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viernes, 5 de mayo de 2023

Gnomon. (En Hoy por Hoy León, 5 de mayo de 2023)


    
Me produce una sensación extraña atravesar un reloj de sol que hay en Eras de Renueva al final del paseo que sale del centro comercial. Me da la impresión de que este reloj, más que la hora del día, estaría señalando el final de la ciudad. Paso a través de las piedras que señalan las horas y me siento un invasor del tiempo. Por eso, hay veces que doy un rodeo para no pisar dentro y tengo tentaciones de apartar la gravilla que vamos moviendo los paseantes con la intención de dejar al descubierto los números, medio sepultados por las chinas que van dejando nuestras pisadas.

    Miro el nomon y sigo la proyección de su sombra, pero no creas que me aclaro sobre la hora que marca. Es como que la lectura de un reloj semejante se convirtiera en un arcano inextricable. Me quedo mirándolo como si fuera el calendario azteca, como si escondiera una predicción, un susurro del futuro. Desearía poder leer las instrucciones, comprender la simplicidad del mecanismo, la certeza de la proyección de la sombra del nomon sobre el suelo: tengo la tentación de corregir los números y sentarme a marcar las horas, porque me parece que el reloj, en su belleza, no es exacto. Quiero decir que tengo la impresión de que los números no están puestos donde deben. Seguramente soy yo, que no sé leer la sombra, porque no puede ser que un reloj de sol dé mal la hora. No es algo que se adelanta o que se atrasa como el reloj del salpicadero de tu coche o como el Rolex del puesto de la Quinta Avenida, si es que sigue habiendo puestos que vendan relojes falsos en alguna calle del mundo.

    Atravesar el tiempo, sentir la sombra del minutero. Un poco moverse en el abismo en un día de cumpleaños, hablando de predicciones, de arcanos y de sombras que se proyectan. Hoy se entrega a Lolo, in memoriam, el “IV Premio Concordia IES Antonio García Bellido”, un reconocimiento que se entrega en un día que es aniversario de su nacimiento, como una fiesta de cumpleaños que atravesara el tiempo, para celebrar que su sombra se proyecta más allá de su presencia. Es una voz que ya no suena en la tertulia que vendrá después, pero es una voz que permanece, una voz alargada, como esas sombras que proyectan los árboles que tienen sombras alargadas, como esas noches que tienen horas que terminan alargadas, como ese oculto espanto alargado que tanto nos atrajo en el envés de las cosas que parecen ser reales. Un gnomon. Un mundo de proporciones áureas que se proyectan como las medias del tamaño del papel A0, A1, A2 A3, A4… Espacio vacío para llenar. Trágica tragedia de razón raíz de dos, un número irracional.

    El gnomon es una figura que se proyecta a partir de otra conservando sus proporciones. Por eso se llama gnomon a la varilla del reloj de sol, porque conserva esa idea de proyección, por eso el tiempo se detiene en el arco de las horas, por eso pudiera ser que exista algún desajuste en mi percepción de las cosas y me desequilibre en mi paseo al atravesar los números que fijan la sombra en una idea: la sombra perpendicular del mediodía, las cosas que se quedaron sin hacer, el homenaje sencillo desde el corazón, querido Lolo.

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