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martes, 4 de julio de 2023

Resolver primero los paréntesis. (En Hoy por Hoy León, 30 de junio de 2023)

    Había pensado titular “Y cuarenta” este artículo de hoy, porque, como sabes, hoy es el último programa de la temporada y, quizá eso no lo sepas, es el que hace el número cuarenta y en todos ellos, desde el primero al último, hay alguna referencia a un concepto matemático. No sé explicarte por qué pensé que esta sería una buena idea. Es más, tampoco estoy muy seguro de que lo sea. De hecho, alguna semana me ha supuesto un reto contarte lo que traía en la cabeza y ponerlo en relación con alguna idea matemática. Habrás visto que muchas veces lo he hecho forzando las cosas. Y precisamente de forzar las cosas es de lo que querría hablarte hoy, un poco pensando en la situación del ayuntamiento de León de cara al viernes que viene. Fíjate que queda una semana para su constitución y todavía no sabemos con toda seguridad quién va a ser el alcalde o la alcaldesa. No sé si eso es forzar las cosas. ¿Quién sabe? Quizá es la forma natural, la evolución lógica del resultado de las votaciones, la consecuencia.

    Pienso en dos líneas al respecto, no en relación con lo que vaya a suceder con la alcaldía, que sobre eso no tengo más información que la que nos dan en la radio, sino en lo que significa el interés en forzar las cosas. Por una parte, veo que cuando forzamos las cosas tenemos la sensación de obtener una ventaja, una sensación que no deja de ser una idea falsa, porque en la medida que alcanzamos acuerdos de forma rápida favorecemos los resultados positivos y no me cabe duda de que, en las disputas, cuando una de las partes se siente beneficiada porque ha sabido negociar mejor o porque ha forzado las cosas hasta conseguir algo más de lo que le correspondería en una negociación equilibrada, ese desequilibrio genera algún problema posterior. Las negociaciones tienen que conducir siempre a acuerdos que sean beneficiosos para todas las partes. Y todas las partes incluye a todos, en ocasiones no solo a los que negocian.

    La otra idea en la que pienso, cuando considero qué significa forzar las cosas, es la de hacerlo todo pensando que eso que hacemos lo hacemos como si fuera la última vez. Imagínate: la última vez que se cepilla los dientes, la última vez que explico a Ortega, la última vez que se abre tu casa de piedra entre problema y problema. Forzar las cosas hasta el límite de pensar que es la última vez que las haces te lleva a un cierto estado de lucidez, un modo de ser consciente de lo cotidiano. Todo lo que haces lo haces siempre por primera y por última vez y decir esto no es forzar las cosas. Me urge pensar que cierro la puerta cuando salgo del trabajo y que ese acto rutinario se convierte en trascendente cuando lo pienso como la última vez que cierro la puerta al salir del trabajo. Última vez que respiro el aroma del tilo. Última vez que coloco esta temporada la espuma amarilla en el micrófono para contarte mis historias.

    Y pienso que tanto si forzamos por la ventaja, como si lo hacemos por la conciencia, se trata de un acto indeseable. La realidad fluye y tiene su orden. Un orden fácil de comprender cuando uno se adapta a lo que ocurre, de manera que ese viajar con la realidad te coloca en la posición de hacer cosas nuevas, de cambiar el mundo. Es una paradoja, porque creo que aceptar que lo que ocurre es el fruto de la voluntad de las personas es justo lo que te permite modificar lo injusto. Es el orden en el que se deben atacar las ecuaciones. Siempre hay que resolver primero lo que está dentro del paréntesis.

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