La foto de ayer era la foto
de un paso de baile. Hay una imagen de Cinema Paradiso en la que se ve a varias
parejas de hombres bailando. Lo hacen con la naturalidad de cualquier pareja de
baile, pero con la impostura de esa sociedad machista en la que viven. Nosotros
tenemos en la retina las imágenes de mujeres que bailan solas bailes pensados
para parejas y no nos llaman la atención. En cambio no nos resulta tan natural
ver parejas de hombres que se sostienen en ese abrazo a mitad de camino, que no
avanza hasta la cintura y se queda en el antebrazo, en una pose indolente. La
foto de ayer tenía ese aire. El esfuerzo de las sonrisas en la nocturnidad
alevosa del disparo no es más que un síntoma de la falsedad del abrazo, una
mano detenida en el codo del otro, la mano del contrario marcando la distancia
contra el brazo o el pecho, no se sabe bien por la perspectiva. Y también la
gama de azules en las americanas y las camisas, como subrayando que sabemos que
la foto va a ser en color y que el azul es el color del candidato, aunque sea
de izquierdas. Lo aprendimos con Nixon en aquel famoso debate televisado. Y el
cuello, distendido, sin corbata, dejando claro lo casual del encuentro, a pesar
de estar absolutamente pactado.
Apuesta el periódico por un
resultado electoral en el sentido de siempre y parece considerar solamente a
los dos representantes de los partidos con más votos en la actualidad en la
medida en que solo salen esos candidatos en la foto y el titular “PP y PSOE
arrancan la carrera por la Alcaldía” sitúa la disputa electoral en el
bipartidismo precisamente en la semana en la que algunas encuestas a nivel
nacional nos hablan de un empate entre cuatro partidos, subrayando el fin de
una historia que parece claro que llega a su final. Te digo que me gusta volver
a mirarla, porque es una foto tan tierna, una foto tan encantadora que me siento
nuevamente en la ingenuidad de la infancia viendo a los candidatos competir
para ver cuál de los dos desencaja más la sonrisa.
¿Y cuándo dices que son las
elecciones? ¿En mayo? ¡Madre mía, cuán largo me lo fiáis! Se nos harán
interminables estos meses en los que
irán saliendo uno tras otro pequeños escándalos como el de Garrafe o el de la
gestora del PSOE en Astorga. Ajustes de cuentas entre abrazados de uno y otro
signo. Navajas internas que, como la de Ockham, se encargarán de rebanar todo
lo innecesario. Y. mientras tanto, los que manejan los hilos en la barbería,
afilan sus cuchillas sin reparar si tiene o no tiene barba el sujeto que tienen
sentado en el sillón de barbero, como en una película de Chaplin, solo que da
igual, que en este sentido la barba se corta a la altura del cuello. Y, entre
tanto, unos y otros y los de más allá siguen avanzando en la confección de
listas. Con mayor o menor control, con mayor o menor libertad. Me gusta mucho
esa secuencia final de Cinema Paradiso en la que se ven unidos todos los
recortes de fotogramas en una especie de historia musical del beso desde
que empezó el cine y la censura obligó a
los exhibidores a mantener a buen recaudo la moral. Yo diría que el censor
habría eliminado este abrazo, entiéndeme bien, no por que invite a pecar contra
el sexto, sino porque invita a pecar contra la razón y esa explicación de que
“Antonio Silván y José Antonio Díez celebran un encuentro de gran cordialidad
ante el Ayuntamiento de San Marcelo” huele a paso de Semana Santa, a imagen
hierática de la pasión.
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