Buscar este blog
viernes, 27 de octubre de 2023
Dies Irae. (En Hoy por Hoy León, 27 de octubre de 2023)
viernes, 20 de octubre de 2023
De parvis. (En Hoy por Hoy León, 20 de octubre de 2023)
viernes, 13 de octubre de 2023
Mens sana. (En Hoy por Hoy León, 13 de octubre de 2023)
Hay una novela que escribió Antonio Orejudo allá por el dos mil que se titula Ventajas de viajar en tren en la que el lector viaja —aquí la reiteración es apropiada—por diferentes niveles de realidad en el desarrollo de la ficción, que empieza con la protagonista volviendo a Madrid en un viaje en tren —de nuevo tren y también viaje—tras haber dejado ingresado a su marido en un hospital psiquiátrico en una ciudad del norte. Lo que ocurre a partir de ahí ya es cosa tuya, si te apetece leerla o recordarla, si es que ya la has leído, y si la traigo hoy aquí es porque el martes de esta semana se ha celebrado el día internacional de la salud mental y porque también es noticia de la semana que León se vuelve a quedar fuera de juego en materia ferroviaria, de modo que trenes y salud mental me llevaron a recordar esta novela de la que te hablo.
Llegué a Orejudo de la mano de mi amigo Mauro, que me enseñó Fabulosas narraciones por historias en la edición de Lengua de Trapo allá por los últimos noventa y desde ahí se convirtió en uno de mis muchos autores preferidos. Tener muchos autores preferidos creo que es una ventaja, una manera de decir que la ventana del espíritu —discúlpame la cursilada— la tengo bien abierta para que puedan entrar por ella muchas brisas diferentes. Es un modo de mantener fresca la estancia, una idea de ventilación constante en la que se mezclan voces diversas que me ayudan a mantener perspectivas múltiples de la realidad. La realidad, ese concepto tendencioso.
Te recuerdo la máxima de Juvenal, mens sana in corpore sano. Te recuerdo que siempre la citamos fuera de su contexto en un alarde de creación de realidad, como que una mente sana favoreciera un cuerpo sano o como que fuera nuestra obligación mantener sano el cuerpo para que esté sana la mente, cuando, en realidad, lo que creo que dice el poeta romano es que debemos orar para mantener un equilibrio en la salud mental y corporal, algo que se pide, algo que no está en nuestra mano. Esa reflexión me parece interesante, porque tendemos a culpabilizarnos por la enfermedad. Las personas enfermas no pueden ser responsables de su enfermedad. La obligación de mantener la mente y el cuerpo sanos es un deseo que va con nosotros siempre, pero no podemos pensar que quien enferma lo hace por abandono, por desidia, por dejadez. La enfermedad no se elige. Me dirás que si soy diabético no debo comer azúcares o que si soy hipertenso tengo que hacer ejercicio y abandonar la sal y el café. Ya, claro, tienes razón, debemos hacer un esfuerzo por la salud, tanto física, como mental. ¿Pero ese esfuerzo es una obligación moral? Y, en cualquier caso, ¿esa distinción entre salud física y mental que acabo de hacer tiene algún sentido? ¿Por qué necesitamos separar de esa manera feroz lo físico de lo mental? ¿No será un modo artificial de generar realidad?
Ahí entran las Ventajas de viajar en tren, aunque no vaya a haber tantos trenes para Madrid como habrá a partir del año que viene desde Valladolid o Segovia.
viernes, 6 de octubre de 2023
In memoriam. (En Hoy por Hoy León, 6 de octubre de 2023)
Fue ayer y tuvo que ser a las cinco de la tarde, no sé si a las cinco en punto de la tarde, porque yo no estuve allí para atestiguarlo, pero seguro que tuvo el sonido de las cinco en punto de la tarde. El sonido innegociable de la tragedia en el silencio de los luchadores de todas las categorías recordando al compañero que ya no va a volver a los corros. Ayer en la radio, en esta radio, igual pudiste oírlo, lo explicó muy bien el presidente de la Federación de Lucha Leonesa. Dijo que habría un homenaje especial a Jorge Iglesias, que habría un minuto de silencio y que habría más actos, pero que seguro que lo más importante sería lo que cada uno de los que participara en el corro de San Froilán pudiera sentir y compartir con los demás en su recuerdo.
Es difícil escribir in memoriam cuando hablamos de una persona de veinte años, un campeón que se va de la lucha con su victoria, con el campeonato que ya tenía conseguido a falta de estos dos últimos corros, el de San Froilán de ayer y el que queda para el Pilar el día doce en Boñar.
No quiero imaginarme el sol de las cinco de la tarde de ayer en la plaza de la catedral. No quiero ver las calles vestidas de fiesta en el día de San Froilán a esa hora de la tarde. No quiero escuchar el rumor del Húmedo subiendo desde la Plaza Mayor o los ecos de la Plaza de Torres de Omaña alterando la calma de la tarde del verano extendido de San Miguel. Me niego a dejarme rozar por nada que no sea el dolor de estas cinco en punto de la tarde en las que la ropa de un luchador que ya no lucha, el campeón de la liga de verano de su categoría, yacen —no puedo emplear otro verbo— sin vida en el homenaje del penúltimo corro de la liga. Solo tengo ojos, desde mi ausencia, desde la distancia, para el padre y la madre, para la hermana, cuya presencia en el acto demuestra el coraje enorme de quienes saben que el amor no es exclusivo, que el amor es de todos y el dolor y la pena deben compartirse con la misma fuerza con que ese amor los impulsa. Allí estuvieron las ropas con las que luchó en su último corro, como el día siguiente al de su pérdida, por encima de la colosal galería de ramos, flores y coronas, lucía su cinturón de luchador, en una presencia que tal vez lo definiera en todos los aspectos de la vida.
Tengo que confesarte que escribo sobre Jorge porque su madre es mi compañera, aunque sé que hubiera escrito lo mismo en cualquier caso, pero el hecho de que hubiera estado hablando con ella solo minutos antes de que la vida le cambiara de esta forma, me sobrecoge, me resitúa en muchas de las circunstancias de mi vida y me empuja a sentir un aprecio infinito por ella, a compartir su dolor, a entender su soledad, a esperarla en la soledad del despacho sabiendo que esa soledad —porque ya lo he visto antes— es ya lo único que nos acompañará por mucho que con el tiempo vuelvan las risas y las fiestas y el sol de octubre en una tarde perfecta para un corro solemne de lucha leonesa.