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viernes, 19 de octubre de 2018

Elige bien las lámparas. (En Hoy por Hoy León,19 de octubre de 2018)


Ahora que tu casa nueva te quita el sueño y que las obras te mantienen alerta hasta las tantas, buscando gangas en Wallapop, como esos accesorios de cuarto de baño que dices que viste el otro día, deja que te dé algún pequeño consejo.

Antes que nada te digo, elige bien las lámparas. Yo tengo en mi casa una luz que no se apaga. A veces ocurre que, en la oscura soledad del techo, queda un resplandor vago permanente, un resplandor que late con la mirada, una negación intermitente al cielo más oscuro. Hasta ahora nunca había prestado mucha atención a las lámparas. Sabía algunas cosas: que prefiero la luz indirecta, que no me gustan los fluorescentes, que las telas y el papel de las pantallas filtran de matices las estancias. Pero ahora que tengo ese plafón de techo que nunca se acaba, me doy cuenta de lo importante que puede ser elegir bien las lámparas. No creas que vale cualquier cosa.

Pienso en esa comisión que ha puesto en marcha la Conferencia Episcopal para actualizar los protocolos de actuación de la Iglesia Española ante los casos de abusos a menores y me pregunto la verdadera necesidad de su existencia. No digo de la comisión, sino del propio protocolo. ¿Acaso no hay ya leyes que tratan el problema? ¿No debería procederse de la misma manera que si la persona que abusa no perteneciese a la Iglesia? Fíjate que lo digo en forma de pregunta, que sobre este asunto no veo que se hable con mucha claridad, como que no entiendo que haya clases diferentes de personas respecto a la responsabilidad penal. Y hablo de quienes son responsables de conductas que pudieran ser delitos y de quienes las conocen. ¿Acaso no hay una misma ley que nos incumbe a todos?

Pero, en cualquier caso, dado que existe la necesidad de ese protocolo y su renovación, ¿no es un poco particular el modo en el que se ha constituido esa comisión? No digo yo que hayan elegido mal las lámparas, porque para iluminar un asunto tan oscuro solo hace falta abrir las ventanas y airear lo que pasa, sino que me parece que no hay mucha voluntad de hacer luz. Demasiados filtros se adivinan, mucha luz indirecta, un ambiente de salón recogido y coqueto, como a mí me gusta el de mi casa, pero que no es adecuado, me parece, para un asunto que debería iluminarse con focos de potencia máxima.

Por eso te digo que mires bien las lámparas, que no te pase lo que me está pasando en el techo de mi casa, esa especie de reflujo inagotable que no deja ver, pero que no se apaga. Ese goteo permanente, ese hilillo de luz, plastilina de desastre que nunca se zanja, que no desaparece al cerrar la llave. Elige bien las lámparas.

En un soneto de Carlos Castro Saavedra sobre la amistad hay un verso que dice que el amigo sincero es como la hormiga que confunde la miel con el verano. Me gusta eso de la hormiga y la miel y el verano. Dijimos que este iba a ser un verano de hormigas. Dijimos que serían plaga. Pero no estuvimos atentos a la miel. Consuélate. No eres tú solo. Hay mucha gente que quiere reformar la casa; mucha gente que repasa el catálogo de lámparas. Hormiga, miel, verano. Plafón que no se apaga. Comisión particular y sin ventanas.

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