El camino entre
analizar y banalizar es demasiado corto. Y la tentación demasiado grande. Dicen
que dice en la Biblia -yo no lo sé-, que la mujer es un vaso más frágil y que
como tal debe ser tratada por el marido. Dicen que lo dice la Biblia, ya ves. Y
yo lo que veo es que resulta tan fácil banalizar la cuestión, que caemos sin
pensarlo en la misma trampa de siempre, porque creemos que esa fragilidad que
dice la Biblia es real, es literal, como tantas imágenes que hemos asumido como
reales cuando solo pueden ser metáforas, modos de hablar, de la misma manera
que cada palabra dicha o pensada es solo un cristalito entre la realidad y tú,
una tesela del mosaico de lo que hay, algo que construyes pensamiento a
pensamiento.
Ayer me hablaba de su hijo una mujer maltratada. No se trata
de ningún vaso frágil: si me apuras, más que vaso, es martillo o cincel o
azada, porque es coraje y vida y lucha. Es maltratada por la suerte, por la
vida, por las circunstancias, quizá no por su marido –eso no lo sé: sería un
loco si me atreviera a afirmarlo-, pero maltratada hasta el fondo más profundo
de sus bellísimos ojos oscuros que espantan la tristeza en una risa que es
medicina genética para cada instante de su vida. ¡Gracias a Dios! Sí, gracias a
Dios, habría que decir. He leído por ahí que “nada real puede ser amenazado”.
¿Cómo podría serlo? ¿Qué amenaza puede perturbar la solidez de lo real? Esa
mujer maltratada es sólida, es firme en su presencia y no puede ser amenazada.
Ninguna amenaza le llega si no es el dolor real, su propio dolor, su propia
angustia. Pero me hablaba de su hijo, de su indómito hijo adolescente, de ese
hijo imposible de controlar que crece debajo de un inmenso tupé que se mantiene
erguido como un milagro. “¡Si es que no gano para laca!”, dijo muerta de risa
cuando se iba otra vez a la realidad, a esa realidad fría que la tiene helada
de pies y manos. Y “nada real puede ser amenazado”, como también parece ser que
“nada irreal existe”. Es Un curso de
milagros.
A
propósito de la cuestión de las nuevas luminarias LED, me pareció escuchar que
la portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento decía algo de un “futuro
reciente”. Me imagino que le jugó una mala pasada el directo y que a lo que
quiso referirse es a un futuro próximo. Me encanta la juguetona alteración.
¿Ves? Manejar un futuro reciente es un pequeño milagro. La cuestión de los 20
millones de euros ya la analizarán mentes menos banales que la mía. Yo me quedo
con el milagro del tiempo, aunque sea verbal, porque es muy reciente todo lo
que se ha dilapidado en reformas estructurales, en infraestructuras ultra necesarias,
una especie de tupé con el que se maltrataron las arcas públicas, ese vaso
frágil. Un pasado reciente del que tenemos que aprender. Me gustaría pensar que
este cambio de luces no es un futuro reciente. Quiero decir, más de lo mismo.
Otra vez un modo innecesario de inyectar dinero en la economía para que haya
que elegir de nuevo entre Don Diablo se ha escapado y una sonata de Beethoven.
Venga laca para el tupé y arriba los pelos que es mucho más eficiente la
luminaria LED que la convencional. Y lo será. Y lo tendrán estudiado. Y se verá
mejor todo. Y será estupendo, aunque pierdan los paseos por el centro ese sabor
ámbar de las viejas farolas y alguien gane una millonada con el cambio. Un curso de milagros. “Nada real puede
ser amenazado. Nada irreal existe”.
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