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viernes, 26 de febrero de 2021

Lumbar. (Audio)

 

Lumbar. (En Hoy por Hoy León. 26 de febrero de 2021)

    Me parece que fue el lunes cuando Carlos Martínez entrevistó a Marta García y a Blanca Fernández, las atletas leonesas que hicieron primera y segunda en el último Campeonato de España en pista cubierta en la prueba de los tres mil. Sabemos desde ayer que se confirma que van a representar a España en el europeo de Torun. Me gusta mucho dedicar este comentario del viernes a darles la enhorabuena.

    Me quedó en la memoria ese “ahora o nunca” que dice Marta que pensó al oír la campana de la última vuelta, pero me gustaría subrayar que, en la entrevista, hay un momento en el que Carlos les dice a las atletas que ese resultado, y el hecho de haber conseguido la marca mínima para el europeo, supondrá un poco más de seguridad refiriéndose al aspecto económico de su dedicación. La respuesta de las deportistas es de una sinceridad demoledora: no hay nada de eso. Nada más allá de la satisfacción de haber conseguido las medallas y el orgullo de representar a España en una competición internacional. “Ahora o nunca” es la frase, pero “ahora o nunca” para dejar todo en la última vuelta, para vaciarse en el último ataque en la recta final. “Ahora o nunca” para darlo todo, sin importar qué puedas recibir a cambio.

    Esa actitud “ahoranunquista” debería ser permanente, porque siempre es ahora. No puede ser de otro modo, de manera que todo lo que no sea “ahora” será siempre necesariamente “nunca”. Puede ser que estemos entrenando nuestra resistencia o nuestra velocidad para conseguir mejores resultados en el futuro, pero date cuenta de que esa resistencia y esa velocidad las estamos entrenando ahora y que todo lo que hacemos con vistas a una situación futura, lo estamos haciendo en este instante y que esa situación futura no existe. Cuando Marta dice que ella sabía que podía ganar porque había trabajado para ello, cuando Blanca explica el sufrimiento y el esfuerzo de una atleta que lleva ya varios años compitiendo al máximo nivel, están hablando de su conciencia del ahora y su desprecio por el nunca. Es ahora o nunca. Ahora es ahora. Nunca es nunca.

    Y luego está el dolor. La superación de ese impacto de cada mañana, cuando te levantas y enfrentas los tres mil de cada día, que son tres mil, pero con sus veintiocho obstáculos y sus siete saltos de agua. Una carrera de medio fondo que se va acumulando día a día hasta volverse maratón. Ese momento de cada mañana que te coloca la mano en las lumbares y te dice que no hay marca para ti, que tienes que enfrentar el dolor y sonreír porque ese dolor que tienes en la lumbar es un maestro de tu angustia y es un maestro de tu ahora. Yo creo que esa lumbar que se te enciende en el reposo y te arrastra a por el calmante en el primer movimiento de la mañana es el timbre de alarma de tu estrés, el aviso de que has colocado tu mirada en la foto de la llegada y te has salido del ahora. El bloqueo que te paraliza como un disparo en las lumbares es la acumulación de urgencias que te han sacado de la carrera y que, de pura prisa por correr, no te dejan dar un paso. Deja el nunca en un aparte. Enfrenta ahora la recta de meta y corre. Esa lumbar está a tu lado.


viernes, 19 de febrero de 2021

Vello. (Audio)

 

Vello. (En Hoy por Hoy León, 19 de febrero de 2021)

    Uno piensa que las cosas que hace no tienen mucha importancia. Lo pienso de mí, de lo que hago cada día, de lo que te cuento aquí los viernes, pero lo creo también en general de todo lo que ocurre, como que hacemos las cosas pensando que no tienen importancia. Lo hablábamos ayer por la tarde en la Facultad de Educación en una clase de Infantil. No le damos la importancia que tiene a lo que es importante, porque no pensamos ni por asomo que eso que para nosotros es cotidiano pueda tener ninguna trascendencia para los demás. Y sin embargo…

    Sin embargo, sabes que, cuando me hablaste de las enumeraciones, comprendí que ese es mi recurso preferido, como lo es la autorreferencia, porque hemos discutido tanto sobre si la semántica es o no el conocimiento definitivo que me doy cuenta de lo que cuenta; sabes de la importancia de la escuela, porque la educación no trasforma el mundo pero cambia a quienes van a transformarlo; sabes de la urgencia de la medicina como de la necesidad de la agricultura; entiendes que no podemos entender el mundo de hoy sin las empresas de paquetería, sin analistas financieras, sin personas que arreglen los atascos de las cañerías y reparen los daños del parqué, porque de esas personas depende el mundo, de esas y de todas las demás. Y sin embargo…

    Sin embargo, seguimos diciendo que necesitamos que el mundo cambie, porque queremos que cambie, porque sabemos que es imprescindible una forma nueva de estar juntos que no se base en la codicia y la disputa, el desprecio por el otro y el irresponsable abandono del cuidado de nuestro entorno natural. Sabes, sé, sabemos que la pandemia es el daño más urgente, pero no es nuestra única enfermedad. Y sin embargo…

    Sin embargo, aunque uno piensa que las cosas que hace no tienen demasiada importancia, ayer recordé lo importante que es amar lo que se hace, porque en esa clase en la que hablábamos de lo que significa “educación”, sentí la belleza de repetir las palabras de Freire y recordar que la única forma que tienes de enseñar a amar es amando y que el amor es la transformación definitiva. Y me asomé a las ventanas desde las que se ve el barrio de La Palomera y vi los edificios en construcción, la demolición impasible del paisaje, el avance implacable de la ciudad hacia la ronda de circunvalación y el sol y la lluvia reflejaron un momento brillante en los cristales y hablé con mis alumnas del poder transformador de la educación, el poder decisivo del amor y me di cuenta de que tenía el vello del brazo erizado y se lo mostré a una que estaba en primera fila y sonrió detrás de su mascarilla y otra que seguía la clase desde su casa dijo que hasta ella se había emocionado. Y sin embargo…

    Sin embargo, seguí hablando de leyes educativas del siglo diecinueve y, sintiendo en el brazo el vello todavía de punta pensé: ¿a quién puede importarle semejante minucia cuando hemos visto la luz rasgar todas las cortinas? Sé que estás ahí como cada viernes. Es el momento bello, el “momento vello”, de cada viernes. Gracias


viernes, 12 de febrero de 2021

Uñas. (Audio)

 

Uñas. (En Hoy por Hoy León, 12 de febrero de 2021)

     Detrás de la mascarilla lo único que estaba eran sus ojos. No había nada más. Su cuerpo entero, su pelo, su  presencia toda se quedó diluida en esa mirada cuando supo que en sus ojos se había quedado presa la realidad. Ella era sus ojos y lo otro, los hombres y los muchachos que estábamos allí, despojados de cualquier asomo de verdad, éramos solo un desorden de ropas, pieles, huesos pulcramente separados en cada silla a la distancia pedida por la seguridad del distanciamiento social. Había brillado la luz en sus ojos y los nuestros se fueron encendiendo por simpatía, asumiendo un estado de derrota vacilante, una emergencia animada en las baterías de la culpa.

    Yo no sé ellos, pero yo, que era quien controlaba la situación, quien había puesto en marcha los resortes para el diálogo y la solución del conflicto, empecé a ver, desde que sus ojos se encendieron, que aquellos pobres muchachos, aprendices involuntarios de acosador, se habían dejado llevar por el viento de nuestro día a día y se habían integrado en el juego de las vallas publicitarias, los anuncios de la tele, los programas de moda, los gestos insolidarios de yutúber, los sueños mágicos de estrella de fútbol a razón de cinco millones de euros el contrato, unos trescientos ochenta mil brutos al día, algo menos de dieciséis mil a la hora o, lo que es lo mismo, más de doscientos sesenta euros por minuto.

    En un mundo que pone el foco en estas cosas es normal que los muchachos no vean lo que pasa y que para ellos eso que estaban haciendo no fuese ni por asomo algo que pudiera entenderse como acoso. Ellos sintieron que le podían hablar así, que podían hacer aquellas bromas, que podían, porque así es la sociedad, pavonear sus cuerpos atléticos y fibrosos para hacer reír, para reír, para reírse de ella que no se ajusta al canon de belleza de los anuncios. Hasta que se enfrentaron a sus ojos en ese momento brillante en el que una lágrima los fulminó y, de inmediato, comprendieron lo salvaje, lo primitivo, lo estúpido, lo agresivo, lo indecente, lo inaceptable de su conducta. Lo hermoso es que nadie se lo tuvo que decir y que ese castillo de clichés que tenían en el velo imperceptible de su desprecio se desmoronó como uno de esos castillos que construimos en la arena de agosto.

    A veces me acomodo en el ensueño de la playa, en la perfección de los días repletos de imágenes y de emociones con el gozo de los que están y la pena de los que faltan y miro a los niños con los que construyo los castillos que el mar derribará y pienso en toda la arena que ha pasado por mis manos, los puentes que hemos tendido, las torres que hemos levantado, las escaleras que hemos construido, los muros que hemos reforzado, los fosos con los que hemos llamado al mar para que se lo lleve todo y me pregunto en medio de tanta bonanza qué resortes son los que se sueltan para que esta muchacha de hoy tenga que sufrir el desprecio de estos nuevos vándalos devastadores. Me veo en la inocencia infantil de la arena, arañando la verdad del suelo y me miro en las uñas todo lo que traigo enterrado, ese borde repleto de pequeños granos incrustados que no se sueltan, lo único que tengo y que perderé en el primer baño. Uñas clavadas en el sufrimiento silencioso de esta niña que no debería tener que fulminar nunca más a nadie con su mirada. Uñas para rasgar el universo.

viernes, 5 de febrero de 2021

Alveolo. (Audio)

 

Alveolo. (En Hoy por Hoy León, 5 de febrero de 2021)

Estamos en la idea de que el mundo es tan pequeño que solo nos rodea en una parte mínima y parece como si el resto de nuestro ser permaneciera a la intemperie de la realidad. Es un poco raro lo que te quiero decir, lo sé, pero estoy seguro de que me entenderás. El mundo es lo que pasa, la totalidad de las cosas que pasan. Eso, así dicho, puede parecerte abrumador, algo insoportable y enorme, inabarcable para cualquiera. 


Lo que sucede es que ese universo de acontecimientos que parece tan desmesurado se reduce a los pocos de lo que tienes conocimiento y aún, entre estos, a aquellos en los que pones atención y de los que tienes memoria, de manera que esa vasta extensión que parece ser lo que acaece, se ve reducida en su enormidad a algo tan pequeño como es eso en lo que estás ahora, quizá sencillamente este escuchar la radio. Y, además, por tu experiencia sabes que de la enormidad de cosas que son posibles en cada instante solo suceden algunas y te parece, en ocasiones, que de entre todas esas cosas que son posibles solo se concretan unas pocas y lo hacen de un modo que tienes la tentación de decir que eso que sucede es increíble y te pasa tanto que dices una y otra vez que eso que sucede es increíble y toma cuerpo en tu realidad la hipótesis de un mundo mínimo en el que una y otra vez todo lo que ocurre termina siendo increíble. Y el mundo es cada vez más pequeño y sientes que hay pedazos de ti que quedan desprotegidos, desamparados, fuera del confort y de la seguridad de un mundo definido de cosas que pasan más allá de ti. Y te acurrucas en una parte muy honda de tu intimidad, buscas un hueco pequeño, una cueva que te acoja y que te arrope, un alveolo de realidad. 


El alveolo, los alveolos, sean pulmonares, dentarios, o como quieran ser, son solo ese rincón pequeño en el que algo nace, se arraiga o se recoge, una cavidad pequeña pero que, como es el caso de los alveolos pulmonares, se conecta con otras pequeñas cavidades que conforman un todo orgánico que funciona de un modo, esta vez sí que me lo permito, increíble. Y quizá sea por eso, porque un mundo vasto pero insuficiente puede ser vencido por una cavidad minúscula pero salvadora, por lo que este enemigo mortal que es el COVID ataca de ese modo tan desolador a las células que forman las paredes de los alveolos pulmonares. Es como si el virus supiera dónde has encontrado tu rincón salvador y algún genio maligno de la naturaleza lo hubiera diseñado para desprotegerte y hacerte sentir el frío de la ausencia del mundo a tu alrededor.


A la busca de un pequeño alveolo de seguridad se ha programado en León el cribado masivo de esta semana. Se conseguirá una estadística, otra vez lo digo y lo hago en toda su extensión, increíble, porque los números serán útiles para muchas cosas y tendremos una falsa sensación de seguridad que ojalá no confundamos con la certeza de creernos sanos y salvos. El mundo sigue siendo pequeño y estamos mortalmente expuestos.