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viernes, 20 de junio de 2025
Chupas del bote. (En Hoy por Hoy León, 20 de junio de 2025)
El
olor de los tilos me transporta a otro tiempo. Es un impulso que no sé
explicarte, un eco del ayer que me conmueve. Me encanta ese tramo frente al
Colegio Camino del Norte, junto al Bernesga, con el frescor del río y el dulce
de la tila en una mezcla de bienestar y calma a pesar del tráfico y de la prisa
y del impulso que nos lleva en el corazón de los días. Si vas por la zona a ver
los fuegos de San Juan, busca una bocanada de ese aroma que te digo, déjate
atrapar. La memoria del olfato es tan poderosa y excitante que nos desata.
Sería
muy fácil, hablando de olores, decir que hay un olor a podrido que crece con
las famosas conversaciones que hemos ido conociendo desde la semana pasada, esa
peste impúdica de dinero y fiestas, eso que tantos han negado tantas veces y
que ahora se revela casi de forma incontestable: algunos se han dedicado a
chupar del bote al tiempo que se exhibían como salvadores de la patria y de la
moral. Ese olor a podrido no me impide disfrutar del perfume de los tilos de la
ribera del río, porque creo que algo limpio debe quedar al margen de todo eso
que huele mal tanto en la izquierda como en la derecha, porque me niego a creer
que todos son iguales y que todos chupan sencillamente del mismo bote. Me da un
asco enorme la imagen de todas esas bocas arrimadas al mismo bote a la vez o
por turnos.
Pero
eso no justifica las pintadas en la fachada de la sede del PSOE, porque no
todos allí son eso que se dice. Hasta es difícil saber si habrá alguno de los
de aquí que pudiera estar amorrado a ese bote. Por mucho asco que nos produzca
el caso, la descalificación general no resuelve nada. Es verdad que hay que
tomar mucha tila para calmar los nervios viendo todo lo que estamos viendo. Es
verdad que se dice que algunos de los dirigentes de aquí estaba muy cerca de
alguno de los del triángulo tóxico. Es verdad que el aparato del partido puso a
rodar toda su maquinaria en las primarias que denuncia el candidato perdedor.
Todo eso puede que sea verdad, pero no es política. Al menos no es “la
política”. Es otra cosa.
miércoles, 18 de junio de 2025
Liarse a mamporrazos. (En Hoy por Hoy León, 13 de junio de 2025)
Mientras
veíamos el domingo pasado el partido de Alcaraz estuvimos leyendo en las gradas
laterales, en inglés y en francés, una frase que entiendo que se traduce como “la
victoria pertenece a los tenaces”. Es verdad que la tenacidad es una virtud que
conduce al éxito, aunque no siempre. Mira, por ejemplo, lo tenaces que son esos
de la compañía eléctrica que te llaman a las tres de la tarde. En algún caso
conseguirán convencer a alguien, pero no siempre.
Esta
idea de la tenacidad me hace reflexionar sobre algo que se ha impuesto en
nuestras vidas: la consecución de un reto tras otro. Iba a decir challenge,
que es quizá lo correcto, pero me quedo con reto o propósito. Me explico: ya
estamos muchos con el reloj digital en la muñeca y andamos pendientes del
número de pasos, del consumo de calorías, del tiempo de actividad física, de
todos esos detalles que sobre nuestra salud nos muestra la aplicación ya sea en
el reloj o en el teléfono. Y lo asumimos como un reto, una necesidad. “Tengo
que hacer los pasos”. Como esta, la vida de hoy nos impone otras muchas
situaciones en las que competimos, ya sea con otros o con nosotros mismos. Y esa
competencia nos lleva a un estado de alteración que quizá esté alimentado por
las llamaradas solares esas que hemos tenido hace poco o por el tremendo lío de
dimes y diretes en que se ha convertido la política. Algo que tendría que ser
solamente la discusión serena para conseguir el mayor bien público es una
fuente de crispación y corrupción inagotable.
Así
es que no es de extrañar que, en un bar de la zona de San Ignacio, dos
parroquianos en la barra se pusiesen a discutir y casi llegasen a las manos,
mientras la camarera decía en voz baja cuando le preguntaban: “nada, la
política”. Hace un par de semanas, en un bar de Eras de Renueva, en una
discusión, un cliente le abrió una herida en la cabeza a otro de un garrotazo y
hace un par de días dos chicos se peleaban a puñetazos enfrente del mismo bar.
Estos no sé por qué discutían, pero que digo yo que la tenacidad es otra cosa y,
a veces, hay que saber entender al otro y frenar un poco, porque también es
sabido que, en ocasiones, perder es ganar.
sábado, 7 de junio de 2025
Como oro en paño. (En Hoy por Hoy León, 6 de junio de 2025)
Al
pasar por el entorno de la estación de FEVE de León, por esa calle de
urbanización limpia y moderna que se abre al parque y a la zona de juegos, que
regala estampas bucólicas de familias disfrutando de la tarde, cuando se llega
a la estación propiamente dicha uno puede observar el reloj del andén detenido
y no sé si digo detenido el andén o detenido el reloj o detenido todo, hasta la
estampa bucólica de los jardines y unas parejas sentadas en los bancos a la
espera de ningún tren. Todo congelado en el calor de una tarde de primavera.
El
reloj de la estación marca las doce en sus dos esferas. Entiendo que ha sido
voluntariamente colocado en esa hora y que no ha querido el capricho del
destino que haya detenido su marcha en una melancólica medianoche o en un
luminoso mediodía. Al ver las manecillas apretadas contra las doce, algo en mí
también se ha detenido, como buscando un tiempo en el que llegaban los trenes,
un tiempo en el que todo aquello era aparcamiento; uno ya va teniendo memoria
de la ciudad y eso da miedo porque te hace ver lo cerca que pudieran estar esas
manecillas paradas para algo que no fuera el tren.
Y
digo yo que la entrada en el andén del ferrocarril no rompería esa estampa
bucólica, sino que le añadiría un extra de dinamismo, más allá de los columpios
y los juegos infantiles. Las manecillas del reloj no deberían moverse hasta que
circulen los trenes. Deben permanecer en señal de protesta señalando al cielo
para ver si hay algo que se mueve y rompe esta estampa de belleza estática;
pero debe llegar el día en el que por fin se muevan, el momento en el que ese
paseo delicioso desde Álvaro López Núñez hasta la Universidad por el trazado de
la vía estrecha sea un paseo imposible porque el tren de la montaña vuelve a mover
el tiempo en el centro de León.
Es
un reloj precioso. La estación luce hermosísima. Está faltando el tiempo para
que el tren vuelva a movilizar ese hermoso dibujo y conservarlo como oro en
paño porque es identidad leonesa.