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viernes, 31 de mayo de 2024
Motu proprio. (En Hoy por Hoy León, 31 de mayo de 2024)
Tengo que plantearme que el día de hoy es una oportunidad, no puedo verlo de otro modo. Ya te vas haciendo a la idea de que me tocan cosas que no me gustan y que me digo que es algo que asumiré, de manera que puedo plantearme que ese quehacer no deseado se transforme en una oportunidad, pero, una oportunidad, ¿para qué? ¿Qué se entiende por tener una oportunidad? Es más, cabe preguntarse si no será una oportunidad cada segundo de tu vida.
Por ejemplo, puedes aprender que Venus es el único planeta del sistema solar en el que el sol sale por el oeste, porque gira al revés que todos los demás, una oportunidad de aprender que no esperabas cuando te sentaste esa tarde a ver la televisión porque tu cuerpo no te dejaba hacer otra cosa que quizá te apeteciese más. O no. Pero ahí estuvo la oportunidad de aprender y lo hiciste sin la intervención de tu voluntad, solo porque se dio la situación. La cuestión de la voluntad es casi un misterio para mí. Voluntad y oportunidad. Tener voluntad de hacer, tener oportunidad para hacer eso que está en nuestra voluntad, pero ¿de dónde viene esa voluntad? ¿Responde a una necesidad interna? ¿Cómo se conforma esa necesidad? ¿Realmente lo que decimos que queremos es lo que queremos? Quiero decir que intervienen tantos factores en nuestra voluntad que no me atrevo a decir que cuando escribo esto que escribo lo haga por propia voluntad en el sentido de una voluntad absoluta que surge de mi interior, de mi intimidad. Por el contrario, veo que la mediatización de nuestras decisiones es tan constante que nuestra vida es una construcción desde la alteridad: es todo lo otro lo que nos arma, como si fuésemos pequeños mecanos fruto de la interacción social, el ambiente, la circunstancia digital en la que nos desarrollamos, la historia, el márquetin, los partidos de fútbol con gritos insoportables en voz de pito, las pipas que algunos escupen, las hadas y los elfos, el río y sus ranas, los grillos, la maternidad, la soledad, el elixir y la marca de desodorante. La espuma del mar. El olor poderoso de tu piel. Nada que hacer si no es por todo lo otro. Pero con todo eso, no te dejo que justifiques lo que no se puede justificar.
viernes, 24 de mayo de 2024
Ex libris. (En Hoy por Hoy León, 24 de mayo de 2024)
Me encantaba el ex libris de Naná, mi amiga zamorana a quien descubrí en tierras gallegas, pero quizá deba decir que más que el sello mismo, la marca, creo que es el modo en el que su inteligencia se echaba a nadar entre los libros y el cuidado con el que los trataba, si bien es cierto que ella trata todas las cosas —y especialmente a las personas— con ese cuidado especial. Recuerdo vagamente el dibujo, pero no se me escapa la sensación de belleza. Es esa cosa, esa manera de saber que algo es hermoso, a pesar de no tenerlo bien definido en la memoria. ¿No te pasa a ti, que tienes destellos fugaces de personas, paisajes, momentos hermosos que no sabrías describir con exactitud?
Yo nunca he marcado mis libros con un ex libris. En otro tiempo solía escribir la fecha en la que los compraba o en la que llegaban a mis manos a modo de regalo, también los firmaba en señal de propiedad o escribía una frase que me recordarse el momento y la situación en la que lo compraba. Yo que sé, algo así como: Cuesta de Moyano, bajo una tormenta inesperada de una tarde de junio. Hace ya mucho que no lo hago y hasta me parece que con la irrupción del libro electrónico es una costumbre que se perderá, digo yo, y que se hará imposible y eso que, de alguna manera, te diría que es algo que me gusta, no tanto por señalar la propiedad, que no es eso, sino por la manera de singularizar un objeto que es una copia entre miles. Singularizar una entidad entre miles. Generar belleza es, creo yo, la manera exacta de singularizar.
Parece que el sentido de la expresión ex libris, o mejor que sentido —por si leyera esto Naná vamos a diferenciar entre sentido y referencia— el significado literal es “de entre los libros”, no sé si como algo que surge de entre los libros o como el modo de singularizar un libro de entre los libros; aquí ya discutimos sobre la cuestión del uso y sobre el significado de la palabra significado —y ya van dos referencias a la filosofía del lenguaje y no era por ahí por donde yo quería irme—; vamos, que la cuestión de hoy está entre los libros, porque, a estas alturas de la semana tienes que saberlo de sobra, está en Ordoño la Feria del Libro de León y el comentario de hoy tenía que ir de eso, de los libros y, como ha salido la cuestión de la propiedad de los libros, también me apetecía hablar de eso, de la propiedad, de lo propio y de lo apropiado. Fíjate qué bonita aquí la palabra apropiado con dos usos tan dispares: lo apropiado entendido como lo correcto y lo apropiado entendido como eso que no te pertenece y de lo que te apropias, no voy a decir robado, aunque valdría, ¿no? Pues no. Fíjate que si hablamos de libros yo creo que no. Creo que los libros siempre quieren ir con quien los entiende y los necesita, que cuando prestas un libro y no te lo devuelven, no te lo roban, ni siquiera te lo guardan, es que ha buscado otros ojos, otro lugar mejor en el que estar. En esto soy yo muy de Carvalho y, aunque no me atrevo a hacerlo, creo que los libros que más nos gustan son los que especialmente deberíamos quemar, para inmortalizar ese brillo del momento en el que das la vuelta a la última página, cierras la tapa y se te queda entre los dedos esa magia de haber participado de algo excepcional.
Salutem plúriman. (En Hoy por Hoy León, 17 de mayo de 2024)
Quod natura non dat. (En Hoy por Hoy León, 10 de mayo de 2024)
Lo que la naturaleza no da, la universidad -Salamanca en el dicho- no lo otorga. Me gusta la sonoridad de ese quod natura non dat, que cae como una pedrada en la esperanza de una modificación profunda de las personas a través de la educación y que fortalece la idea de que esta no puede ir más allá de un ligero modelaje: hay quien dice que todo lo esencial lo aprendemos en el primer año de vida; que hasta los cuatro años organizamos nuestra percepción del mundo y que antes de los doce construimos nuestro sistema de creencias, de manera que a partir de esa edad ya es muy poco lo que se puede modificar: Salmantica non praestat.
A esta hora en la que escribo, todavía no se sabe el resultado de las elecciones en el rectorado de la Universidad de León. Más allá de las disputas, entiendo que en la universidad lo que queda es precisamente eso, el debate, porque el debate genera progreso y me parece mucho más sano que lo que ha ocurrido en Salamanca en donde solamente se ha presentado el hipercitado profesor Corchado. Precisamente en la Universidad de León se está alimentando un movimiento de protesta contra la guerra en Palestina, no sé si al hilo de las protestas en las universidades americanas o por la sencilla fuerza de las cosas. El caso es que hay una convocatoria para una asamblea abierta que debe estar teniendo lugar ahora mismo en una explanada del campus, porque la universidad se moviliza contra el horror.
Ayer, el director de Televisión de León me habló de su experiencia en Ucrania y me mostró un vídeo que había tomado con el móvil en el que se podía ver un cementerio en el que estaban enterradas personas de menos de treinta años que habían muerto solo en el último año. Un cementerio con más de siete kilómetros de longitud. Una explosión de banderas y desgracia. Me enseñaba, orgulloso, la foto del batallón León, que dentro del ejército ucraniano lucha portando la bandera del reino. Y uno piensa que las cosas que le pasan son importantes. Es necesario aprender que los dramas auténticos, los problemas verdaderos, están escondidos en rincones oscuros del cuerpo y del alma y lo mismo te llegan por una fotografía, por un vídeo, por un informe del médico o por una llamada telefónica. Uno está tan tranquilo y de repente suena el teléfono y hay un mordisco en la regularidad de las cosas y te llega esa noticia que dices que es lo peor que te podía pasar y hay un intento de hacerte responsable de eso que pasa, como si alguna vez hubiera estado en tu mano evitarlo y tú sabes bien que la naturaleza es terca y sangrante y que tu acción no modifica sustancialmente las cosas. Es de naturaleza, por su naturaleza, en cuanto a la naturaleza y no dejes abierta ni la fisura más fina en esa solidez emocional, porque lo importante tuyo y mío no es nada en comparación con lo importante de otros. Por eso creo que todo problema debe ser abordado desde su propia naturaleza, sin darle más importancia, sin permitir otra verdad. No podemos hacernos responsables de todo.
Estoy en el AVE llegando a Segovia mientras termino esta frase. Veo a la mujer dormida que mira el cielo en el horizonte y pienso que está en su naturaleza actuar como actúa y saber ser tan generosa en su rocosa emoción.
viernes, 3 de mayo de 2024
Amor omnia vincit. (En Hoy por Hoy León, 3 de mayo de 2024)
Hoy que es San Felipe, me apetecería darle vueltas a algún asunto que fuese verdaderamente real, y no caer en esa retórica que suele ser de mi gusto y que en muchas ocasiones me saca por el fango de la imaginación, esa otra máquina. Y ya en la primera línea me encuentro con una dificultad sobre la realidad por la cuestión exacta del Felipe que se celebra. ¡Hay más Felipes en el santoral que este del tres de mayo! Pongo por caso el del día veintiséis, que es San Felipe Neri y que lo mismo es más celebrado que el del apóstol. ¡Ay, Felipe de mi alma!, se cantaba en la zarzuela y quedó para exclamación futbolera, desde el famoso gol de Iniesta, la réplica del galán: ¡Mari Pepa de mi vida! ¡Si tan solo en ti pensaba noche y día!
Un asunto real pudiera ser una cuestión deportiva. De hecho, muchos clubes deportivos llevan la palabra “real” en su nombre y diría que enfocar las cuestiones de la realidad con espíritu deportivo nos ayuda a afrontarlas y pelearlas en una actitud más creativa que la alternativa bélica: prefiero disputar un partido hasta el final que librar una batalla hasta sus últimas consecuencias, como prefiero ser árbitro antes que juez. Pero sí, esta idea del talante deportivo —como se entiende ser deportivo en el rugby o en el tenis por hablar del pleno y el nulo contacto entre contendientes— es un modo de afrontar la realidad que me sugiere progresos. La idea de deportividad, antes que la de… ¿Te quieres creer que me cuesta encontrar un antónimo de deportividad? Lo que pasa es que el propio deporte está perdiendo la deportividad y está ganando terreno cada vez más el fanatismo, que no lo he escrito como opuesto a deportividad, porque no lo es, porque el fanatismo es otra cosa. El fanatismo es un cáncer que destruye todo.
La visión deportiva de lo real se contamina de fanatismo y nos encontramos en ese fanal que encierra la idea que uno tiene frente a la que pueda venir de cualquier otro. Ese es el territorio de la guerra. Heráclito hablaba de eso, de la guerra como motor en la lucha de los contrarios, pero, a pesar de su mal humor y de su eterna mala uva, yo creo que tenía una visión deportiva de esa lucha, una visión desde el equilibrio, desde la razón, el logos, —que en griego significa también medida—. Fuego que se enciende según medida y que se extingue según medida. Fuego eterno. Lucha deportiva.
Felipes del mundo, caed bajo el mismo nombre. ¡Uníos! Pasa con las Urracas, que las hubo que fueron reinas y que fueron infantas, que las hubo reinas temerarias y consejeras reales, pero todas las de esa estirpe, leonesas. No me queda claro si hubo Urracas castellanas. De eso te aseguro que no tengo ni idea. Lo que sí que es cierto es que Urraca I fue una reina leonesa. ¿Hacer de esto una cuestión de estado? Puede ser. El estado de cosas nos conduce a una polarización tan exagerada en todos los debates que el cáncer del fanatismo anula toda razón. Pero hay algo que el fanatismo no contempla y es que el amor todo lo puede, incluso la ponzoña cancerosa de lo irracional.