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viernes, 17 de noviembre de 2023

Per aspera ad astra. (En Hoy por Hoy León, 10 de noviembre de 2023)

    Como si el responsable de la programación del Auditorio lo supiese, el jueves pasado presentó Teatro Corsario su montaje sobre el territorio literario de Luis Mateo Díez, Retorno a Celama. Hubo un encuentro con los creadores y con el propio autor al terminar la función, como si todo el mundo lo supiese. Como si yo mismo lo supiese, cuando Luis Mateo Díez caminaba hacia el escenario por el pasillo me encontré con él y le presté mi brazo justo en el momento en el que perdió un paso en los escalones traidores que te obligan a dar zancadas muy largas o muy cortas, porque están pensados para armonizar con el espacio de las filas de butacas y no para facilitar subidas y bajadas. Como si lo supiese, ya te digo. 

    Así es que ya hay dos Cervantes leoneses, ¡qué orgullo! Me dirás que yo no soy leonés, que vengo de fuera, y es verdad, y me dirás que el Premio Cervantes es para el escritor y no para nosotros, y también es verdad. Te diré, a cambio, que siento la alegría del premio como si a mí también me lo hubieran dado. A lo mejor porque desde mi presencia anónima saliendo de la fila de butacas me encontré con él el jueves y se apoyó en mi brazo, ya ves qué tontería. En los sesenta la gente corría detrás de los Beatles y hoy en los hoteles en los que duermen los futbolistas hay aglomeraciones de seguidores que cantan y vitorean y aplauden y buscan la forma de conseguir una firma de alguno de sus ídolos. ¿Por qué te extraña que yo me sienta orgulloso de haber prestado mi brazo un segundo al Premio Cervantes, aunque en ese momento todavía no lo fuera? 
    
“Estos escalones son muy traidores”, le dije. Ya lo creo, me parece que contestó, dejándome atrás en su camino hacia el escenario. Tampoco sabe quién soy, como no sabía quién era Iceta, el ministro que lo llamó para decirle que le habían otorgado el premio. Y es que “la vida es incómoda, pero merece la pena”. Es cierto, merece la pena. Merece la pena vivirla y vivirla es concentrarla en lo que importa, que no son los premios, ni los ministros, ni siquiera las novelas. Esto último es opinión mía, que el escritor solo dijo que la vida es incómoda, pero merece la pena.  

    Habría que buscar espacio para desarrollar qué es la incomodidad de la vida y explicitar por qué merece la pena. Me parece que esa incomodidad no es por el esfuerzo que conlleva vivir; un esfuerzo permanente: que estar vivo es ir contra la naturaleza de las cosas, porque el universo tiende a la entropía y lo natural es tender al gasto mínimo de energía. Vivir es consumir oxígeno, una combustión permanente. La vida es, vista así, una quemazón. Pero una quemazón que merece la pena, si observamos con atención lo que importa, lo que de verdad importa. Me viene a la cabeza el dicho latino: Per aspera ad astra. La vida es esfuerzo y dificultad, pero merece tanto la pena que es en sí misma el éxito. Hay mucho en Luis Mateo Díez de esto: es el esfuerzo el camino a la excelencia, aunque los pasos sean incómodos. ¡Y merece la pena!

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