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viernes, 6 de junio de 2014

Modos de enfrentar exámenes. (En Hoy por Hoy León, 6 de junio de 2014)

A mí ya hace muchos años que se me perdió la cuenta de los exámenes que he hecho en mi vida. Muchos, desde luego. Trato de recordar cuál fue el último. Me parece que puede hacer más de veinte años de eso, no lo sé. También es verdad que siento que pasamos exámenes más a menudo de lo que pensamos, solo que no nos damos cuenta. Está claro que en un examen lo que importa es el resultado final, la nota que se obtiene, pero hay otros muchos aspectos que también me parecen importantes, lo que podríamos llamar maneras de enfrentar los exámenes.

Se me ha ocurrido hablarte hoy de este asunto porque he sabido de la polémica que se está generando en La Central a cuenta de la cantidad extraordinaria de estudiantes que está acudiendo estos días a esa Biblioteca de la ULE para preparar las Pruebas de Acceso a los Estudios Universitarios. Parece ser que, como van tantos chicos que están preparando la PAEU, lo estudiantes universitarios se encuentran con todo ocupado y no tienen sitio donde estudiar. O al menos, no tienen sitio para estudiar donde ellos quieren, cuando ellos quieren. Hay muchas maneras de preparar los exámenes: yo, por ejemplo, no soportaba estudiar en compañía, de manera que nunca iba a una biblioteca para prepararlos, nunca hubiera tenido el problema de disputar una silla en La Central. Muchos necesitan dar paseos mientras recitan en voz alta los temas que se aprenden, otros tienen que colocar algunos objetos encima de la mesa de un modo determinado, los hay que necesitan música o quienes necesitan tener a mano el móvil para consultar las dudas por Whatsapp y hasta he sabido de alguien que necesitaba oír pasar el agua, con lo que, a falta de río en su piso, se sentaba a estudiar en el suelo de la cocina y ponía en marcha la lavadora. Los hay que no necesitan nada en absoluto y que se enfrentan al examen sin haber estudiado nada, sea porque les sobra con lo que han aprendido en las clases, sea porque no les importa lo que pueda pasar con su nota. También los hay que llevan amuletos, que se visten con una determinada ropa, por ejemplo sé de un estudiante que siempre va a los exámenes vistiendo un pantalón de chándal o quienes hacen un determinado recorrido camino de la Escuela, el Instituto o la Facultad en una especie de ritual supersticioso. Me acuerdo que hubo un tiempo que hasta en los Institutos se permitía fumar en los exámenes, tiempos en los que se creía que el humo del tabaco ayuda a contener los nervios.


El viernes de la semana que viene toda esta disputa por una silla en La Central ya habrá terminado, porque los exámenes de Selectividad ya serán historia y en quince días, treinta a lo sumo, la biblioteca estará prácticamente vacía, si no cerrada y toda esta muchachada que hoy pasea su ansiedad camino de los pupitres habrá dado un paso más en su camino hacia el último examen, no el último examen del curso, sino el último examen en sentido amplio, ese momento en el que ya no te importa nada el juicio de los otros y alcanzas la libertad total que consiste en la superación de toda necesidad de aprobado. Me encanta pensar que esa cadena de aprobaciones que empezamos a buscar en el parvulario llega un momento en el que se detiene definitivamente, un momento en el que nos llegan unas verdaderas vacaciones de los otros. Me siento así muchos días cuando cuento estas cosas y eso que sentarse delante de este micrófono amarillo es siempre pasar un examen.

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