Son frases oídas al azar.
Ideas que me llegan como en un soplo. La última que tengo danzando en mi cabeza
es una de Abraham Lincoln, esa que dice que puedes engañar a todo el mundo
algún tiempo, y que puedes engañar a algunos todo el tiempo, pero que nadie
puede engañar a todo el mundo todo el tiempo. En inglés suena mejor, porque esa
idea de parte de la gente y parte del tiempo es más precisa que nuestro algún,
es una indefinición más concreta, si es que eso tiene algún sentido. Hay una
parte de la gente que vive siempre engañada, pero solo una parte y también es
verdad que todo el mundo ha vivido engañado parte del tiempo, pero solo una
parte. Lo descomunal es la mentira absoluta, el imposible engaño de todos
durante todo el tiempo.
No estoy hablando del asunto
de la UPL y el pacto en la Junta. Ese es un tema que se me escapa y no sé si
hay quien miente todo el tiempo o quien sencillamente quiere creerse todo lo
que le cuentan. Tampoco relaciono la frase de Lincoln con los asuntos de la basura
en el Ayuntamiento de León o las fantasiosas supuestas promesas del PSOE a sus
alcaldes y concejales electos asegurándoles más puestos en la Diputación de los
que estaban disponibles. Tampoco veo raro lo que pasa en tantos pueblos
pequeños en los que es imposible alcanzar mayorías de gobierno y los pactos
multibandas se ven saboteados por pequeñas falsedades, verdades a medias o
abiertas traiciones. Ya dijimos que habría historias para no dormir con la
aritmética de los pactos o esa geometría variable de la que habló en su día
Zapatero a modo de metáfora de un hoy contigo y mañana con el otro.
No sé bien por qué se me ha
quedado en la cabeza esa frase, pero la recuerdo cada cinco minutos y hasta la
repito en voz alta. Me pasa a veces. Hace poco no era una frase, sino el nombre
de una mediofondista rumana de los años ochenta. Se reía un compañero de mí
porque de repente le pregunté, “oye, ¿tú sabes quién es Doina Melinte?” Cuando
uno tiene en la cabeza ese tipo de cosas es que está sobrepasado de estrés. También
me pasa que más que frases oídas al azar, números o nombres, tengo en la cabeza
pensamientos recurrentes. Yo que sé. Pensamientos del estilo, “hoy es la última
vez que llevo a mi hija al colegio”. Y el lunes, que fue la última vez que lo
hice, estuve pensando en eso todo el día, en eso y en la curiosa coincidencia
de que el último día que la llevé al colegio fue el primero en el que ella, en
el coche, escuchó una canción de los Beatles. Esa que habla de Desmond y de
Molly, de su puesto en el mercado y de que la vida continúa en un sostén,
Obladí Obladá. Y pensamientos del estilo de “hoy es el último día que te cuento
cosas, por lo menos esta temporada”. El último día que le doy de comer a este
gato, el último día que me siento en esta mesa de despacho, el último día que
te hago llorar mientras conduces camino de tu pueblo.
Doina Melinte pudo ganar una
medalla de oro en Los Ángeles por el boicot de Rusia a los Juegos del 84. A
veces pasa, que hay circunstancias que te colocan en lo alto del podio. Le pasa
a Martínez Majo, que ya preside una Diputación sin mujeres. Bueno, no, que hay
tres, Manuela, Teresa y Pilar. Una Diputación con tres mujeres y veintidós
hombres. No podemos pretender engañar a todo el mundo todo el tiempo, porque al
final se nos nota lo que hay.
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