Buscar este blog

viernes, 10 de abril de 2015

Triunfando como el Avecrem. (En Hoy por Hoy León, 10 de abril de 2015)

No es lo mismo que yo lo diga, porque yo no tengo esa gracia andaluza de mi prima, y seguro que a ti no te parece tan divertido, pero había que verla, con esa risa tan deliciosa con la que se toma cada sorbo de la vida diciendo “nada, aquí estamos, triunfando como el Avecrem”. Y es que esta Semana Santa ha sido esto, un triunfo detrás de otro, al menos es lo que dicen las cifras, si medimos el éxito en términos económicos. Claro que puede que esto te suene muy irreverente y me digas que no se puede medir un sentimiento tan profundo exclusivamente en base al número de visitantes, a los porcentajes de ocupación hotelera o al espectacular gentío que abarrotaba los bares un día cualquiera de estas fiestas. ¿Has visto el vídeo de las veinticuatro horas de la calle Ancha condensadas en un minuto? Impacta el río de gente que se mueve, la acumulación en los momentos en los que pasan las procesiones, el flujo de la luz ajena a lo que ilumina.

Me dejas que cuente entre los éxitos el abrazo de mi amigo Quique, la alegría con la que me dijo que su madre todos los viernes escucha esta columna, la enorme humanidad de su presencia castigada de ese modo tan injusto por el capricho de la enfermedad. Pero aquí estuvo también, “triunfando como el Avecrem”, sosteniendo entre los dedos su valor, afrontando con pasión otro Calvario. Es curioso cómo nos señala el azar, colocándonos en fotografías que nunca habríamos soñado. “Esto es como aquello de dónde está Wally”, decía mi prima. “Me pasó en el rocío, que a las diez tenía que estar trabajando en Sevilla y a las siete llevaba las riendas de una calesa en Almonte, porque las cosas se enredan y terminas confundiéndote con todo lo que se mueve junto a ti”. “¿Dónde está Wally?”, en el Rocío. “¿Dónde está Wally?”,  en la calle Navas de Granada. “¿Dónde está Wally?”, en la Plaza Mayor de León el Viernes Santo por la mañana.


Estas aglomeraciones que tanto nos gustan han sido el síntoma del triunfo de la Semana Santa, algo que se aleja de la intimidad del sentimiento religioso, por no hablar de los litros de limonada o de otras manifestaciones profanas que ponen de mal humor a los hosteleros, ya que, según ellos, favorecen el botellón. No sé, la verdad, me resulta difícil entender este tumulto. “¿Dónde está Wally?”, en el Genarín. Ese abigarramiento de imágenes que había en las ilustraciones de Handford permitía camuflar al protagonista. ¿Será esa una forma de explicar lo que nos gusta de todo este jaleo? Eso es lo que nos gusta, sí, que nos confundimos en la uniforme multitud. Nos desaparecemos, para aparecer luego triunfantes bajo el peso de un trono, en el marco de una mantilla, a la luz de un hachón. Triunfando como el Avecrem, pavoneando un plumaje de oropel, a veces rico enjoyado, en el acto de sacar a la calle una fe que en muchos casos no existe. Perdona que diga esto que pienso, pero es que si los que participan en las procesiones fuesen los domingos a las iglesias, tendrían que multiplicar las misas, cosa que ya se ve que no sucede. Que conste que no hago ningún juicio de valor, que solo hago números, como decíamos al principio. Y los números dicen que esta Semana Santa hemos triunfado. Y hemos triunfado por los números grandes y por los pequeños. A mí, más que el de litros de limonada, me ha gustado mucho ese tan pequeño, ese que recoge los dramas, el de las víctimas mortales en accidentes de tráfico, un número que, por fortuna, tiende a cero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario