Buscar este blog

viernes, 11 de diciembre de 2020

Píloro. (En Hoy por Hoy León, 11 de diciembre de 2020)

     Ya que hemos perdido en la pelea para que León fuese la sede del Centro Europeo de Ciberseguridad, tenemos hasta el lunes para que Astorga se convierta en el mejor municipio anfitrión de España. Sé que no es lo mismo, que el empuje económico que habría supuesto la designación europea no es comparable a la luz extra que la conocida marca oro de bombones derrochará en la capital maragata, si finalmente termina ganando a Jimena de la Frontera. Eso lo ve cualquiera. Lo que ocurre es que nos tenemos que conformar con lo que nos queda y pensar que el esfuerzo ha merecido la pena, que solo el hecho de haber estado en la carrera ya nos ha dado notoriedad, experiencia y seguramente muchas más cosas que ahora mismo no soy capaz de enumerar. Lo mismo pasaría con lo de los bombones de no ganar, que, de la misma manera que te acabo de hablar de un pueblo de Cádiz que me era desconocido, también estará Astorga en boca de mucha gente, con lo que solo estar en la pomada ya es bastante, que parece que en este mundo nuestro va a ser verdad aquella sentencia a tantos atribuida y de dudosa autoría según la cual lo importante es que hablen de ti, aunque sea mal, que quizá venga de aquello que Don Quijote le contaba a Sancho de la dama que no aparecía en la lista satírica del poeta y que al ser puesta “en el ensanche”, quedó incluida en la lista, de manera que quedó satisfecha “por verse con fama, aunque infame”. Que no es este el caso de Astorga, no se me vaya a malinterpretar, que por mucho que le llegue la fama ahora con la cosa del bombón, tiene otras muchas famas y atractivos y riquezas por las que merece estar en cualquier lista salvo, en la que decía Cervantes de la infamia.

    Me quedo con la cuestión del título que otorga el concurso, el de municipio mejor anfitrión de España. Me pregunto, en este ejercicio anatómico que me ha dado por hacer esta temporada, cuál sería el mejor anfitrión del cuerpo humano. Me parece que el título es discutible y se me ocurren espacios de acogida evidentes y sutiles, escondidos y groseros, abiertos y oscuros. Rincones humanos que recogen, reciben, agasajan, que se muestran e invitan al que llega para que se sienta como en casa. No creo que a la firma de los bombones le apeteciera hacer una encuesta sobre la parte del cuerpo humano que mejor ejercería de anfitriona. Y si lo hiciera, ¿por qué órgano votarías? ¿Y qué es más apropiado: ser o hacer de anfitrión? ¿Es una cualidad que se ejerce o que se tiene? ¿Algo que nos sale o que nos fuerza? ¿Verdad o postureo? Solo quien disfruta acogiendo puede hablar honestamente de este asunto.

    En mi opinión, el píloro es el gran anfitrión del cuerpo, porque tiene mucho que ver este concepto con la comida —tener invitados a la mesa— y en el fondo del estómago tapa la salida el píloro, acogiendo todo lo que llega al estómago en un festival de ácidos y dejando salir por la puerta trasera solamente lo que ya se ve que puede ser alimento. Lo que pasa después es cosa ya del intestino. Suerte para Astorga, ciudad anfitriona.


No hay comentarios:

Publicar un comentario