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viernes, 29 de diciembre de 2023
In vino veritas. (En Hoy por Hoy León, 29 de diciembre de 2023)
In vino veritas. Lo habrás oído cientos de veces. En el vino está la verdad, o dicho de otro modo, cuando el alcohol rebaja los filtros con los que controlamos nuestros pensamientos, se abren paso ideas que no nos permitimos pero que no es que sean verdad, sino que expresan lo que verdaderamente pensamos. Hay una diferencia que importa en ese sentido: no es que los borrachos digan la verdad, es que no se autocensuran cuando hablan y dicen la verdad de lo que piensan, pero esa no es la verdad, claro.
Hay otro modo de leer la cita de Plinio menos literal que me gusta para este artículo de fin de año. Quizá lo que quería decir no es que sea preciso el vino para que aparezca la verdad, sino que la verdad está más en la irracionalidad que en la propia razón, que el vino es una metáfora, una reivindicación de lo dionisíaco frente a lo apolíneo. Y lo dionisíaco es esa parte que mantenemos escondida tras la raya de lo racional, esa parte que soltamos cuando rompemos los filtros y dejamos que aparezca el genio de la lámpara que llevamos dentro. Esto del genio de la lámpara es muy de la tradición oriental y me viene a la cabeza una de las famosas Cuartetas Persas de Umar Jayyam: lo más cuerdo es buscar dicha en el vino, / sin pensar en el hoy ni en el ayer; / librar de la razón al alma nuestra, / prestada, y que se queja en su prisión.
No se trata, creo yo, de lanzarse al vino, es más bien el impulso de liberación del alma prisionera de sus propias trabas, grilletes feroces que nos colocamos en la convicción de que es más valioso lo correcto que lo verdadero; lo que debe ser, frente a lo que es.
Venía ayer hacia León recordando una vieja historia de una alumna que quiso renunciar a su tradición cultural porque se sentía oprimida y quería elegir una vida distinta a la que su familia le imponía; se batían en duelo el ser y el deber ser y el deber ser de ellos y nuestro propio deber ser. El impulso resolvió aquel dilema y fue la propia muchacha quien tomó sus decisiones. Cada vez que racionalizo todo aquello mis pensamientos me conducen a un error. Por eso creo que es muy posible que sea correcto todo lo que ocurrió, pero que, de no serlo, en cualquier caso, es lo que ocurrió y es esa verdad lo único que cuenta.
Tenía en la cabeza proponerte un juego con la idea de que en el vino está la verdad. Se me ocurría decirte que te atrevas a pensar en qué puedes encontrar la verdad. Te doy ideas: en el abrazo ciego de un niño que se te cuelga del cuello; en las lágrimas de una muchacha que acaba de dejar a su abuela cenando sola el día de Nochebuena; en la niebla que envuelve el mundo como un celofán para hacerlo regalo; en la sencillez de un villancico cantado a coro en una capilla desnuda de ceremonia; en el sonido de tu voz que me calma, porque todo es como debe. Te deseo un 2024 pleno de verdad.
viernes, 22 de diciembre de 2023
In albis. (En Hoy por Hoy León, 22 de diciembre de 2023)
viernes, 15 de diciembre de 2023
Veni, vidi, vici. (En Hoy por Hoy León, 15 de diciembre de 2022)
Todavía me asusta que me digas que te gusta esto que escribo para cada viernes. Me gusta pensar que todavía consigo sorprenderte, aunque, créeme, no es lo que pretendo. En realidad, no creas que tengo muy clara cuál es mi pretensión viniendo a este rincón de la radio en el que me acurruco cada semana; quizá es que no tengo ninguna, que esto que ocurre es un “porque sí”, una decantación natural de ciertas cosas, sin más. Por otra parte, pienso que nada es de este modo y que todo acto humano esconde una intención y entiendo que está en la honestidad más mínima encontrar la mía, analizar por qué estoy haciendo esto que hago.
Me
vas a decir que ya estoy exagerando, que ya me coloco fuera de la luz y me
culpabilizo; que por qué no me permito la licencia de pasar por eso sin preguntarme,
sin examinarme; un quehacer, sin más. No. No hay nunca un quehacer sin más. Me
parece que quienes opinamos de forma pública, quienes nos asomamos a lo público
para airear lo que pensamos, tenemos siempre un punto de vanidad inevitable y
que me digas que te gusta lo que hago alimenta esa vanidad, hace crecer mi ego,
aunque no lo confiese. ¿Ves? Hacemos cada cosa que hacemos buscando una ficción
en la que entendernos, una ilusión que nos tranquilice, porque la realidad en
la que te instalas es necesariamente un invento.
Me
dirás a esto —fíjate qué pretencioso, que digo lo que yo quiero decir y lo que
quiero que tú digas— que no puedo hablar de ficciones en días en los que, por
ejemplo, se está juzgando en la Audiencia Provincial de León la presunta agresión
a Raquel Díaz por parte de su exmarido. Y tienes razón. No podemos hablar de
ficciones, por mucho que las versiones de unos y otros sean tan divergentes.
Entiéndeme. Cuando te hablo de inventos te estoy hablando del modo en el que
cada uno en su interior integra los datos, porque creo que tenemos un embudo por
el que pasamos a los demás, pero el daño es el daño y se hace mayor en la
medida que se engrasa con mentiras. Eso es así y lo entiendo y opino y te digo
lo que opino y me sale de dentro, como un pop up, la emoción repulsiva
hacia el maltratador que abusa de su poder en toda su extensión. Un pop up
del asco. Pero, aún siendo así, sé que estoy en una novela que yo mismo me
estoy escribiendo, un libro del que brotan emociones, sentimientos, impulsos,
como esos libros que puedes ver a partir de este sábado en La Vecilla, libros
de los que brota el movimiento con ingenios desplegables que te van a
sorprender. No te la pierdas si puedes, por los libros y por La Vecilla misma, que
siempre es un rincón amable en el que soñar. Una ficción de montaña.
Leo
novelas de Padura y me llegan imágenes de La Habana. Una calle desnuda de
lujos, un Buick rosa, una ficción que te encoge. Libros de los que saltan
sueños. Un empujón para mi ego, porque una tarde de julio llegué, vi y vencí,
como si fuera César.
viernes, 1 de diciembre de 2023
Gaudeamus Igitur. (En Hoy por Hoy León, 1 de diciembre de 2023)
Me siento a pensar qué te cuento hoy justo al terminar una clase en la Facultad. Ha sido una clase en la que el alumnado ha estado trabajando en grupos. Yo he estado orientando, resolviendo dudas, corrigiendo errores. Cada vez que me hacían la misma pregunta, la explicaba para todos del modo más rápido posible. Ha sido una clase agotadora.
En las aulas, en la mayoría de las aulas, todo está pensado para el desarrollo de clases magistrales. Especialmente en la universidad. La persona que sabe comunica a quienes no saben lo que tienen que aprender. Algo que luego memorizarán y repetirán en un examen que determinará su grado de preparación. No voy a decir que me parezca mal —aunque debería, me parece—, pero creo que ese modelo “pizarra, carpeta, prueba” es un modelo más que obsoleto en la sociedad del siglo de la inteligencia artificial. Y en las universidades, por mucho que se pone encima de la mesa la necesidad de hacer las cosas de otra forma y hay muchas personas que realmente lo hacen, sigue funcionando de forma mayoritaria el “explicar, memorizar, examinar”.
Me lo contaba la directora de un colegio de aquí de León que no tiene Bachillerato. Me decía: claro, lo que pasa es que nosotros estamos trabajando desde un enfoque competencial, comprendiendo que lo importante no es que el alumnado aprenda cosas, sino que aprenda a entender cosas, a transformar cosas, a integrar las cosas que aprende no como un aprendizaje dirigido a la superación de un examen, sino como una competencia que se adquiere para la vida, para ser persona. Y luego, cuando se van a hacer el Bachillerato a otros centros, se encuentran con que la exigencia no es que elaboren un mapa mental, sino que se aprendan el mapa mental que el profesor de turno les elabora pensando en que el día que toque puedan tener éxito en el examen de acceso a la universidad o, mejor dicho, obtener una nota más alta que otros que quieran acceder a los mismos estudios. No lo decía exactamente así, pero más o menos. Olvida tu mapa mental y apréndete el mío que es el que funciona para el trecey pico que necesitas si quieres estudiar Medicina.
En mi clase de ayer el alumnado era vocacional. Hay determinadas profesiones que deben ser elegidas desde la pasión y no desde la nota de un examen. En realidad, todas. Iba a decir que unas más que otras, pero no es verdad. Tengo un ejemplo de eso: el muchacho que obtuvo la mejor nota el año pasado en la selectividad aquí en Leónha elegido en función de su vocación y no de su nota y está haciéndose periodista en Santiago y ya escribe crónicas que publica en algunos medios y ya se le ve que va a ser un gran periodista, posiblemente deportivo. Puede que de radio. Porque es dueño de sus mapas mentales y ha desarrollado las competencias que le permiten ser crítico y libre en lo que dice, en lo que elige, con lo que lo conforma. Ese es el diez que buscamos.
viernes, 24 de noviembre de 2023
Fiat Lux. (En Hoy por Hoy León, 24 de noviembre de 2023)
viernes, 17 de noviembre de 2023
Alea jacta est. (En Hoy por Hoy León, 17 de noviembre de 2023)
Per aspera ad astra. (En Hoy por Hoy León, 10 de noviembre de 2023)
viernes, 3 de noviembre de 2023
Ad calendas graecas. (En Hoy por Hoy León, 3 de noviembre de 2023)
viernes, 27 de octubre de 2023
Dies Irae. (En Hoy por Hoy León, 27 de octubre de 2023)
viernes, 20 de octubre de 2023
De parvis. (En Hoy por Hoy León, 20 de octubre de 2023)
viernes, 13 de octubre de 2023
Mens sana. (En Hoy por Hoy León, 13 de octubre de 2023)
Hay una novela que escribió Antonio Orejudo allá por el dos mil que se titula Ventajas de viajar en tren en la que el lector viaja —aquí la reiteración es apropiada—por diferentes niveles de realidad en el desarrollo de la ficción, que empieza con la protagonista volviendo a Madrid en un viaje en tren —de nuevo tren y también viaje—tras haber dejado ingresado a su marido en un hospital psiquiátrico en una ciudad del norte. Lo que ocurre a partir de ahí ya es cosa tuya, si te apetece leerla o recordarla, si es que ya la has leído, y si la traigo hoy aquí es porque el martes de esta semana se ha celebrado el día internacional de la salud mental y porque también es noticia de la semana que León se vuelve a quedar fuera de juego en materia ferroviaria, de modo que trenes y salud mental me llevaron a recordar esta novela de la que te hablo.
Llegué a Orejudo de la mano de mi amigo Mauro, que me enseñó Fabulosas narraciones por historias en la edición de Lengua de Trapo allá por los últimos noventa y desde ahí se convirtió en uno de mis muchos autores preferidos. Tener muchos autores preferidos creo que es una ventaja, una manera de decir que la ventana del espíritu —discúlpame la cursilada— la tengo bien abierta para que puedan entrar por ella muchas brisas diferentes. Es un modo de mantener fresca la estancia, una idea de ventilación constante en la que se mezclan voces diversas que me ayudan a mantener perspectivas múltiples de la realidad. La realidad, ese concepto tendencioso.
Te recuerdo la máxima de Juvenal, mens sana in corpore sano. Te recuerdo que siempre la citamos fuera de su contexto en un alarde de creación de realidad, como que una mente sana favoreciera un cuerpo sano o como que fuera nuestra obligación mantener sano el cuerpo para que esté sana la mente, cuando, en realidad, lo que creo que dice el poeta romano es que debemos orar para mantener un equilibrio en la salud mental y corporal, algo que se pide, algo que no está en nuestra mano. Esa reflexión me parece interesante, porque tendemos a culpabilizarnos por la enfermedad. Las personas enfermas no pueden ser responsables de su enfermedad. La obligación de mantener la mente y el cuerpo sanos es un deseo que va con nosotros siempre, pero no podemos pensar que quien enferma lo hace por abandono, por desidia, por dejadez. La enfermedad no se elige. Me dirás que si soy diabético no debo comer azúcares o que si soy hipertenso tengo que hacer ejercicio y abandonar la sal y el café. Ya, claro, tienes razón, debemos hacer un esfuerzo por la salud, tanto física, como mental. ¿Pero ese esfuerzo es una obligación moral? Y, en cualquier caso, ¿esa distinción entre salud física y mental que acabo de hacer tiene algún sentido? ¿Por qué necesitamos separar de esa manera feroz lo físico de lo mental? ¿No será un modo artificial de generar realidad?
Ahí entran las Ventajas de viajar en tren, aunque no vaya a haber tantos trenes para Madrid como habrá a partir del año que viene desde Valladolid o Segovia.
viernes, 6 de octubre de 2023
In memoriam. (En Hoy por Hoy León, 6 de octubre de 2023)
Fue ayer y tuvo que ser a las cinco de la tarde, no sé si a las cinco en punto de la tarde, porque yo no estuve allí para atestiguarlo, pero seguro que tuvo el sonido de las cinco en punto de la tarde. El sonido innegociable de la tragedia en el silencio de los luchadores de todas las categorías recordando al compañero que ya no va a volver a los corros. Ayer en la radio, en esta radio, igual pudiste oírlo, lo explicó muy bien el presidente de la Federación de Lucha Leonesa. Dijo que habría un homenaje especial a Jorge Iglesias, que habría un minuto de silencio y que habría más actos, pero que seguro que lo más importante sería lo que cada uno de los que participara en el corro de San Froilán pudiera sentir y compartir con los demás en su recuerdo.
Es difícil escribir in memoriam cuando hablamos de una persona de veinte años, un campeón que se va de la lucha con su victoria, con el campeonato que ya tenía conseguido a falta de estos dos últimos corros, el de San Froilán de ayer y el que queda para el Pilar el día doce en Boñar.
No quiero imaginarme el sol de las cinco de la tarde de ayer en la plaza de la catedral. No quiero ver las calles vestidas de fiesta en el día de San Froilán a esa hora de la tarde. No quiero escuchar el rumor del Húmedo subiendo desde la Plaza Mayor o los ecos de la Plaza de Torres de Omaña alterando la calma de la tarde del verano extendido de San Miguel. Me niego a dejarme rozar por nada que no sea el dolor de estas cinco en punto de la tarde en las que la ropa de un luchador que ya no lucha, el campeón de la liga de verano de su categoría, yacen —no puedo emplear otro verbo— sin vida en el homenaje del penúltimo corro de la liga. Solo tengo ojos, desde mi ausencia, desde la distancia, para el padre y la madre, para la hermana, cuya presencia en el acto demuestra el coraje enorme de quienes saben que el amor no es exclusivo, que el amor es de todos y el dolor y la pena deben compartirse con la misma fuerza con que ese amor los impulsa. Allí estuvieron las ropas con las que luchó en su último corro, como el día siguiente al de su pérdida, por encima de la colosal galería de ramos, flores y coronas, lucía su cinturón de luchador, en una presencia que tal vez lo definiera en todos los aspectos de la vida.
Tengo que confesarte que escribo sobre Jorge porque su madre es mi compañera, aunque sé que hubiera escrito lo mismo en cualquier caso, pero el hecho de que hubiera estado hablando con ella solo minutos antes de que la vida le cambiara de esta forma, me sobrecoge, me resitúa en muchas de las circunstancias de mi vida y me empuja a sentir un aprecio infinito por ella, a compartir su dolor, a entender su soledad, a esperarla en la soledad del despacho sabiendo que esa soledad —porque ya lo he visto antes— es ya lo único que nos acompañará por mucho que con el tiempo vuelvan las risas y las fiestas y el sol de octubre en una tarde perfecta para un corro solemne de lucha leonesa.
viernes, 22 de septiembre de 2023
Cave Canem. (En Hoy por Hoy León, 22 de septiembre de 2023)
En las villas romanas era costumbre colocar un mosaico en la puerta que avisaba del peligro de encontrarse con un perro al entrar. Cave Canem, decía el letrero, aunque los puristas me van a afear la pronunciación, que lo correcto sería “caue canem”, pero como la locución latina ha permanecido con esta pronunciación menos clásica, te la dejo así, “cave canem”, entendiendo que el lenguaje es un modo de hacer fortuna, que decimos lo que decimos como lo decimos porque la fuerza de la costumbre y el uso han ido erosionando las palabras y las han ido modelando como el viento y el agua dibujan los acantilados de la costa, de manera que lo que un día fue “fermoso”, por ejemplo, ahora cambia esa efe del principio por una letra muda que ha aparecido con el tiempo y el azar.
El tiempo, el capricho de la moda o el uso, o las condiciones geográficas o los elementos que intervienen en la deriva de las palabras en su evolución desde otros idiomas son una llave, una clave, de la evolución del pensamiento. Si el pensamiento es lenguaje y el ser humano se distingue de los demás seres vivos por su capacidad para elaborar ideas abstractas, conceptos separados de la inmediatez de los sentidos, podría decirse que la evolución del lenguaje explica la evolución del pensamiento. Así es que, cuidado con el perro, que no es cualquier cosa.
Tenemos este fin de semana de comienzo del otoño muchos eventos en León. Yo me quedo con este de la Exposición Internacional Canina, creo que porque cumple veinticinco años o porque el perro me ofrece uno de los más deliciosos tópicos que solemos utilizar: se trata del mejor amigo del hombre. Cuidado con el perro, que te define. Por sus amigos los conoceréis, no solo por sus actos, y sí, los dueños —no sé si aquí la palabra dueño es adecuada— terminan pareciéndose a sus perros. Lo aprendí en 101 Dálmatas, me parece; una de esas películas de Disney en las que los animales son más humanos que toda la humanidad. Luego lo he ido viendo por la calle y será que ya voy con ese defecto en la mirada, pero siempre que veo a un perro le encuentro un parecido innegable con la persona con la que pasea.
Yo he tenido dos perros muy queridos. Ya me hubiera gustado parecerme a ellos. Tal vez no les dediqué lo suficiente o los perdí antes de tiempo, pero los dos fueron mucho mejores que yo. Por eso, por pensar en estos veinticinco años que celebra este fin de semana la Exposición Canina Internacional, te digo que no dejes caer en saco roto la advertencia y tengas cuidado con el perro, porque podemos estirar la admonición como metáfora, de manera que entienda que soy yo ese perro que me acompaña, que no es que sea mi mejor amigo, sino que es mi mejor dibujo, mi mejor espejo, mi mejor estampa. Veinticinco años son muchos. Eso hay que celebrarlo, pero cuidado con el perro, cave canem, que es de ti de quien habla cuando ladra.
viernes, 15 de septiembre de 2023
Horror vacui. (En Hoy por Hoy León, 15 de septiembre de 2023)
Esta semana he tenido ocasión de visitar algunos colegios. He estado en Villaquilambre, en Navatejera, en Villaobispo y en algunos de la propia ciudad de León. Créeme si te digo que he visto el brillo de la imaginación y del trabajo. Me siento como Adán comiendo de la manzana —literalmente tuve la oportunidad de coger una de un manzano que crece en el patio de uno de esos colegios y comerla como quien adquiere en ese gesto la virtud de discernir, la potestad de distinguir el bien y el mal, el pecaminoso bocado de la libertad— y ese mordisco, esa aceleración del tiempo, la expulsión del paraíso, la condena al sudor que perla la frente, me detuvo en la mañana de ayer en la idea de que todo es como siempre y todo es distinto, solo que nos acompaña en este tiempo nuevo una necesidad que quizá en otras vidas anteriores no tuvimos: una ilusión de necesidad, la enajenación del quehacer continuo.
Esa ilusión de exigente necesidad del quehacer permanente nos estampa contra el horror de los muros vacíos. Esa tendencia a llenar todos los espacios de elementos decorativos, que en el arte se denomina horror vacui, nos persigue en cada segundo de nuestros quehaceres y tendemos a ocuparnos a tiempo completo de ocio y negocio, de dichas y desdichas; nulos ante el consumo de todo cuanto consumible exista, ya sea bien material, emocional o intelectual. Bienes de consumo en trinidad exacta: hágase un dios de lo material, de lo emocional un credo, de lo intelectual, iglesia. Pero “allá en el fondo está la muerte”, que decía Cortázar en sus Instrucciones para dar cuerda a un reloj. “Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.”
Ese horror vacui en el mural de nuestro tiempo no deja de ser una carrera contra el vacío que aguarda allá en el fondo, sea lo que sea ese fondo y sea lo que sea ese vacío, si es que es tal. Estamos cada minuto en la consternación por el tiempo perdido, cuando la carrera para ver que ya nada importa está en la primera zancada, en la que enseña que, en el fondo, nunca nada realmente importó, salvo la plenitud de cada instante vacío, cada hueco de comprensión inequívoca de que la belleza está a salvo siempre, ya sea bailando en la verbena, devorando una idea en la soledad del dormitorio insomne, escuchando las voces del día que te pellizcan entre las sábanas revueltas.
Hay un hueco por llenar, una silla vacía, una sede vacante. Ese hecho nos enseña nuestra capacidad de responder, nuestra excepcional convicción de que las cosas pueden hacerse en toda circunstancia. No digo que no haya que ocupar el puesto —que las cosas no se hacen solas y siempre hay quien carga con responsabilidades que no le tocan—, pero sí digo que el flujo de la vida empuja en cada rincón del día y que los colegios que he visitado estaban repletos de ideas, proyectos y esperanza y que eso me hace pensar que quizá no sea tan importante llenarlo todo y que el vacío tal vez no sea tan malo.
viernes, 8 de septiembre de 2023
Nequáquam. (En Hoy por Hoy León, 8 de septiembre de 2023)
Me la encontré en un crucigrama. Me refiero a la palabra “nequáquam”; y me acordé de otros tiempos en los que era de uso popular, aunque creo que en mi oído o en mi recuerdo —vaya usted a saber si son lo mismo— se colaba una ene por en medio y otra al final y me sonaba más como un “necuancuan”, un decir nones castizo y chuleta, una vulgarización del latinajo que lo trae más al mundo de las cosas cotidianas. La cuestión es que se me vinieron recuerdos de infancia con el nequáquam y me quedé un rato con el crucigrama a medio hacer, pensando en qué es realmente lo que no debemos aceptar de ninguna manera, eso a lo que se le puede decir un “no” tan radical que se convierta en eso, en la puerta cerrada del nequáquam.
Estamos en ello en el tratamiento de los pactos, bordeando las líneas rojas y los cordones de seguridad, atando con nudos sutiles los finos hilos de seda que hace dos días eran alambre de espino. Veo que eso de decir que “de ninguna manera” es una forma política de afirmar que “ya veremos” y me cuesta esa radicalidad en la negación casi tanto como la flexibilidad en el cambio de postura. Hoy aplaudo los exabruptos contra el feminismo —eso de falso es una etiqueta imposible— y mañana condeno la actuación machista de la misma persona a la que aplaudía hace un rato, un devenir contra posiciones absolutas que quizá sea hasta loable si no fuera porque viene del cinismo más egocéntrico: tengo un trato, lo mío pa mi saco.
Se acabó. Ahí está la cosa. En que yo me lo propuse y sufrí y ahora que se ha muerto María Jiménez, con todo lo criticable y ensalzable de su vivir intenso, el movimiento de repulsa a todo lo que pasó con el mundial de fútbol y después gira en un nequáquam, un de ninguna manera, un se acabó radical, como cuando ella movía la melena para atrás y el mundo se le quedaba en ese gesto que era una réplica agitanada del melenazo de la Carrá y decía muy clarito mirando a la cámara que ya estaba bien, que por ahí no, que el mundo podía ser más amable, más humano, menos raro.
En los tiempos del necuancuan, María Jiménez llenaba la pista de las discotecas en los pueblos, bien lo sabes, y los muchachos mirábamos desojados, y puede que deshojados —una con hache y otra sin— la mano en el cielo que enroscaba el tiempo nuevo que afortunadamente podemos compartir. Se acabó todo aquello. Se acabó. Y bien venidas sean las sentencias si son justas, aunque lleguen tarde, aunque sean cortas según opiniones, aunque no supongan un nequámquam definitivo que es por el que deberíamos trabajar.
Que empezó el curso en Infantil y Primaria el miércoles, lo sabes. Que había una mochila vacía tres días tirada en un seto, es posible. Que los días de comienzo de curso son de ilusión para los niños, un motivo para creer que podremos conseguir un se acabó definitivo; un nequáquam sin fisuras, porque solo la educación cambia el mundo.
martes, 4 de julio de 2023
Resolver primero los paréntesis. (En Hoy por Hoy León, 30 de junio de 2023)
Factor. (En Hoy por Hoy León, 23 de junio de 2023)
viernes, 16 de junio de 2023
Teorema fundamental del cálculo. (En Hoy por Hoy León, 16 de junio de 2023)
La cuestión es esa del cálculo, el modo en el que se producen los movimientos, por ejemplo, en las listas de las candidaturas ahora que se ha integrado ya la variable de las elecciones generales en el proceso de constitución de las corporaciones municipales y eso produce una deriva en los movimientos sísmicos de los sillones. Ese cálculo, ese movimiento de placas, hace listas nuevas y determina puestos de salida que se dan por hechos, que se anticipan al momento de la elección más allá de coaliciones, amistades peligrosas o disputas territoriales. Hay que buscar sillones para todos los traseros, los antiguos y los nuevos. El matemático y filósofo que describió la notación que hoy usamos en el cálculo integral se llamaba Leibniz y dejó dicho que no puede existir un mundo que no sea el mejor de los mundos posibles.
¿Qué te parece? La reunión de la UPL de esta tarde va a ocurrir en el mejor de los mundos posibles y las decisiones que tomen en relación con los pactos pendientes nos devolverán un mundo que seguirá siendo el mejor de los mundos posibles, poque no hay alternativa para eso. En todo cálculo, el resultado nos coloca en este mundo que es el mejor de los posibles, no el mejor de los pensables o el mejor de los deseables, que ese es otro cantar.
¿Y qué hacemos con lo que tenemos en la ventana de muestras casas? Digo ventana, pero podría decir cocina, podría decir mesita de noche, armarito de las medicinas del baño, mueble bajo del salón. Siento que, en este mundo que coloca personas en sillones, y que es el mejor de los mundos posibles según Leibniz, aparecen nódulos en órganos que no deben, se colocan infecciones que necrosan, hay endodoncias que no limpian todas las trayectorias de la raíz. En este mundo que podría ser derivada de otro que fuera integral de este hay tentaciones de premiar solo a las alumnas brillantes de ciencias, un hueco en la mochila donde se quedan escondidas prendas que quedan sin lavar, sueños de hoteles de ascensores imposibles en los que se esconden quienes no quieren jugar ninguno de los juegos que nos deja la rutina de la felicidad, reuniones en una cafetería de Valladolid para repartir el Bierzo.
En ese mundo que es el mejor de los mundos posibles me apetecería apuntarme al teorema fundamental del cálculo y estimar la variable felicidad, hacer la integral, la suma infinitesimal de todos los deseos de felicidad que se ponen en marcha todos los días y sobre todo en los días especiales, los días en los que se cumplen años, los días en que uno decide cambiar su vida, los días como este en los que te paras a escuchar la derivada de mis miedos. Me gustaría pensar que este no es el mejor de los mundos posibles o que, si lo fuera, lo fuese porque vamos a hacer todo lo necesario para que efectivamente sea un mundo mejor.