Entre la espada y la pared.
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jueves, 31 de octubre de 2024
Entre la espada y la pared. (En Hoy por Hoy León, 25 de octubre de 2024)
viernes, 18 de octubre de 2024
A tiro fijo. (En Hoy por Hoy León, 18 de octubre de 2024)
He leído en una noticia fechada el martes pasado en Valladolid que José Antonio Díez no va en la lista de los representantes del PSOE leonés en el Congreso Federal de Sevilla porque le coincide la fecha con el encendido de las luces de Navidad en la ciudad previsto para el próximo veintinueve de noviembre. Uno no está ya para creerse todo lo que lee —te puedes imaginar— y menos cuando se trata de hacer listas y mucho menos si esas listas servirán de alguna manera para decidir algún reparto de poder de cualquier tipo. Pero pongamos que sea verdad: si me pongo en la piel del alcalde —en el caso de que fuera verdad lo que dice el periodista, que, repito, no lo sé— creo que elegiría también quedarme a encender las luces antes que acudir al Congreso y eso que cualquier excusa es buena para ir a Sevilla un fin de semana, porque es verdad que cada uno elige con quién está y dónde está.
Se me ocurre que esto de ir a estos congresos es un poco como ir a setas: muy pocas personas van sin saber de antemano dónde está lo que interesa y qué se van a encontrar. Sorpresas como la de Rodríguez Zapatero —si es que aquello fue tan sorprendente como dicen— solo se producen por un fallo en los cálculos previos. En general, a esos congresos se va a tiro fijo o a tiro hecho, que las dos variantes de la expresión me sirven. Hay que tener todo atado y bien atado antes de que pueda pasar nada, que ya tenemos marcados en el GPS de la memoria los rodales buenos en los que crecen las setas y solamente tenemos que ir a recogerlas, que una cosa es buscar y otra recoger. Y a las organizaciones no les interesa que haya elementos por ahí buscando libremente, no vaya a ser que encuentren, que estamos bien como estamos y ya se sabe desde la primera transición que «el que se mueve no sale en la foto».
Este otoño generoso nos ha llenado de setas los campos. En otra noticia —esta de ayer y fechada aquí en León— he podido leer que un grupo de cuatro jóvenes recogió veinte kilos de boletus en menos de dos horas. Se entiende que no son meros aficionados, porque no me salen las cuentas: si se puede recoger un máximo de tres kilos sin licencia, hay ocho kilos por ahí que me bailan. Pero lo digo desde mi ignorancia absoluta del tema, no vayas a entenderme mal. Es que uno va a esos congresos a atrapar todo lo que pueda y ya no se sabe qué es lo que está acotado, qué es lo que se puede recoger libremente y hasta qué cantidad. Lo que está claro es que este es un otoño generoso, que el níscalo ya está escondiéndose entre la pinocha y que llevamos ya muchos días de abundancia que se multiplicarán con las últimas lluvias si no vienen pronto las heladas. Los gusanos a los que llaman alambre se están poniendo las botas con las setas del cardo y en alguna cocina ya hay que buscar sitio para poner todo lo que llega de la cesta. Hay que saber siempre si uno va a setas o a otra cosa cuando sale de casa. Y si no estás para atrapar setas, pues haces como el alcalde y te quedas encendiendo luces, que no todo en la vida es llenar la cesta.
viernes, 11 de octubre de 2024
Pan comido. (En Hoy por Hoy León, 11 de octubre de 2024)
viernes, 4 de octubre de 2024
Tener un humor de perros.(En Hoy por Hoy León, 4 de octubre de 2024)
De momento pienso que lo que nos devora es la pasión por la perfección. Lo he leído hace poco en alguna parte, pero, como me permito no estar al tanto de todo, también me permito no acordarme de todo. La poesía, por ejemplo, se construye en la imperfección hasta cuando es una estructura perfecta. Quiero decir que no hay en la perfección de un soneto más belleza que la que sea capaz de sentir el lector imperfecto que lo disfrute. Por eso pretender la perfección, en un soneto o en cualquier otra cosa, es una falsa pretensión.
Sobre todo, porque la perfección es una construcción social que se modifica con la propia sociedad; la perfección y la belleza son una misma cosa. Podríamos añadir el bien. Perfección, belleza y bien son tres perspectivas de la misma idea y nos las hemos puesto en la diana de nuestro objetivo vital. No me digas que no, que no te creo. Igual me dices que el bien sí, pero lo demás no: te estarás engañando si haces eso y será solo un modo de explicar por qué vía eliges luchar por tu objetivo. Piénsalo despacio, aunque te parezca un lío, y verás como al final me das la razón y comprendes que lo bueno, lo bello y lo perfecto son la misma cosa. Y lo que decimos bueno, bello y perfecto aquí y ahora resulta que tal vez mañana no lo sea o puede que en Singapur sea de otro modo y lo que es más probable es que ni tan siquiera aquí y ahora sepamos ponernos muy bien de acuerdo sobre lo que es bueno, bello y perfecto. Decía algún filósofo griego que, dado que somos capaces de comparar respecto de lo bueno, lo bello y lo perfecto, debe existir una perfección, una belleza y un bien que sean absolutos con respecto a los cuales podamos establecer esas comparaciones. Solo que ese Bien absoluto no podría pertenecer nunca al universo de lo sensible, porque ahí es por donde entra el virus de la discusión, por la sensibilidad, por los sentidos, por la diferencia que tenemos cada uno a la hora de experimentar lo bueno, lo bello y lo perfecto. Y sin embargo nos hemos puesto como meta esa perfección en nuestras vidas y, como diría un visionario valenciano que conocimos, “así nos luce el pelo”.
Esto mío de hoy es porque tengo un humor de perros y no sabría decirte por qué. Me doy cuenta de esa mala uva interior que tengo y no encuentro razones serias que la expliquen, así es que me ha dado por pensar que quizá este humor de perros tenga que ver con esa frustración visceral, esa incapacidad para el bien, para la belleza, para la perfección. Me gustaría decirme a mí mismo —y a ti, si es que también te sientes en las redes de este enfado— que es tan sencillo como poner el objetivo en algo más simple, algo que no esté tan fuera de tu mano, algo tan sencillo como, por ejemplo, pasear por el parque de San Francisco con el ruido de los camiones de comida recogido, a la luz de los globos y los colores. No es ni bueno ni bello ni perfecto, pero es; aunque tiene sus riesgos.