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viernes, 25 de junio de 2021

Pelvis. (En Hoy por Hoy León, 25 de junio de 2021)

         Ayer tuvimos otro San Juan de pandemia, otro San Juan sin fuego, sin fiesta. Además, ese frío que se puso, ese sol de mediodía que no calentaba hacía pensar en un domingo de febrero, uno de esos días de veranillo adelantado. Menos mal que la tarde nos trajo un sol más potente y nos colocó en el sueño de una noche de verano, y eso que la víspera, la verdadera noche de San Juan, estuvo fría y desapacible, como estamos nosotros, fríos, desapacibles, cansados.

          No sé si hubiera habido fiesta. Si hubiera habido fiesta, ¿crees que habríamos saltado a las calles a la rueda del fuego? ¿Habríamos salido a buscar la yerba de San Juan? Sin duda. Si hubiera habido fiesta habríamos estado festejando, como nos quitaremos mañana la mascarilla, como iremos al Reino de León y al Pabellón en cuanto nos dejen. Porque somos básicamente obedientes, somos gente obediente. La cuestión es que no sé si eso es una virtud o un defecto, entendiendo como virtud lo que nos hace mejores y como defecto lo que no permite que desarrollemos lo que somos. No es fácil decidir sobre la obediencia. Tiendo a rechazarla de plano como virtud, pero tampoco estoy dispuesto a asumirla como defecto. Me siento como el toro entregado en la muleta, que está en su nobleza obedecer, pero esa obediencia significa su muerte. Mañana y el domingo hay toros en el coso del Parque, fiesta que no se ha suspendido en la suspensión de las fiestas.

          Es lo que me parece, que la fiesta está en la calle, aunque se suspenda; que la sensación de verano está en la piel, aunque haga fresco; que el olor de las vacaciones está en el aire, aunque sigamos en días de trabajo. Por eso quería hoy, en el penúltimo comentario de la temporada, traerte la última parte del cuerpo de la que voy a hablarte en este repaso anatómico-pandémico que he venido haciendo cada viernes, una parte del cuerpo por la que me preguntaba si sería oportuno escribir. No por nada. No por pudor, o porque piense que puede haber alguien que se sienta mal porque le hablen en la radio de ciertas partes de su cuerpo a esta hora de la mañana, sino porque, en realidad, por mucho que nos excita y nos interesa, no es exactamente una parte del cuerpo. Está en nosotros, es el centro de muchas de nuestras motivaciones y es parte fundamental cuando pensamos en la fiesta, por eso también era un momento bueno este de hoy, pero no es en sí algo que esté en el cuerpo, no es un órgano, ni un músculo, ni un hueso. Ya sabes de lo que te estoy hablando. De hecho, sé que lo estabas esperando, que vienes siguiendo todos estos artículos viernes tras viernes y te has preguntado: sí, muy bien, mucho corazón, mucha lágrima, mucho funcionamiento del cerebro y de los principales órganos vitales, pero de lo importante, ¿qué? ¿Se atreverá a hablar o lo va a dejar pasar como en las clases de Biología de algunos colegios?

          Pues ya estamos hablando de ello. Llevas haciéndolo un rato, si has seguido el discurso, si no te has entretenido con un mensaje en el teléfono o con una llamada inoportuna. Esto de lo que hablamos es lo que nos mueve, según dicen. Lo que nos sujeta, según parece. Ese hueco que no existe y que, en verdad, no es más que un almacén de huesos, músculos y órganos que encienden todo el fuego que no hemos tenido por San Juan.


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