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viernes, 8 de septiembre de 2023

Nequáquam. (En Hoy por Hoy León, 8 de septiembre de 2023)

    Me la encontré en un crucigrama. Me refiero a la palabra “nequáquam”; y me acordé de otros tiempos en los que era de uso popular, aunque creo que en mi oído o en mi recuerdo —vaya usted a saber si son lo mismo— se colaba una ene por en medio y otra al final y me sonaba más como un “necuancuan”, un decir nones castizo y chuleta, una vulgarización del latinajo que lo trae más al mundo de las cosas cotidianas. La cuestión es que se me vinieron recuerdos de infancia con el nequáquam y me quedé un rato con el crucigrama a medio hacer, pensando en qué es realmente lo que no debemos aceptar de ninguna manera, eso a lo que se le puede decir un “no” tan radical que se convierta en eso, en la puerta cerrada del nequáquam.

    Estamos en ello en el tratamiento de los pactos, bordeando las líneas rojas y los cordones de seguridad, atando con nudos sutiles los finos hilos de seda que hace dos días eran alambre de espino. Veo que eso de decir que “de ninguna manera” es una forma política de afirmar que “ya veremos” y me cuesta esa radicalidad en la negación casi tanto como la flexibilidad en el cambio de postura. Hoy aplaudo los exabruptos contra el feminismo —eso de falso es una etiqueta imposible— y mañana condeno la actuación machista de la misma persona a la que aplaudía hace un rato, un devenir contra posiciones absolutas que quizá sea hasta loable si no fuera porque viene del cinismo más egocéntrico: tengo un trato, lo mío pa mi saco.

    Se acabó. Ahí está la cosa. En que yo me lo propuse y sufrí y ahora  que se ha muerto María Jiménez, con todo lo criticable y ensalzable de su vivir intenso, el movimiento de repulsa a todo lo que pasó con el mundial de fútbol y después gira en un nequáquam, un de ninguna manera, un se acabó radical, como cuando ella movía la melena para atrás y el mundo se le quedaba en ese gesto que era una réplica agitanada del melenazo de la Carrá y decía muy clarito mirando a la cámara que ya estaba bien, que por ahí no, que el mundo podía ser más amable, más humano, menos raro.

    En los tiempos del necuancuan, María Jiménez llenaba la pista de las discotecas en los pueblos, bien lo sabes, y los muchachos mirábamos desojados, y puede que deshojados —una con hache y otra sin— la mano en el cielo que enroscaba el tiempo nuevo que afortunadamente podemos compartir. Se acabó todo aquello. Se acabó. Y bien venidas sean las sentencias si son justas, aunque lleguen tarde, aunque sean cortas según opiniones, aunque no supongan un nequámquam definitivo que es por el que deberíamos trabajar. 

    Que empezó el curso en Infantil y Primaria el miércoles, lo sabes. Que había una mochila vacía tres días tirada en un seto, es posible. Que los días de comienzo de curso son de ilusión para los niños, un motivo para creer que podremos conseguir un se acabó definitivo; un nequáquam sin fisuras, porque solo la educación cambia el mundo.


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