Hasta el día 4 de enero, se
presenta, en el Museo del Louvre, una exposición temporal bajo el título “Una
breve historia del futuro”. El título hace referencia a un ensayo de un
economista que en su día, aún siendo capaz de hacer historia del futuro, no supo
prever la crisis de 2008. Hoy, tanto tiempo después, es el comisario de esta
exposición temporal, una exposición que, por cierto, fue duramente criticada en
algunos foros franceses en el momento de su inauguración. Cuando caminas junto
al Louvre y te fijas en los carteles, tienes que quedarte pensando si no se
tratará de una provocación. ¿Bello o sublime?, preguntaba provocador cierto
profesor de estética. Hay un segundo en el que cambia tu vida y en el segundo
anterior no puedes ni imaginar que algo como lo que te ha sucedido te pudiera
suceder. Por eso es por lo que me parece tan provocativo anunciar una historia
del futuro, a no ser que consideres que la historia es una forma de literatura
y pertenece al terreno de la invención. Entonces sí. Entonces te permito que me
hables de una historia de lo que está por venir. Pero dime que esa historia es
un cuento, porque lo que veo es que nadie es capaz de prever el horror.
Eso dicen en una cadena de
televisión francesa que precisamente en estos días ha lanzado una campaña
publicitaria para una serie que inició el martes la sexta temporada con el
eslogan “Va a hacer falta resistir”. Ignoro de qué va la serie, pero la
coincidencia en el tiempo con las circunstancias del pueblo francés tras los
atentados hace que ese eslogan sea una breve historia del futuro. Porque parece
que es eso lo que toca. Toca resistir. Claro que tampoco es nuevo, porque hace
mucho tiempo que venimos resistiendo. Solo que cuando lo ves escrito en la
trasera de un autobús y ves en la acera a cuatro soldados preparados para la
guerra, la resistencia es otra.
Te cuento estas cosas porque
te estoy hablando desde un pueblo del cinturón de París, un pueblo a dos
paradas de tranvía del centro de ese barrio que se ha hecho célebre tras los
atentados. Te digo que paseo por las calles desiertas sin ningún temor, que el
tranvía que atraviesa Saint Denis venía el miércoles abarrotado de trabajadores
que volvían desde el centro a su barrio mientras en los bares se veía a los más
jóvenes disfrutar a través de la tele de la victoria del PSG en Suecia. Es un
barrio con mucha población árabe, las mujeres señalan su condición con sus
pañuelos y los hombres se saludan con cuatro besos y se llaman “habibi” al
verse. En los edificios, monstruosos edificios construidos para dar cobijo a
tanta mano de obra barata, descansan marroquíes, argelinos, senegaleses,
chadianos, qué se yo qué, todos nacidos en Francia, hijos de padres también
nacidos en Francia y puede que hasta abuelos nacidos asimismo en suelo francés.
Estamos aquí para hablar de educación con los que enseñan a sus hijos. Hemos venido
desde León para ver cómo trabajan, para compartir experiencias, para ver la
posibilidad de exportar a Armunia alguna de las cosas que hacen y para
facilitar que puedan recorrer Europa los muchachos y muchachas con menos
recursos de nuestras escuelas. Te digo que nadie habla de los atentados, que
todos siguen el curso de la vida diaria con la normalidad que les exige su
grandeur. Lo hablaba con Borja ese mismo miércoles: Paris está en la calle como
si nada. Aunque hay mucha gente que tiene miedo, más en provincias que en la
capital, el miércoles París brillaba con la lluvia, ¿quién lo habría podido
adivinar?
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