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viernes, 22 de septiembre de 2023

Cave Canem. (En Hoy por Hoy León, 22 de septiembre de 2023)

    En las villas romanas era costumbre colocar un mosaico en la puerta que avisaba del peligro de encontrarse con un perro al entrar. Cave Canem, decía el letrero, aunque los puristas me van a afear la pronunciación, que lo correcto sería caue canem, pero como la locución latina ha permanecido con esta pronunciación menos clásica, te la dejo así, “cave canem”, entendiendo que el lenguaje es un modo de hacer fortuna, que decimos lo que decimos como lo decimos porque la fuerza de la costumbre y el uso han ido erosionando las palabras y las han ido modelando como el viento y el agua dibujan los acantilados de la costa, de manera que lo que un día fue “fermoso”, por ejemplo, ahora cambia esa efe del principio por una letra muda que ha aparecido con el tiempo y el azar.

    El tiempo, el capricho de la moda o el uso, o las condiciones geográficas o los elementos que intervienen en la deriva de las palabras en su evolución desde otros idiomas son una llave, una clave, de la evolución del pensamiento. Si el pensamiento es lenguaje y el ser humano se distingue de los demás seres vivos por su capacidad para elaborar ideas abstractas, conceptos separados de la inmediatez de los sentidos, podría decirse que la evolución del lenguaje explica la evolución del pensamiento. Así es que, cuidado con el perro, que no es cualquier cosa.

    Tenemos este fin de semana de comienzo del otoño muchos eventos en León. Yo me quedo con este de la Exposición Internacional Canina, creo que porque cumple veinticinco años o porque el perro me ofrece uno de los más deliciosos tópicos que solemos utilizar: se trata del mejor amigo del hombre. Cuidado con el perro, que te define. Por sus amigos los conoceréis, no solo por sus actos, y sí, los dueños —no sé si aquí la palabra dueño es adecuada— terminan pareciéndose a sus perros. Lo aprendí en 101 Dálmatas, me parece; una de esas películas de Disney en las que los animales son más humanos que toda la humanidad. Luego lo he ido viendo por la calle y será que ya voy con ese defecto en la mirada, pero siempre que veo a un perro le encuentro un parecido innegable con la persona con la que pasea.

    Yo he tenido dos perros muy queridos. Ya me hubiera gustado parecerme a ellos. Tal vez no les dediqué lo suficiente o los perdí antes de tiempo, pero los dos fueron mucho mejores que yo. Por eso, por pensar en estos veinticinco años que celebra este fin de semana la Exposición Canina Internacional, te digo que no dejes caer en saco roto la advertencia y tengas cuidado con el perro, porque podemos estirar la admonición como metáfora, de manera que entienda que soy yo ese perro que me acompaña, que no es que sea mi mejor amigo, sino que es mi mejor dibujo, mi mejor espejo, mi mejor estampa. Veinticinco años son muchos. Eso hay que celebrarlo, pero cuidado con el perro, cave canem, que es de ti de quien habla cuando ladra.  

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