuando compito —no sé si a ti te pasa, imagino que sí—, me descubro diciéndome que no deseo la victoria, que no estoy en disposición de competir. No me creo a mí mismo y por eso me examino en busca de la trampa que me he debido colocar y es ahí cuando te veo caminar tenaz entre el verano, asegurando la victoria que te pertenece por decisión o por bautismo y pienso que el abandono a la plácida mecida del oleaje aquietado en las ventajas del sueño es un modo perverso de drogarse, quiero decir anularse o deshacerse de la inapropiada exigencia de lo cotidiano. Abandono a la derrota. Derrota total.

    Me siento echado en el abandono, como quien decide que todo éxito pertenece a otros. Es un estado que se multiplica, un producto de factores indefinidos, inconcretos y, como tal, se extiende tenaz— ¡fíjate qué pequeña paradoja!— en mi derrota. Hay una hiperidrosis incontestable, una agitación de glándulas sudoríparas que multiplican su acción en ese factor equis del que te hablo que seguramente no pueda ser la tenacidad y que, por mucho que me analizo, no termino de identificar. A ti no te pasa, claro, porque aireas el verano y lo paseas en la ropa ligera de este tiempo y defines tus victorias casi antes que tus partidos. Es ese modo de pisar el mundo que a mí no se me da y que me convierte a lo sumo en un chico majo que es lo más cercano a majadero que conozco, de manera que escribo “hiperidrosis” y “tenacidad” con una línea de distancia. Es un modo absurdo de intentar el vuelo de la victoria, si es que te dibujo una sonrisa en la mirada con estos malabares sin sustancia que te coloco en el oído. Es el factor desconcierto.

    Sí, es el factor desconcierto, como esas margaritas que han crecido en el andén de cercanías de la estación de San Feliz. ¿Ya has visto la que han liado allí Héctor Escobar y compañía? Allí sí que se mueve el aire del verano. Factor. Espacio San Feliz. Se mueve el aire del verano con la tenacidad de la victoria, porque nadie puede parar. Con un suave balanceo en el cercanías hasta San Feliz, no sé si a la hora en la que cierran los clubs, pero con un suave balanceo sin sonreír más de lo necesario.

    No me preguntes por qué esa canción. Para mí que es el modo de encender las alarmas del tiempo, el balanceo suave del que te hablaba al principio mirando al mar que no se ve desde mi ventana. Esta tarde habla José Enrique Martínez en Factor. Espacio San feliz y en el cartel han pintado una caracola, aunque señale al cielo el marco de sus palabras. Ya han estado Luis Mateo Díez, José María Merino, David Rubio y muchos más. Dicen que hay toros azules en la primavera del mar. Pura tenacidad y alegría. Un mar que desemboca en el Torío.

viernes, 16 de junio de 2023

Teorema fundamental del cálculo. (Audio)

 

Teorema fundamental del cálculo. (En Hoy por Hoy León, 16 de junio de 2023)

    Hay un teorema en Matemáticas que se conoce como teorema fundamental del cálculo. Básicamente este teorema viene a decir que la derivada de una función es otra función cuya integral es la primera. Esa relación entre derivada e integral es un descubrimiento relativamente reciente, aunque el cálculo infinitesimal aparece ya en estudios matemáticos de la antigüedad. Me encanta ese nombre, me gusta muchísimo cómo suena: teorema fundamental del cálculo. Es verdad que, si pienso en el significado aislado de cada una de las palabras, la idea que me llega no tiene nada que ver con lo que los matemáticos entienden. Pienso en ello como un verso o como un axioma filosófico o como un principio político: hay una forma fundamental de abordar el cálculo. 
    La cuestión es esa del cálculo, el modo en el que se producen los movimientos, por ejemplo, en las listas de las candidaturas ahora que se ha integrado ya la variable de las elecciones generales en el proceso de constitución de las corporaciones municipales y eso produce una deriva en los movimientos sísmicos de los sillones. Ese cálculo, ese movimiento de placas, hace listas nuevas y determina puestos de salida que se dan por hechos, que se anticipan al momento de la elección más allá de coaliciones, amistades peligrosas o disputas territoriales. Hay que buscar sillones para todos los traseros, los antiguos y los nuevos. El matemático y filósofo que describió la notación que hoy usamos en el cálculo integral se llamaba Leibniz y dejó dicho que no puede existir un mundo que no sea el mejor de los mundos posibles.
    ¿Qué te parece? La reunión de la UPL de esta tarde va a ocurrir en el mejor de los mundos posibles y las decisiones que tomen en relación con los pactos pendientes nos devolverán un mundo que seguirá siendo el mejor de los mundos posibles, poque no hay alternativa para eso. En todo cálculo, el resultado nos coloca en este mundo que es el mejor de los posibles, no el mejor de los pensables o el mejor de los deseables, que ese es otro cantar.
    ¿Y qué hacemos con lo que tenemos en la ventana de muestras casas? Digo ventana, pero podría decir cocina, podría decir mesita de noche, armarito de las medicinas del baño, mueble bajo del salón. Siento que, en este mundo que coloca personas en sillones, y que es el mejor de los mundos posibles según Leibniz, aparecen nódulos en órganos que no deben, se colocan infecciones que necrosan, hay endodoncias que no limpian todas las trayectorias de la raíz. En este mundo que podría ser derivada de otro que fuera integral de este hay tentaciones de premiar solo a las alumnas brillantes de ciencias, un hueco en la mochila donde se quedan escondidas prendas que quedan sin lavar, sueños de hoteles de ascensores imposibles en los que se esconden quienes no quieren jugar ninguno de los juegos que nos deja la rutina de la felicidad, reuniones en una cafetería de Valladolid para repartir el Bierzo.
    En ese mundo que es el mejor de los mundos posibles me apetecería apuntarme al teorema fundamental del cálculo y estimar la variable felicidad, hacer la integral, la suma infinitesimal de todos los deseos de felicidad que se ponen en marcha todos los días y sobre todo en los días especiales, los días en los que se cumplen años, los días en que uno decide cambiar su vida, los días como este en los que te paras a escuchar la derivada de mis miedos. Me gustaría pensar que este no es el mejor de los mundos posibles o que, si lo fuera, lo fuese porque vamos a hacer todo lo necesario para que efectivamente sea un mundo mejor.