Me pareció que lo decía Pepa
Bueno este martes cuando comentaba la noticia del descubrimiento por parte de
científicos norteamericanos de algo así como las huellas de las primeras ondas
del Big Bang. Dijo que el descubrimiento nos acerca a la posibilidad de conocer
cómo era el universo diez segundos después y diez segundos antes de la gran
explosión. Pensar en cómo era el universo hace 14 mil millones de años, diez
segundos después de la gran explosión es algo que tiene un interés indudable.
Lo que se escapa a mi entendimiento es qué es el universo diez segundos antes
del Big Bang, dado que ese Big Bang es el origen mismo del universo. Se supone
que es la gran explosión lo que delimita el origen del tiempo y no tiene ningún
sentido preguntarse por nada que ocurriese antes, porque no tiene sentido
pensar que algo pudiera ser al margen del universo. Pero nuestro horror al
vacío nos empuja a pensar que todo lo que sucede, sucede en el tiempo y que
todo momento tiene un antes y un después. De ahí, creo yo, el error
inconsciente de la periodista al hablar de esos diez segundos antes del Big
Bang.
No obstante, me gustó tanto
la expresión que la traigo aquí porque podría ser una metáfora de lo que somos,
en el sentido de que nuestra condición humana es como esos diez segundos
anteriores al tiempo mismo. Ser humano antes de la propia humanidad. Ya llevo
días queriéndote hablar de esto y no encontraba el momento. Me lo brinda ahora
el desliz de Pepa Bueno y la noticia de este fin de semana que ha recorrido
todas las redacciones de este país en relación con la agresión a un árbitro de
fútbol en un partido de niños de entre 7 y 8 años. Ya se ha dicho todo sobre la
noticia. ¿A qué tengo que venir yo a decir nada más? Pues es sencillo, llevo
tiempo queriéndote decir algunas cosas sobre la violencia, no desde una
perspectiva moral, sino de la violencia como acto gratuito, como modo de
expresión. Lo veo a mi alrededor con sorpresa cada vez de un modo más elocuente.
En el trabajo, en el ocio, en la intimidad de la casa, diría que hasta en los
sueños, veo con más frecuencia conductas violentas que se ejercen de manera
absolutamente caprichosa, sin ninguna pretendida justificación, como una
tormenta que se desatara sin ninguna causa en los diez segundos anteriores al
Big Bang. ¿O acaso me vas a decir que hay algo que justifique comportamientos
bárbaros como el de este descontrolado padre que agrede al árbitro en el
partido en el que participaba su hijo? Y no es solo ese tipo de agresiones. La
violencia lo traspasa todo. Nos llama la atención ver cómo los adultos insultan
desde la banda a muchachos que disfrutan del fútbol, ya sea arbitrando o
jugando, sin que nadie diga ni haga nada. Yo vivo al lado de un campo de fútbol
en el que todos los fines de semana hay partidos de fútbol base y estoy cansado
de oír barbaridades que se gritan sin vergüenza, como si esos partidos se
jugasen en los diez segundos anteriores al Big Bang, como si el momento en el
que se profieren esos gritos estuviera al margen del universo y no hubiera
ningún niño que pudiera escuchar todas esas procacidades. Lo dijo un poeta
hipnótico que se llama Joaquín Pérez Azaústre en la presentación de su último
libro en la librería Alejandría: en este momento hay que tomar partido y decir
lo que uno piensa. Y yo lo subrayo, este es un momento para tomar partido, no
hagamos como si fuese uno de esos diez segundos de antes del Big Bang, porque
nuestro silencio es cómplice.
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