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viernes, 4 de noviembre de 2022

Número. (En Hoy por Hoy León, 4 de noviembre de 2022)

    Estuvimos comiendo un cocido el viernes pasado en un restaurante que está aquí mismo, a cuatro calles de la radio. Estuvimos sintiendo la lluvia que caía fuera, una lluvia de otoño en este verano de octubre. Nos vino bien el día gris y oscuro para envolver el cocido y nos hizo sentirnos en casa el ambiente amable que todavía conserva ese restaurante a pesar de la reforma. Nos dio por recordar qué bares quedan con el sabor de siempre, con ese aire de tasca que los define y que no han sucumbido todavía a la voraz redecoración de las franquicias o las marcas de cerveza. Algunos lo han hecho manteniendo viva su identidad, pero en otros no sabes si estás en Almería o en Segovia.

    El caso es que Ángel, lo vamos a llamar así por si eso hace que se sienta más ángel que demonio, vive en Roma y había venido para ver a su madre y bueno, no te cuento más detalles. El caso es que nos contó que su hija —que no es romana, porque en Italia rige la sangre y no la tierra y por eso la niña tiene pasaporte japonés como la madre y español como el padre, pero no italiano— le pregunta algunas veces cosas como esta: papá, ¿cuántas noches tengo que dormir para que llegue la Navidad?

    Fíjate qué tesis más profunda. La Navidad no llega sola. Llega porque yo tengo algo que hacer para que ocurra. Está en mi mano. Depende de que yo duerma el número de noches necesario y, cuando lo haya hecho, cuando haya dormido ese número exacto de noches que se necesita, a la mañana siguiente en el árbol estarán los regalos y será ya el día de Navidad. Es algo que yo tengo que hacer, algo que yo puedo hacer, algo que yo quiero hacer. Dime cuántas noches son, que me pongo a ello. Seguro que sabes italiano o japonés, o alemán, porque creo que los padres se hablaban en alemán para entenderse, y me dices que es una mala traducción de una niña y que —traduttore, traditore— en realidad la niña sigue hablando del tiempo que tiene que pasar para que ocurra, el tiempo como magnitud ajena, como algo que nos pasa y no algo que manejamos. ¿Cuántas noches tienen que pasar para que sea Navidad? ¿Cuántas noches tengo que dormir para que sea Navidad? La clave no es el número, porque el número es el mismo. La clave está en la perspectiva: el tiempo como castigo, el tiempo como oportunidad. ¿Cómo estás viviendo? ¿Estás pendiente del tiempo que te queda o estás disfrutando del tiempo que te creas? ¿Cuántas noches has tenido que dormir para cumplir sesenta años? ¿Cuántas te faltan para los cincuenta y nueve?

    Yo diría que no llevas por cuenta los números, que sin más haces y deshaces, vas y vienes, atiendes y trabajas, cuidas, avanzas, construyes. La reforma permanente de tu local interior está en tus manos y tienes que seguir manteniendo la tersura de tu estilo de siempre, sin que las reformas de las marcas te corrompan. Por cierto, ¿cuántos gusanos tiene que tener la sopa para que sea nociva además de repugnante o no es cuestión de número? En la del cocido del viernes, gusanos ni por asomo.

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