No sabría decir si está en
un poema de algún poeta chileno o si es algo que voló desde tu miedo a mi
memoria. A veces nos ocurre eso, que se nos pegan palabras de otros y se nos
meten en la cabeza como si fueran nuestras. Yo sé que cuando escuché reunidas
las palabras “temblor” y “esencial” comprendí que era un verso, como es un
verso decir que “tú tienes la única almohada sobre la que puedo descansar”.
Porque, por mucho Black Friday que se nos aparezca, por mucha rebaja post Thanksgiving
recién importada de América que nos llene el día de hoy de tentaciones
consumistas, sé que está brotando en el entorno de tu almohada el verso suelto
que se resuelve en temblor del cielo, en temblor esencial. ¿Ves cómo la
enfermedad es a veces solamente lo que tú quieres que sea? Ese temblor esencial
tuyo, querido maestro, el mejor maestro que nunca haya tenido Lucas, puede ser
también, siempre que tú quieras, el verso primero de un poema. “Temblor
esencial, el cielo, ese lugar señalado
por tu almohada”.
Así es que tiemblas, querido
maestro, hay algo en ti que tiembla, cuando levantas el café, cuando repasas la
hoja, cuando te acercas a la boca un prieto picudo de tu tierra y tratas de
disimular tu miedo a ese temblor esencial que te atenaza: no me extraña que lo
tengas. Hay motivos sobrados para que los maestros tengan miedo y motivos
sobrados para no querer descubrir ese absurdo temblor entre tus manos.
Supongo que habrás visto ya
las fotos de las ovejas escapadas por la fuente de Guzmán, atolondradas por
Papalaguinda, descarriadas por el Puente de los Leones. La foto que me llegó
ayer al móvil traía un comentario que la sacaba de contexto en vez de
explicarla. “León es muy rural”, decía el pie de foto que alguien había
colocado, desconectando así la imagen de las ovejas, que pastaban en el césped
de la fuente, de su causa original. Habían ido hasta allí en una manifestación
contra la LOMCE. Sí, ya sabes, ayer hubo una manifestación contra la Ley Wert y
desde el sindicato Comisiones Obreras pensaron que sería buena idea hacer que
se manifestase un grupo de ovejas por la capital en señal de protesta. La
metáfora es clara: según el sindicato, la nueva ley de educación convierte al
alumnado en ganado, concretamente lo aborrega. Ovejas en manifestación contra
la ley de educación, ¿te das cuenta?
Y resulta que las ovejas,
como si se tratase de alumnos aventajados, decidieron ayer saltarse todas las
expectativas y darse un garbeo libertario por el centro de León. Parece ser que
el pobre pastor no era capaz de controlar a su ganado y la manifestación
ocurrió al revés, con los manifestantes siguiendo a los borregos. A veces pasa.
Subestimamos el efecto de nuestras iniciativas y no es que se nos vaya de las
manos, es que el resultado puede ir mucho más allá de lo que habíamos calculado,
produciendo otros efectos, como este en el que se habla más de las ovejas que
de la crítica a la nueva ley. Si la Ley Wert aborrega, que puede, está por ver,
pero lo que adocena o libera no es lo que está en la ley, sino lo que contagian
maestros como tú. Maestros que enseñan a no dejarse llevar como borregos por la
existencia de inventos como este del Black Friday, a comprender que la fórmula
para dormir tranquilo no está en la almohada del consumismo, a descubrir la
belleza de un verso aunque sea el nombre de esa enfermedad tuya, ese temblor
esencial que dices que tienes.
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