El secreto para poder abrir la cafetera es no llenarla de
café hasta el borde. Suele pasar que los problemas de hoy vienen de malas
decisiones tomadas ayer. Por eso esta mañana, cuando te levantaste con prisa
para ir a trabajar y no eras capaz de desenroscar la cafetera, hiciste mal en
enfadarte con ella; tenías que haber sido consciente de que el problema estaba
antes, justo cuando hiciste el último café. También tiene que ver que no la
limpiaras en su momento, que no la dejaras lista para el uso de hoy, pero eso
ya es un mal colateral, sobrevenido. El error lo cometiste antes. No obstante,
ya has visto que no era imposible abrirla. Ha sido costoso, es cierto, pero al
final la has abierto y has hecho un café. Es posible que hayas puesto demasiado
―todavía no sabías esto que te cuento― y la próxima vez que vayas a abrirla te
vuelva a costar. Procura hacerlo con tiempo y, a partir de ahora, ya sabes:
nunca permitas que se te llene de café hasta arriba.
¿Te acuerdas de Pixie y Dixie? Los perseguía el gato Jinks,
que se traduce por “juerga” o “jolgorio”. Hablaba con acento andaluz y decía
aquello de “mardito roedore” que se ha oído tantas veces también en los
conciertos de Sabina. Aquel gato siempre anunciaba sus planes antes de
ejecutarlos y luego se torcía todo. Casi podíamos decir que era un gafe o un
cenizo. La verdad es que en inglés “juerga” y “gafe” suenan casi igual, por lo
menos para mi oído. La idea es la misma que la de la cafetera. En nuestros
planes ya va incluido el error. Si damos por hecho que la Cultural ya está en
segunda y preparamos la juerga antes de tiempo, podemos encontrarnos con una
cafetera muy dura de abrir. Pero yo creo que lo principal ya está hecho, ¿no te
parece? Y creo que se ha hecho bien. Diría que la cafetera va con el café
justo, que el domingo por la tarde nadie se va a quedar diciendo aquello de
“mardito roedore”, porque, pase lo que pase, lo que cuenta ya está. Si al final
hay un premio gordo como esperamos, lo gozaremos. El gafe se pegará de morros
contra la pared mientras los ratones se escapan por la ratonera. Y ese será el
momento de la juerga.
Este fin de semana todo va a ser fútbol, como el pasado todo
fueron libros, porque la Feria del Libro de este año ha recuperado su brillo y
ha sido ―en mi opinión muy modesta― un éxito por encima de cualquier gafe. Es
cierto que hay una tradición ya consolidada de que siempre que se celebra,
llueve. Y a pesar de los días de lluvia, el ambiente fue de fiesta siempre,
porque había alegría de pippermint y gominolas, porque hubo música y sueño y
cuento y voz y palabra y presencia. Y miradas para encender el cielo, gestos
con los que abrir todas las cafeteras, abrazos para escapar de todo el odio de
cualquier gato, ideas nuevas con las que recargar las armas de la belleza. Y
libreros contentos, libreros cansados, pero contentos, porque vieron que los
lectores siguen existiendo, porque vendieron libros, porque eso que se había
dado por muerto que es el gozo de leer ya no juega en segunda B, aunque no haya
banderas en Guzmán que lo aireen. Editores emergentes, escritores consagrados,
poetas nuevos, cuentistas sobrevenidos, niños todos con sus besos y sus abrazos
y sus juegos. “Mardito roedore”, dice Jinks en andaluz, una frase que sirve
para traducir lo que dice en inglés que más o menos literal viene siendo:
“despedazaría de odio a esos ratones”. Nosotros somos los ratones. El odio
siempre será condicional.
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